XI. Rebelión.

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Mi nueva rutina como esposa de André había resultado ser algo completamente agotador. El vampiro se encargaba de darme órdenes sobre cualquier nimiedad que se le ocurría, procurando mantenerme alejada de cualquier foco de información que pudiera darme alguna pista de cómo estaban las cosas; no había salido de la mansión desde el día de la boda y los paseos por los jardines ya se habían vuelto una rutina demasiado monótona y aburrida.

Jezebel y Delphina habían decidido trasladarse definitivamente desde París a la mansión y su compañía era como un pequeño bálsamo para mi marchito corazón. Annette había llegado aquella misma mañana, acompañada con un séquito de doncellas que había seleccionado yo misma sin prestar mucha atención; me dedicó una reverencia y me fulminó con la mirada. Delphina, que se había situado a mi lado para acompañarme, le siseó y yo le sonreí con auténtico agradecimiento.

Victoria se había quedado un poco rezagada, junto a la ventana del salón, y observaba distraídamente lo que sucedía en los jardines sin prestarnos la más mínima atención. Era como si tuviera la cabeza en otro sitio.

Cuando despaché al séquito de doncellas, con Annette a la cabeza, solté un suspiro cansado y me masajeé la frente con fuerza. Habían pasado ya dos días desde la boda y había tenido la habitación para mí misma. Tendría que sentirme tranquila y feliz de que así fuera, que André no volviera a visitarme en mucho tiempo y durmiera sola, pero el temor de la posibilidad de que André apareciera en cualquier momento me había tenido las dos noches anteriores en vela. Con la vista clavada en la puerta. Esperando que se abriera y apareciera el vampiro de nuevo.

Y luego estaba Luka. Había dado orden de que le informaran que había decidido trasladarme a la mansión de André y que, por ello, tendría que mudarse allí junto a un pequeño grupo de sus hombres para protegerme. Pero él no había venido. Y eso hacía que André estuviera de buen humor y no parara de lanzarme miradas de «Te lo dije». ¿Vendría al final o se quedaría en el edificio de cristal? Me arrepentía de las palabras que había pronunciado, de mi amenaza, pero no me arrepentía de lo que había hecho. Eso nunca.

Delphina me dio un golpecito en el brazo, llamando mi atención. Enfoqué la vista y la miré. Mi cuñada me sonrió con inocencia; estaba nerviosa porque su prometido, quien lamentablemente no había podido asistir a la boda por motivos relacionados con su trabajo, le había prometido que vendría a pasar unos días a Londres. Sospechaba que la decisión de venirse a vivir a Londres había sido más dura para Delphine que para Jezebel; la vampira había escogido dejar París y poner una gran distancia entre ella y su prometido. La separación debía serle demasiado dolorosa.

Y me sentía culpable de ello en parte.

-¿Vamos a ver cómo están dejando la habitación de Françoise? –le propuse, esperando que esto lograra animarla un poco.

Sus ojos azules se iluminaron nada más pronunciar el nombre de su prometido. Sentí una pequeña punzada de celos por el amor sincero que se profesaban ambos y que, lamentablemente, no tenía oportunidad de comprobarlo por mí misma.

Le ofrecí mi brazo en una invitación silenciosa y ella enroscó el suyo al mío. Su rostro resplandecía con una enorme sonrisa de pura ilusión que provocaba que todos los que estaban cerca de ella tuvieran una imperiosa necesidad de sonreír también. Su alegría se contagiaba pero para mí no era suficiente.

Salimos del salón hacia las escaleras de caracol. Por el camino nos encontrábamos doncellas yendo de un lado para otro con cosas entre los brazos u hombres vestidos de negro que pertenecían a la seguridad que André había apostado en la mansión y que se encargaban de controlar todo lo que sucedía de verjas hacia dentro.

Subimos hacia el segundo piso y echamos a andar en dirección contraria de donde se encontraba mi habitación. Toda la planta estaba llena de habitaciones que podían acoger a varios invitados durante días; la mansión era demasiado grande y, aunque diera la sensación de calidez, lo cierto es que era un poco… solitaria. Únicamente contaba con la presencia de Jezebel, Delphina, Victoria y el servicio. Según me habían informado, André se parecía haber encerrado en su despacho y apenas salía de allí.

La señora de los vampiros.Where stories live. Discover now