XX. Cambio de tornas.

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Cuando la pira se consumió no pude evitar sentir un gran alivio. Aquello ponía punto y final a toda la pesadilla de André, brindándome la libertad que tanto había anhelado; acababa de convertirme en una pobre viuda que, debido al gran amor que sentía hacia su marido, había decidido retrasar su coronación en tributo a su amor perdido. Lo que la mayoría ni siquiera sospechaba es que todo aquello me hacía sentir como si me hubiera quitado un gran peso de encima.

Sin embargo, y a ojos del resto de vampiros que habían decidido acudir a la pira, debía parecerles una mujer destrozada que, después de sufrir un trágico y repentino aborto, había perdido a su marido debido a una emboscada que le habían tendido los dhampiros. Aguanté con estoicismo los pésames y sollozos de unos afectados invitados que querían acercarse a nosotras para despedirse; ahora que había podido cerrar ese capítulo de mi vida, estaba ansiosa por empezar con la búsqueda de la misteriosa Condesa Sangrienta. Quería encontrarla y estar cara a cara para poder preguntarle si también había sido ella la que había organizado todo aquel ataque dhampiro que le había costado la vida a toda mi familia.

Un vampiro, rubio y con aspecto de estar verdaderamente afectado, se acercó hacia mí, con sus ojos castaños reluciendo de preocupación. Noté cómo Luka se erguía a mi espalda y me puse en guardia, creyendo que aquello significaba que se acercaban problemas.

Ya no sabía de quién podía fiarme y era un sentimiento espantoso, aislante, como si quisiera dejarme sola en aquel mundo.

Mis ojos estudiaron con atención al vampiro mientras éste se curvaba en una forzada reverencia. Había algo en él que me resultaba terriblemente familiar, al igual que me había dado la misma sensación con Isobelle. ¿Qué demonios me sucedía?

-Alteza, lamento mucho su pérdida –dijo el vampiro con un tono condescendiente.

Me retorcí las manos con nerviosismo mientras veía por encima del hombro del vampiro a Vladimir y Anya acercarse hacia donde nos encontrábamos; el vampiro le estrechó las manos a Delphina, que respondió con un murmullo apagado.

-Agradecemos mucho tus palabras –intervine, también en nombre de Delphina-. Gracias por haber venido…

Luka carraspeó sonoramente tras de mí.

-Alteza, me gustaría presentaros a Michael –dijo entonces-. Es un viejo amigo de Estados Unidos, también es el creador de las obras expuestas en la sala que os mostré en la National Gallery –añadió de manera intencionada.

Una lucecita se encendió en mi cerebro, recordando los paisajes que había podido contemplar y que eran una copia exacta de los lugares que el autor había visitado en mi hogar. Parpadeé varias veces, sorprendida por semejante revelación y mirando con respeto a aquel vampiro, que parecía un tanto azorado por las alabanzas que le había dedicado Luka.

-Es un auténtico placer conocerte, Michael –balbuceé, tuteándole-. Me quedé gratamente sorprendida por la gran similitud que hay entre el cuadro y el auténtico lugar. ¿Has estado en Rumanía alguna vez?

Michael se encogió con una sonrisa traviesa.

-Toda mi infancia, se podría decir –respondió, evasivo.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlo. Aquel vampiro quizá también había sufrido el ataque de los dhampiros, incluso podría haber perdido a su familia en aquella batalla sorpresa que perdimos.

Extrañamente me sentí unida a él a pesar de acabarlo de conocer.

-¿Estás aquí por mucho tiempo o…? –quise saber, con auténtica curiosidad.

Michael volvió a encogerse de hombros, dándome la sensación de que no quería hablar mucho sobre qué hacía en Londres y cuáles eran los motivos por los que había decidido cruzar el charco para venir hasta aquí.

La señora de los vampiros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora