XII. Daños colaterales.

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Ahora que sabía el secreto de Annette, empecé a pensar en cómo podía usarlo en mi beneficio.

En cómo podía usarlo para hacerle daño a André.

Cuando no quedaron más lágrimas que derramar me quedé completamente dormida, sin importarme siquiera que André pudiera regresar aunque, en el fondo, sabía que no sería así: el vampiro únicamente venía allí cuando buscaba algo de mí. Y anoche parecía haber estado bastante ocupado con la doncella.

Me desagradaba profundamente que hubiera estado retozando con una humana, con alguien que simplemente nos servía de alimento; no entendía por qué había decidido correr los riesgos a los que se exponía al estar con una humana, sabiendo lo que podría suceder si no iba con cuidado. ¿Y si Annette se quedaba embarazada? En el pasado Mihaela se había encargado de esos contratiempos y los había eliminado antes de que se hubieran convertido en una auténtica amenaza. Pero, caí demasiado tarde en cuenta, si Annette se quedaba embarazada de André, aquello podría resultarme ventajoso. Demasiado.

De suceder, podría deshacerme de André y nuestra alianza no se rompería, los vampiros me apoyarían por completo tras descubrir que mi marido había dejado embarazada a una humana y que se estaba gestando un dhampiro en su interior. Que el mismísimo Conde Daskalov, partidario ferviente de la destrucción de los vampiros, se divirtiera dejando embarazas a humanas era algo rompedor y una traición. Exactamente lo que yo buscaba para poder derrotarlo sin necesidad de una guerra de por medio. Era el golpe maestro que buscaba para poder recuperar todo lo que era mío. Incluso la libertad.

Fingí que seguía dormida mientras oía irrumpir en mi dormitorio al séquito de doncellas que se encargaban de prepararme. Me pregunté si alguna de ellas conocería el secreto de André y Annette, pero lo dudaba mucho: ambos necesitaban ir con pies de plomo si no querían que los rumores corrieran como la pólvora y pudieran ponerlos en una situación comprometida.

Corrieron las cortinas con suavidad y su alegre parloteo me obligó a abrir los ojos. Annette estaba cerca de la cama, buscando algo entre los armarios. Entrecerré los ojos y busqué algún signo que delatara lo que había estado haciendo la noche anterior; su cuello no tenía marca alguna, pues André se habría encargado personalmente de curarle las heridas para que nadie pudiera hacer preguntas.

Dejé que me vistieran y las despaché con una amable sonrisa mientras mis ojos se clavaban en la doncella, que mantenía la barbilla alzada y me observaba con enfado. Ahora podía entender a qué se había debido ese cambio en su actitud: estaba celosa de que André estuviera casado conmigo y llevara su supuesta relación en la más absoluta clandestinidad.

Pero aquello no iba a durar mucho tiempo más si las cosas salían como yo quería.

Salí de mi habitación con resolución, dispuesta a seguir fingiendo que vivía en la más completa ignorancia sobre las aventuras de mi marido, y me topé de nuevo con Luka. Nuestra habitual rutina de encontrarnos así parecía haber vuelto.

Sus ojos se movieron por todo el pasillo, controlando que no hubiera nadie cerca que pudiera escucharnos, y yo me sentí terriblemente agradecida por ello; no quería que nadie supiera lo que sabía respecto a André hasta que encontrara la forma de usarlo a mi favor.

Verme tan recuperada, sabiendo lo que había sucedido la noche anterior, pareció dejarlo sorprendido.

Alcé una mano antes de que pudiera decir nada.

-No puedo dejar que las cosas que hace André me afecten –sentencié-. Pero no voy a perdonar y olvidar lo que ha estado haciendo a mis espaldas. Él sabe perfectamente que está más que prohibido las relaciones sexuales entre humanos y vampiros porque no podemos arriesgarnos a seguir alimentando las huestes de nuestros enemigos y, pese a ello, ha seguido haciéndolo.

La señora de los vampiros.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant