VI. Primera prueba.

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Me llevé todos los documentos a mi habitación y di orden estricta de que nadie me molestara. Notaba un nudo en la garganta con cada paso que daba hacia mi habitación; había aceptado usar la nueva identidad y, por ello, tenía que aprenderme todos los datos de la que iba a ser mi nueva vida.

André había sido muy claro al respecto: muchos vampiros habían tenido que dejar atrás sus antiguos nombres para protegerse de los dhampiros y para poder adaptarse entre los humanos. El tiempo en el que los vampiros habían sido venerados casi como a dioses había pasado y nosotros nos habíamos convertido en monstruos que poblaban las pesadillas de los niños pequeños.

Debíamos adaptarnos a esa nueva realidad y yo no podía ser ninguna excepción aunque fuera una princesa. Me debía a mi pueblo.

Dejé la carpeta sobre la cama y me masajeé las sienes con fuerza, tratando de coger ánimo suficiente para mi nuevo aprendizaje.

Primero empecé por mis antecedentes y mi nuevo origen: Elizabeth Moore era hija de un afamado empresario que se dedicaba a las ventas de mansiones de lujo y de una vieja estrella de la gran pantalla que se había retirado nada más conocer al que iba a convertirse en su marido; se casaron en secreto, ya que los medios de comunicación estaban sedientos de novedades respecto a aquella pareja que se había convertido en el centro de la polémica, y tuvieron a una niña. En este punto, las lágrimas corrían libremente por mis mejillas por el hecho de que, en aquella nueva vida, no había tenido tres hermanos.

Simplemente estaba yo.

Continué leyendo, secándome las lágrimas a toda prisa mientras me empapaba con nuevos detalles sobre la vida de Elizabeth Moore. La familia Moore había sido siempre amiga de la familia Daskalov y, desde niños, la pequeña Elizabeth se había mostrado muy interesada en el pequeño André Daskalov. Los padres de ambos, conscientes de lo que suponía este interés mutuo, animaron a los dos niños a que siguieran conociéndose; lamentablemente, a la edad de los dieciséis años, Elizabeth perdió a sus dos padres en un trágico accidente aéreo que la obligó a marcharse de Londres para irse a París con su abuela materna. La marcha de Elizabeth fue un duro golpe para André y él se había intentado ponerse en contacto con ella en varias ocasiones, sin lograrlo.

Sin embargo, y cuando el pobre André estaba a punto de darse por vencido, recibió una llamada de Elizabeth informándole que iba a regresar a Londres después de tantos años en París.

El final era más que predecible: André, encantado con la idea de volver a verla, decidió arriesgarse y pedirle matrimonio nada más verla. La pobre Elizabeth, quien había estado enamorada perdidamente de él desde que eran niños y que no había podido olvidarlo en París, no pudo negarse porque era lo que siempre había deseado. Fin de la historia.

Cerré la carpeta con un resoplido de disgusto. Estaba claro que André había tenido mucho que ver en la creación de la trágica vida de Elizabeth Moore y que había tratado de quedar como un hombre que, en realidad, no lo era. Mientras que en la historia había quedado como un enamorado empedernido que había estado dispuesto a dejarlo todo por amor, el verdadero André era una persona fría y calculadora que únicamente estaba enamorado de sí mismo.

Alguien llamó tímidamente a la puerta y, en un acto reflejo, guardé toda aquella documentación en uno de los cajones de la mesita de noche. Me atusé el pelo en un gesto estúpido y esperé a que abriera la puerta.

El rostro sonrojado de Annette se asomó por la puerta y, nada más verme, bajó la mirada, un tanto avergonzada.

-El señor Daskalov me envía a buscarla, señorita –me informó-. Quiere verla en el despacho.

Otra vez.

Si había pensado que podría pasar el resto del día descansando en mi habitación o buscando a Anya o Luka, estaba muy equivocada. El hecho de que tuviera que ver de nuevo a André no podía ser una buena señal.

La señora de los vampiros.Where stories live. Discover now