XVIII. Un castigo a la altura.

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No pestañeé siquiera cuando los vampiros se abalanzaron sobre unos sorprendidos dhampiros y se encargaron de eliminarlos sin mostrar piedad alguna; yo, por mi parte, me dirigí hacia donde se encontraba André, paralizado por el giro de los acontecimientos, y lo abofeteé con fuerza, poniendo cada pizca de rabia que tenía acumulada en mi interior.

El vampiro cayó de rodillas al suelo, alzando las manos pidiendo perdón. Como si con ello pudiera conseguirlo.

Eché la mano hacia atrás y lo volví a abofetear, arrancándole un gemido de dolor.

-¡Traidor! –le escupí.

Me hubiera gustado gritarle muchos más improperios y poder sacar así fuera todo lo que me corroía por dentro. Al fin había conseguido el movimiento que necesitaba para deshacerme de André y no pensaba desaprovechar mi oportunidad; me acuclillé hasta quedar a la altura de su rostro y le mostré los colmillos.

¿Cuál era la forma más dolorosa y divertida de matarlo? ¿Cuál conseguiría que me sintiera mucho más satisfecha conmigo misma?

Ajena a los gritos agónicos que se escuchaban a mi alrededor, centré toda mi atención en André, buscando la forma más adecuada para matarle. El vampiro aún no había dicho ni una palabra pero ¿qué iba a decir? Nada que pudiera decir podría salvarlo del destino que le aguardaba.

Los ojos de André se estrecharon cuando alguien posó su mano sobre mi hombro. Ladeé la cabeza para ver el rostro impasible de Luka, que observaba a André con un brillo de furia en sus ojos verdes.

-Quiero matarlo aquí mismo –le confesé a Luka entre dientes, devolviendo mi atención a André.

-Necesitamos que viva un poco más –recalcó el vampiro-. Puede sernos de utilidad.

Asentí con severidad y Luka ordenó a dos de sus vampiros que cargaran con André, además de esposarlo para evitar que pudiera intentar escapar; salimos del edificio en el más absoluto de los silencios y nos montamos en los coches de igual modo.

Masajeé mis sienes con insistencia mientras Luka arrancaba y nos alejábamos de allí. En los asientos traseros habían dejado a André custodiado por dos vampiros que estaban atentos a cada uno de sus movimientos. Tenía unas irrefrenables ganas de chillar y romper cosas como si fuera una niña pequeña, pero me mordí la lengua y mantuve la vista clavada en la carretera, procurando no pensar en nada más.

-Tenemos que ir al edificio de cristal, Alteza –me informó Luka, adoptando su habitual aire impasible de caballero de la Orden del Dragón.

Volví a asentir, procurando que nadie notara lo nerviosa que me encontraba en aquellos momentos. ¿Cómo debía llevar la situación? André era una fuente de información demasiado valiosa para ejecutarla sin más, Luka tenía razón cuando había dicho que debería vivir un poco más. Lo suficiente para que pudiéramos interrogarlo y averiguar más sobre qué hacía haciendo tratos con esos dhampiros.

Mi mirada se cruzó en el espejo retrovisor con la de André, que parecía apesadumbrado. Aunque no estaba segura de que aquella emoción fuera real. André era una persona capaz de fingir hasta el más mínimo sentimiento para poder obtener lo que buscaba, sin importarle lo más mínimo las consecuencias que pudieran tener sus acciones.

Sin embargo, y con su final tan cerca, ¿sería André capaz de ser sincero por primera vez?

En aquella ocasión, la planta a la que íbamos fue un sitio aterrador. Estaba incluso más abajo que los garajes y parecía haber sido ambientada para que tuviera la apariencia de las mazmorras que habían tenido alguna vez el castillo donde me críe. Yo nunca bajé a ese sitio, pero escuchaba los chismorreos de las doncellas que habían escuchado cómo se llevaban allí a los prisioneros para torturarlos y sacarles información o, simplemente, para ejecutarlos.

La señora de los vampiros.Where stories live. Discover now