Piscina

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Elisa estaba recostada en el sillón de la sala, esa chica en serio que dormía

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Elisa estaba recostada en el sillón de la sala, esa chica en serio que dormía.

Me acomodé mejor en mi sillón. La observé de arriba a abajo. Entendía porque Ginés le había visto el culo. La chica estaba que se caía de buena.

Tenía un trasero redondo, de esos que con faldas se ven increíbles. Tenía un par de pechos no muy grandes y bien levantados. Los labios carnosos, los ojos grandes y azules... Era guapísima.

— parece que no soy el único que le ve el culo a la nueva —se burló Ginés entrando a la sala con un tazón de helado. Miré mi teléfono de nuevo e ignoré lo que dijo— tienes que admitir que es inevitable. La hija de puta tiene lo suyo
— Ginés, no nos metamos en problemas. Dejémosla en paz —me puse de pie y caminé fuera.
— bueno, pero si ella me provoca entonces no estaré haciendo algo malo... Y no me podrás detener —rió, rodé los ojos y subí a mi habitación.



Desperté de mi siesta, estaba en el sillón de la sala

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Desperté de mi siesta, estaba en el sillón de la sala. Me estiré y miré a mi al rededor.

No había visto que había una puerta de cristal, y detrás había un patio con una piscina.

Sonreí, me levanté y subí a mi habitación. Eran como las 9 de la noche. Pero tenía ganas de nadar.

Me puse mi traje de baño negro y bajé corriendo. La piscina tenía calentador, así que lo encendí, medí la temperatura y  me até el cabello en una coleta.

Iba a tomarme un tiempo de relajación aquí, estaba segura de eso.



Bajé a la cocina, tenía un poco de hambre y estaba aburrido

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Bajé a la cocina, tenía un poco de hambre y estaba aburrido.

Salí de la cocina, escuché ruido afuera. Miré en esa dirección, Elisa estaba parada a la orilla de la piscina con un bikini negro que cubría muy poco.

Sentí un calor dentro de mí, esa chica me ponía cachondo rápido.

Salí, apenas abrí la puerta ella se giró a mirarme. Sonrió y alzó la ceja

— ¿Planeas entrar o solo te gusta ver el agua? —le dije con gracia, ella rió
— Iba a meterme justo ahora, ¿Quieres acompañarme? —preguntó, pensé un poco.

Estar con una chica sensual, en un piscina, con un bikini pequeño... Sería tonto si dijera que no.

Asentí

— iré ponerme un traje —dije, ella me tomó de la mano
— ¿Quién eres? ¿La reina Isabel? —se rió, rodé los ojos— solo quitate la camiseta y el pantalón.
— ¿Cómo? —alcé la ceja, se acercó y me levantó la camisa sin pasar de acariciar mi abdomen ligeramente.
— así —susurró cerca de mi cara, mi respiración se agitó.
— ¿Quieres quitar mis pantalones también? —pregunté de vuelta, ella rió
— Esos quitalos tú, te espero dentro —se alejó y brincó al agua.

Sonreí de lado, con que eso le gustaba, provocarme.

Me quité el pantalón dejándome solo en boxer, caminé hasta la orilla y brinqué dentro también.

Saqué la cabeza y peiné mi cabello, Elisa estaba recargada contra la orilla. Me acerqué a ella y me puse de cara a la suya.

— Vaya abdomen te cargas —soltó, puso sus manos en mi pecho y las fue bajando hasta la orilla de mi boxer. Me pegué a ella
— cargo con cosas mejores —susurré, ella sonrió.

Nuestras respiraciones chocaban, podía sentir su aliento. Pero como había previsto, se alejó. Sonreí de nuevo.

Me giré y la ví como nadaba hasta la otra orilla.

Me miró, alzó la ceja y sonrió.

Me acerque, me paré junto a ella y suspiré. No negaré, que llevaba una erección enorme debajo, me había excitado.

— ¿Por qué no te llevas bien con tu hermana? —preguntó, suspiré
— porque ella no tiene tiempo para hablar conmigo. Siempre está en sus cosas, o me ignora. Y yo pues... Le hago lo mismo —alcé los hombros— ¿Qué cosas te gustan hacer? —pregunté ahora yo
— Cantar, leer, follar —sonrió. Reí
— creo que te puedo ayudar con la tercera —dije preso del deseo. Ella negó
— No puedes, eres mi nuevo hermano —se hundió y comenzó a nadar lejos. Rodé los ojos e hice lo mismo. Elisa salió y salí junto a ella.

Se abrazó a mis hombros y subió sus piernas a mis caderas. Mi erección le rozó la entrepierna. Jadeó

No la dejaría ir esta vez. La tomé de la nuca y la besé. Ella ni tonta ni perezosa me besó también moviendo la cadera para rozar su entrada con mi pene por encima de la ropa.

Se separó, sonrió y se detuvo.

— nosotros no somos hermanos, porque los hermanos no se ponen cachondos el uno al otro —susurró contra mis labios y nadó hasta la orilla, subió las escaleras y salió de la alberca— descansa rubio —soltó una risa.

Tomó la toalla que estaba colgada en la puertilla y entró a casa.

Está chica iba a volverme loco.



Abrí mis ojos con pesadez, anoche había sido divertido provocar al rubio

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Abrí mis ojos con pesadez, anoche había sido divertido provocar al rubio. Aunque al final me había gustado y no quería parar, pero tampoco iba a follármelo tan pronto.

Me levanté de la cama y bajé en pijama hasta la cocina. Sara estaba frente a la estufa con una espatula en mano.

— Buenos días guapa —dije y me recargué a su lado, me miró sonrió y siguió en lo suyo.
— Buenos días —sacó el huevo de la sartén y lo puso en un plato— ¿Quieres uno? —apuntó, asentí— Dale, pásame un huevo —abrí la nevera y se lo pasé
— haré una malteada, ¿Quieres? —pregunté, asintió. Saqué el helado de la nevera, la leche y un par de fresas.

El rubio se hizo presente y nos miró

— Buenos días —dijo serio, nos miramos con una sonrisa y seguimos en lo nuestro.

Sara nos miró raro, pero siguió en lo suyo también.

— Pensaba ir a comprar ropa hoy, ¿Vienes? —me miró Sara, asentí— ¿Tú rubio?
— No, tengo que ir con Chemi a hacer un par de cosas. Quizás las alcancemos allá —Sara asistió y siguió cocinando.
— Tu amigo Chemi está bueno? —pregunté con una sonrisa
— vete a la mierda —respondió el rubio riendo.

Lɪᴛᴛʟᴇ sɪsᴛᴇʀ ~ Wᴀʟʟs ʏ Sᴏᴄᴀs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Where stories live. Discover now