Enamorado

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- coño chicas, ¿Pueden darse prisa? -gritó Javier, Sibel y yo lo miramos mal y seguimos caminando a nuestro paso normal

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- coño chicas, ¿Pueden darse prisa? -gritó Javier, Sibel y yo lo miramos mal y seguimos caminando a nuestro paso normal.

Habíamos llegado a México recién, estaba cansada y no me sentía con ganas de correr por el aeropuerto para recojer mi estúpida maleta.

Habíamos hablado con papá, quien prometió cubrirnos diciendo que el viaje era de muchos jóvenes y que no era un viaje de parejas.

Ginés se detuvo hasta quedar a mi lado, Sibel sonrió y apresuró el paso hasta llegar a Javier que la espero también y caminó más lento unos pasos adelante de nosotros.

- estoy emocionado -dijo sonriente, lo miré de la misma forma
- yo igual -respondí
- te das cuenta, que aquí podremos ser una pareja normal libre? -me tomó la mano- nadie va a juzgarnos, nadie va a mirarnos raro, no tendremos que escondernos -asentí, honestamente se sentía increíble ser libre.

Y solo una acción en protesta como tomarnos las manos me hacía sentir poderosa en ese momento.

Nos detuvimos al llegar al área donde esperas las maletas, había mucha gente ahí, afortunadamente nuestro equipaje no tardó mucho y pudimos salir a esperar un taxi lo más pronto posible.

Estábamos en Acapulco, según nos dijo Sibel. Ella era la que sabia de estos asuntos.

Nos quedaríamos en casa de los padres de Sibel, estaba un poco alejada de todo y poseía lo suficiente como para o salir en unos días.

- ahí está el coche -dijo Sib mirando su celular y luego el coche blanco que había pedido.

Se acercó y nos dejó subir luego de asegurarse que éramos quienes habían pedido su servicio através de la plataforma.

Yo miraba las calles con admiración, con emoción... Eran hermosas, el cielo era mágico.

Siempre, durante toda mi pobre niñez soñaba con viajar a otro país, o a otra ciudad. Irme lejos, respirar otro aire. No podía creer que lo estaba haciendo.

- tú carita Elisa -apuntó Sibel, Javier iba como copiloto así que se giró para mirarme.
- tu ilusión se traspasa -dijo él, sonreí ampliamente para ellos, en definitiva estaba feliz.
- Y te ves preciosa -remató Ginés, le di a mano con cariño esperando que supiera que lo amaba aunque me apenara decírselo.

Nos detuvimos en una casa grande, no había mucho a su al rededor, la verdad es que estábamos bastante lejos de la última casa que recuerdo haber visto.

- Bien, hemos llegado -sonrió, bajamos del coche y lo vimos regresar cuesta abajo. Ginés se detuvo a mi lado admirando aquella casa.

- vamos dentro -dijo Sibel y comenzó a caminar con todos detrás. Timbró y el intercomunicador soltó la monótona voz robótica de dentro.
- Señorita, ahora le abro -dijo la voz, la puerta hizo un ruido y Sibel entró.

Todos la seguimos, honestamente, estaba un poco incómoda, me sentía hasta cierto punto como si estuviera de más.

- Venga, entren -la obedecimos, la casa por dentro era preciosa, era sin duda alguna algo digno de una única hija de unos de los empresarios más adinerados de España. Vaya, que no sorprendía la casa.

- yo no sé ustedes, pero yo estoy muy cansada -dijo Sib- así que iré a dormir un poco -asentimos- para evitar molestias, ustedes dormirán del otro lado de nuestra habitación, vale? -asentí riendo.

Sibel subió hasta una habitación en el lado izquierdo del segundo piso.

Javier nos guió hasta nuestra habitación, en el lado derecho.

- bien, volveré con Sib -asentimos y él salió.

Miré a Ginés, este me sonreía coqueto desde su lugar.

- por fin -dijo y se acercó a besarme mientras me abrazaba con cariño. Me aferré a su nuca, estaba encantada con él, está era una aventura que hacía aún más excitante nuestra relación.

Estábamos escapando de lo común, de lo cotidiano, estábamos rompiendo los esquemas de la gente.

Éramos dos hermanos, que aunque la sangre no nos unía, si que llevábamos los mismos apellidos y legalmente era extraño.

- te quiero mucho, Elisa -dijo Ginés una vez que nuestros labios dejaron de besarse, sonreí un poco
- Yo igual, Ginés -susurré y volví a besarlo.

Me levantó hasta su cadera, enrollé mis piernas y le seguí besando.
Extrañaba mucho esto, extrañaba lo de antes.



Abrí uno de mis ojos lentamente, la habitación estaba obscura, pero podía percibir la silueta de Elisa a mi lado

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Abrí uno de mis ojos lentamente, la habitación estaba obscura, pero podía percibir la silueta de Elisa a mi lado. Sus caderas en contraste con su cintura, sus hombros relajados, como subía y bajaba su pecho con cada respiración.

La admiré como si se tratara de una obra de arte, porque para mí lo era. No había visto algo tan bello como la belleza que poseía ella. Era natural, era notoria, tenía una belleza obvia que encantaba. Me había hechizado.

Con las yemas de mis dedos me permití tocar su tersa piel y me sentí bendecido como a quien se le permite tocar el cielo con sus propias manos. Vi sus bellos erizarse, porque aunque parecía una diosa, aunque la veía tan inmortal e inalcanzable, tan divina y tan santa... Seguía siendo humana.

Sin duda alguna me había enamorado de ella, de cada rincón de su cuerpo, de cada partícula de ella. De su mente, de su forma de ver la vida, de pensar, de sentir... Me había enamorado de su cuerpo y de su alma, de su espíritu y de su físico, de ella completa.

Abrió lentamente sus ojos ante mi tacto, sus pupilas me iluminaron, en sus ojos se veía el mar, en sus ojos había paz. Su mirada te provocaba pero a la vez te hacía amarla.

Era ella la fusión de un ángel en el cuerpo de un demonio, era atractiva para el ser humano pero era destructiva a la vez. Podía hacerte daño con una sola palabra y podía curar todas tus heridas con un beso...

Sabía que hablaba locuras, sabía que este era un yo que jamás antes había visto y hasta cierto punto me sorprendía, pero no había más que pudiera hacer, yo la amaba.

La veía como algo etéreo, la veía como una deidad. No quería que se alejara nunca de mi, porque ya no sabía cómo estar sin ella... La amaba.

Lɪᴛᴛʟᴇ sɪsᴛᴇʀ ~ Wᴀʟʟs ʏ Sᴏᴄᴀs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Where stories live. Discover now