Ukelele

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— Solo iremos a tirarnos en la playa? —preguntó Javier, Sibel asistió y se acomodó el sombrero

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— Solo iremos a tirarnos en la playa? —preguntó Javier, Sibel asistió y se acomodó el sombrero.
— Sí, luego por la tarde comeremos en algún restaurante cerca y finalmente por la noche podemos jugar al billar y escuchar música toda la noche, puedo conseguir tequila y beber.
— suena a un gran plan —sonrió Elisa.

Todos tomamos nuestros pequeños equipajes, que eran dos mochilas y dos bolsos.

Elisa nos había advertido que ella odiaba asolearse, y que ella usaría tanto bloqueador como pudiese y que además,no entraría por mucho tiempo.

A mí la verdad una bronceada no me caería mal. Mi piel necesitaba esa vitamina y ese tono dorado que combinara con mi cabello.

Las chicas subieron en el Jeep, Sibel como conductora y Elisa atrás de ella, Javi subió junto a Sibel y yo junto a mi chica.

— ¿Por qué no te gusta broncearte? —preguntó Sib sin mirarla ya que conducía.
— no lo sé, pero odio la sensación de incomodidad que me queda luego de broncearme, además... Mi piel palida me queda mejor —rió.
— la verdad, a mí tampoco me gusta mucho broncearme —dijo Javi mirándonos através de sus lentes de sol.
— Vale, pues te quedas conmigo en la sombra, que opinas? —propuso Elisa, Sibel soltó una risa y me miró por el retrovisor
— tocará estar solo nosotros dos como en los viejos tiempos —alzó la ceja— esta vez no te enamores de mi, vale?
— ¿Cómo voy a enamorarme de ti si tengo a la mujer más hermosa que existe? —miré a Elisa, ella sonrió.
— no te la vas a coger —respondió Sibel echándose a reír.
— tú qué sabes bro —soltó Elisa con una sonrisa de lado.

Amaba esto.



Javier y yo estábamos tirados en la arena bajo una casa hecha con palma que habíamos conseguido

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Javier y yo estábamos tirados en la arena bajo una casa hecha con palma que habíamos conseguido. Ambos mirábamos como nuestros novios jugaban en el agua, y de vez en cuando miraban para acá, saludaban y hacían gestos.

— ¿Sobre qué me estoy recargando? —dije observando lo que me estaba molestando desde hace un rato.

Levanté el ukelele y miré a Javier confundida

— es el ukelele de Sibel —respondió, seguía confundida.
— no sabía que Sib tocaba esto —reí y lo dejé delante de nosotros.
— no lo hace —hice una mueca, estaba muy perdida— Sibel lo trajo para que Ginés lo tocara.
— Wow, tampoco sabía eso —dije con gracia, casi un año viviendo con él y no sabía que tocaba el ukelele.
— por dios Elisa, si Ginés se la vive componiendo canciones y tocando la guitarra —dijo riendo, me eche a reír a la par.
— ya, y sé que tiene como 10,000 guitarras pero no tenía idea que también tocaba el ukelele —volví a mirar al frente, Ginés se iba acercando a nosotros.

Lo observé, amaba su abdomen ligeramente marcado, y su cabello alborotado.

Me sonrió, vaya sonrisa más bonita tenía el cabrón. Se detuvo frente a mi y me miró.

— vale, te lo voy a dejar así —empezó— o te metes por tu cuenta ahora mismo o te levanto y te meto yo. —sonrió
— mejor me la metes tú —le guiñé tratando de entrar en otro tema para evitar que me obligara a entrar al mar.
— eso luego, cariño, de momento al agua —soltó una risa.
— vale, está bien —dije y me puse de pie, Ginés sonrió un poco y luego, me eché a correr lejos de él.

Corrió tras de mi a toda velocidad hasta que me alcanzó no muchos metros lejos de donde había empezado nuestra carrera.

Me puso ambas manos en la cintura y me besó. Me deje llevar por la romántica escena que estábamos marcando. Lo dejé levantarme y luego, me separé.

— acompáñame al agua, por favor —pidió sin separar su nariz de la mía, su aliento chocó contra el mío.
— vale, está bien —dije con un poco de gracia y caminé de la mano de él hasta donde estaban Sibel y, ahora también, Javier. 

En palabras de Sibel, tanto Javier como yo estábamos enculados.



— bien, ahora tocanos algo —dije yo mirando a Ginés, alzó la ceja
— a ti te toco lo que tú me pidas —sonrió de lado y me guiñó un ojo.
— aquí no por favor —se metió Javier, lo miramos serios y Sibel solo rió.
— uh, toca esa canción que escribiste hace como 2 meses —le pidió, Ginés asistió y comenzó a afinar las cuerdas del instrumento.

Yo lo miraba con admiración, esperando con ansias para escucharlo cantar algo que había sido escrito por él.

— venga vamos —apresuró Sibel.
— aquí voy —se preparó y comenzó a tocar.
— Yo ya no quiero los besos al llegar —los acordes acompañaban su melodiosa voz que hasta ahora descubría, sonreí ampliamente, Ginés seguía concentrado en lo suyo, y se veía la pasión en sus ojos cuando tocaba— ni guardar la forma por compromiso... solo quiero irme a tu cama y atacar sin previo aviso, no se lo que se dijo, pero vuelvo a repetir... —me miró, su sonrisa iluminó mi vida y sin quererlo, sentí que esta canción me sacaba las lágrimas. No sabía si la había escrito para mí, pero sentía que la canción era mía, y me acaloraba el corazon— Áhogame en un vaso de aniz, cierrame el dolor y la pena, cambia de rutina por mi... mientras que mis excusas se queman... —siguio tocando, Sibel estaba sonriendo mientras me miraba a mi, en verdad era preciosa su voz— Ahogame en un vaso de aniz, cierrame el dolor y la pena, cambia de rutina por mi-i-iii —se detuvo.

¿Qué pasa? —me dijo preocupado, limpié mis lágrimas y lo abracé sin decir nada. Solo quería abrazarlo.
— dios, es preciosa la canción, y tu voz y como tocas... —susurré
— La escribí para ti —murmuró de vuelta, me separé para mirarlo a los ojos— la escribí porque creo que es todo lo que siento desde que te conocí. Te amo mucho, y me gustaría que nadie nos juzgase por amarnos, me gustaría poder ser tu novio en público como ahora pero todo el año, toda la vida —me acarició la mejilla.

Mierda, yo también quería eso.

Lɪᴛᴛʟᴇ sɪsᴛᴇʀ ~ Wᴀʟʟs ʏ Sᴏᴄᴀs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora