no es más un desconocido

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La fiesta estaba en el punto más interesante, todos bebían de sus copas y no nos ponían atención

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La fiesta estaba en el punto más interesante, todos bebían de sus copas y no nos ponían atención.

Sentí unas manos escabullirse por mi abrigo al rededor de mi cintura, me giré de prisa.

— Ginés, ¿Qué mierda crees que haces? Tus padres nos van a ver —mencioné, el rubio cabeza de triángulo solo sonrió y siguió aferrado.
— Mi padre lo sabe —soltó, abrí mis ojos a tope y me separé de él. Me miró raro, y hasta cierto punto ofendido de que me hubiese separado.
— ¿¡Qué?! —grité, Ginés me tomó de la mano y me jaló dentro del lugar.

Era un cierto muy muy pequeño, apenas cabiamos los dos y los objetos de limpieza.

— escucha, yo no le dije nada —suspiré— él lo descubrió, pero cree que está bien y nos va a ayudar a escondérselo a mi madre —sonreí— somos un poco más libres —se acercó. Me besó lentamente y me pegó a él.

Aunque me aterraba la idea, no podía evitar sentirme mucho más relajada con el asunto. Al menos ahora es un persona menos a la que mentir.

— ¿Sabías que te quiero mucho? —murmuró, reí un poco y lo abracé
— yo te quiero un poco más —suspiré un poco de su aroma— ahora tenemos que salir de aquí antes de que alguien nos encuentre aquí y le diga a tu madre que sus dos pequeños se estaban besando en un armario.
— Me gustaría... —lo miré— na olvídalo, es muy tonto —rió
— como tú —solté una pequeña risa y abrí la puerta, con cuidado de no ser vista salí de ahí y luego, esperé a que saliera él para caminar de nuevo a dónde estaba la gente.

El padre de Ginés a lo lejos me sonrió, y por alguna razón... Mi corazón latió más fuerte, y lo sentí hacerse más grande.



Cuando se hizo de madrugada, mis padres nos enviaron en coche a casa

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Cuando se hizo de madrugada, mis padres nos enviaron en coche a casa. Elisa se había quedado dormida sobre mi hombro y ahora mismo debía cargarla para llevarla a su habitación.

— ahí tienes bro, eso es lo que se debe hacer cuando se tiene una novia —se burló Sara.

Ana la abrazó y se recargó sobre ella.

— anda tú, deja de burlarte de tu hermano y vamos a dormir —asintió y vi a ambas subir las escaleras e irse.

Tomé a Elisa en mis brazos con cuidado y subí las escaleras, ella llevaba su bolso aferrado al pecho, y una cara de relajación que envidiaba. Yo ahora mismo tendría que lidiar con mi insomnio habitual.

Abrí la puerta de su habitación, la recosté en su cama y desabotonó su falda, Elisa se giró dejándome su espalda a la vista, bajé el cierre de su camisa y se la quité, le quité la falda para que durmiese más agusto.

Una vez que la dejé en ropa interior luchando con mi interior por no despertarla para hacer algo más, la cubrí con su edredón y caminé fuera de su habitación.

Me detuvo su teléfono sonando, me acerqué a ver quién era, un número desconocido. Contesté, puesto que podía ser una emergencia, pero nadie hablaba. Seguro era el número este que molestaba a Elisa desde hace unos días.

— ¿Quién habla? —dije yo, escuchaba las respiración lenta del otro lado y me provocaba cierto escalofrío.
— Aléjate de mi hija —habló aquella voz ronca y molesta, me quedé petrificado.

¿Cómo sabía este hombre que estaba yo saliendo con Elisa? ¿Por qué después de todo lo que le había hecho estaba llamándola pero sin decir nada?

— ¿Disculpe? —hablé cuando pude mover mis labios y cuando la voz regresó a mi.
— Aléjate de ella, y no te atrevas a confesar que soy yo quien hace las llamadas... Sé dónde vives, sé todo de ti... Te lo advierto, no quieres tener problemas conmigo —finalmente, el pitido que indicaba que me había colgado se hizo presente.

Sentí miedo, y paranoia, no sabía que hacer en ese momento, ni con quién hablar... Tampoco sabía que mierda estaba pasando, ni como actuar.

Sentí mis piernas débiles, y el cuerpo comenzó a sudarme por completo.

¿Cómo se supone que iba a pretender que no había pasado nada?

Un suspiro de Elisa me devolvió al mundo, me giré a mirarla, ya  pacífica, tan tranquila. No tenía ni puta idea de que su padre nos había estado espiando a todos, y que era quien la estaba llamado.

En este momento, me importaba un comino lo que fuese a pasar, necesitaba que ella me abrazara. Porque tenía miedo, y sabía que ella era mi una tranquilidad.

Me quité los zapatos y el saco y me acosté  su lado bajo la cobijas, puse mi cabeza en su pecho y sentí como ella por inercia me abrazó.

Mira si ella tenía un efecto impactante en mi, que era la única persona en todo el mundo que podía enviarme a dormir a una hora temprana para mí.

Cerré mis ojos, suspiré un poco y me quedé dormido.



Mientras mamá hacía el desayuno, Ana y yo veíamos televisión

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Mientras mamá hacía el desayuno, Ana y yo veíamos televisión.

Anoche nos habíamos ido a dormir un poco más tarde de lo usual. Y ahora me sentía muy cansada.

— Sara, ¿Puedes ir a despertar a tus hermanos? —asentí— necesito despedirme de ellos.
— ¿Te vas de nuevo? —asintió— ¿A dónde?
— Iré sola a Málaga, tu padre se quedará con ustedes —asentí— anda, ve a por tus hermanos.

Subí las escaleras hasta la habitación de Elisa que era la que me quedaba más cerca. Para fortuna mía, ambos estaban ahí, abrazados, se veían tan lindos.

Los sacudí a ambos, Ginés abrió uno de sus ojos verdes y me miró, Elisa abrió ambos.

— mamá dice que bajen, debe irse —asintieron.

Elisa se estiró un poco y se sentó.

— ¿En qué momento me quité la ropa? No lo recuerdo —reí
— Obviamente no lo hiciste tú —dije y miré a Ginés
— cabe recalcar que lo hice por tu comodidad no porque me encante dormir sobre tus pechos —alzó los hombros.
— sí claro, rubio, que te lo crea dios —Elisa se levantó— pero mira, si me has quitado hasta la falda —negó, caminó hasta su armario y tomó un short y una camiseta y se los puso— bajemos a desayunar antes de que este tipo vuelva a desnudarme —los tres reírnos.

Al menos era bueno que estuvieran ellos dos felices...

Lɪᴛᴛʟᴇ sɪsᴛᴇʀ ~ Wᴀʟʟs ʏ Sᴏᴄᴀs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)Where stories live. Discover now