Capítulo 4

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Unos golpes en la puerta me hacen brincar en la cama, estaba muy dormida como para no exaltarme.

—Luzbel —oigo una voz mientras siguen golpeando la puerta —, muévete, el juicio comenzó antes de tiempo.

La puerta se abre y otro ángel entra la habitación, Rafael se queda con la palabra en la boca al mirarnos, y sus nervios se hacen presentes al instante.

—Lo siento... — se disculpa —, yo... es que...

—Está bien — digo mirándole a los ojos para deje de balbucear.

—Levántense, el juicio está por comenzar.

Rafael abandona la habitación y ambos nos paramos de la cama deprisa.

Recojo mi ropa del suelo y comienzo a ponérmela al tiempo que camino hacia la salida.

Paso frente a Luzbel y bajo las escaleras casi de un salto, oigo a Luz seguirme rápidamente, sin embargo ninguno de los dos corre del todo.

Vuelvo a bajar escaleras y por fin me rebasa.

Uriel al fin será sacado de aquí, y eso es algo que ni Luzbel ni yo nos podemos perder. Tal vez nos veamos demasiado malditos disfrutando de ello, pero no es como si Uriel fuera muy buen tipo y no se mereciera lo que por fin va a recibir.

Entramos al salón y dejamos de ir tan rápido, todos nos miran un momento antes de regresar a lo que estaban.

La puerta se vuelve a abrir, esta vez son los tres arcángeles los que entran encadenados.

Miguel, Gabriel y Nuriel vienen acompañándolos, y les veo empujarlos para que vayan más rápido.

—¿Ya te despediste de tus alas? — pregunta Luzbel acercándose a Uriel —, porque no son tuyas, y lo que es de edén, se queda en edén.

—Eso también aplica en el infierno — contesta y me mira.

—Cierra la boca ya, Uriel, o... ¿cuál dices que es tu verdadero nombre?

Uriel no contesta, sólo mira con seriedad a Luzbel mientras se queda callado.

—Bellum — respondo yo —, guerra. Seguramente le pusieron ese nombre porque la guerra es lo que una rebelión provoca. Y su padre es Belial, la rebelión.

—Que inteligente eres, Alaia — observa Uriel sonriéndome.

—Lía — corrijo.

—Para mí has vuelto a ser Alaia. No lo sé, "Lía"... quien sabe, me suena a nombre de humana, perfecto para una niñita que no rompe ni un plato. No para una rompecorazones de primera.

—Te golpearía, pero supongo que con el golpe de tu caída será suficiente — interviene Luzbel bastante enojado, pero conteniéndose.

—En efecto. Pero quién sabe, igual y alguna humana curiosa me quiere ir a salvar al bosque.

—Si yo fuera tú, preferiría que nadie fuera a investigar qué eres, porque en cuanto te vea alguien te mata.

—No estaría tan seguro de ello, después de todo siempre hay traidores en el mundo.

—Para ejemplo tú, ¿no?

—Puede ser.

Metatrón me empuja para desencadenar al ángel con el que estábamos hablando.

Me molesto por ello, pero prefiero quedarme callada.

—No vuelvas a empujarla — sentencia Luzbel tomando al arcángel de la muñeca para mirarle a la cara.

Edén Where stories live. Discover now