Capítulo 19

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Esperamos pacientes, sin embargo nada pasa.

A pocos kilómetros de mi casa, un poco adentrados al bosque decidieron alzar la ciudad regalada por mi padre a los nefilims.

La realidad no es algo demasiado grande, y consta de unas cuantas cabañas de madera donde los pequeños duermen.

Está rodeada por una cerca de madera que debe llegarme por la cintura aproximadamente.

Y todos cuidados por potestades, sin embargo ahora hay más ángeles que antes.

La amenaza que representa Uriel ahora que Angelus está en sus manos es gigante. Sé que podría ni siquiera pensar en pararse por aquí, pues imagino que eso sería algo demasiado apresurado.

Sin embargo, de Uriel siempre debo esperar cualquier cosa.

—Deberíamos comenzar a buscarlo — dice Luzbel acercándose a mí —, no creo que Uriel venga ahora, y aunque lo haga los demás se encargarán de todo.

—¿Dónde vamos a buscarlo?

—Podríamos empezar por ir al abismo... no hay muchos lugares más donde Uriel podría estar.

—Está bien, vayamos — cedo, pues tengo que hacer algo más que quedarme parada esperando.

Nos alejamos del resto y repetimos la misma acción de siempre.

A los pocos segundos hemos abandonado la tierra y nuestra búsqueda comienza.

Quiero estar segura de que el imbécil de Uriel no está aquí, por una gran parte sería algo absurdo quedarse en el lugar donde van a encontrarte. Pero me resulta igual de tonto ir a donde los niños están.

En resumen, la realidad es que me parece estúpido ser Uriel.

Esta vez no habrá ninguna víbora arrastrándose junto a mí que quiera indicarme dónde está el demonio que busco.

Para mi mala fortuna, los buenos del infierno han decidido ser buenos en otro lugar.

Así que, sea quien sea a quien encuentre aquí, no será agradable.

La única persona buena a la que podría encontrar es a mi madre, y eso, por algún motivo me resulta difícil. Esta vez no me siento con la suerte de encontrarla aunque la vi hace horas.

Algo parecido a una explosión surge a escasos dos metros de donde estoy. Del humo oscuro que se eleva sale una persona.

—¿Me buscabas? — pregunta y Luzbel alcanza a detenerme antes de que me le vaya encima.

—¿¡Dónde está!? — bramo intentando liberarme de Luz.

—¿Quién? — pregunta como si no supiera de quién hablo —, ah, cierto, disculpa, estás preguntando dónde está mi hijo, ¿no es cierto? Pues, está por ahí. Pero no te preocupes, está perfectamente, no creerás que yo me atrevería a hacerle daño, ¿verdad?

—¿Tú? Eres un maldito hijo de puta, de ti podría creer cualquier cosa, ¡cualquiera!

—Vamos, Alaia, recuerda que ese niño es mi hijo. Lleva mi sangre en las venas, no sería capaz de hacerle daño.

—Eres un traidor, eso haces, dañas a tu propia gente sin importar nada. Deja de ser tan hipócrita, tú no quieres a Angelus, lo único que te interesa de él es tu maldito ejército.

—Vamos, Alaia, eso no es cierto. ¿Sabes? Cuando lo tuve en mis brazos por primera vez, lo supe. Supe que lo quería y que no le haría daño. Creo que sabes a lo que me refiero. Cuando lo tuviste en los brazos por primera vez, todo para ti fue diferente, aceptaste tenerlo, aceptaste cuidarlo y amarlo, lo aceptaste con los ojos cerrados sin importar que tenías a la misma muerte en los brazos. ¿Ves? Así me ha pasado, no voy a negar que ese niño fue un plan desde el inicio, pero ahora que lo tengo, lejos de un plan es mi hijo.

—¡Angelus no es tu hijo! No me interesa si tiene tu maldita sangre, ese niño no es tu hijo.

—¿Angelus? No, pequeña, mi hijo no va a llevar el nombre de un ángel. Mi hijo se llama Beliel. Ya sabes, en honor a mi padre, y en señal de que él va a ser la rebelión real.

Al parecer Luzbel deja de ejercer fuerza para retenerme y me voy contra Uriel al instante.

Lo golpeo y ni siquiera intenta defenderse o atacarme.

—Ese niño es mi hijo — digo sin poder detener más mis lágrimas —, él es mi hijo, ¡mío! ¿Entiendes? Voy a recuperarlo a como de lugar, y no me interesa cuanto tiempo pase, voy a matarte, voy a matarte a ti y toda tu maldita familia, voy a acabar con la maldad real del mundo aunque tenga que morir también.

—Entonces espero que en este corto o largo tiempo te prepares para acabar con todos. Porque, ese pequeño por el que estás peleando también es parte de nosotros.

—Tu sangre no lo hace parte de ustedes.

—¿Eso crees?

—Estoy segura.

—Yo solo voy a decirte una cosa, Alaia. Ese niño, quieras llamarlo mi hijo o no, esté conmigo o no, tiene mis genes. Tiene los genes de un traidor, y del producto de odio y maldad contra tus tierras. Sólo piénsalo. Él es la maldad en persona, no la maldad que todos tenemos. La real, la que te ve con ojos llenos de amor, que te toca con dulzura, y te habla suavemente. Pero al final — me toma de la ropa y me pega completamente a él —, al final te arranca el corazón.

Dice en voz baja pero violenta tan cerca de mi rostro que siento su aliento rozarme los labios.

—¿Recuerdas que me dijiste qué era un traidor? Los traidores normalmente traicionan a los suyos. Así que cuida bien tu corazón, y yo cuidaré el mío.

Edén Where stories live. Discover now