Capítulo 26

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—¿Qué tal? — pregunta Uriel —, ¿te sorprende? Ahora estoy compitiendo con él. Esta vez no compito para saber si el mejor eres tú o yo. Ahora somos él y yo.

—¿Qué se supone que están haciendo?

—Ambos queremos tu cabeza, Luzbel, así que pasará, sólo que el mejor será el que lo consiga.

—¿Puedes imaginarte que reconocimiento tendré cuando yo tenga las suyas? Serán mi mayor logro hasta el momento. Porque vamos, Uriel, si sus padres no han logrado derrocarme, ¿qué les hace creer a ustedes dos que lo lograrán?

Dicho esto pasa de largo y veo que va directamente a ellos, lo que no sé si me parece valiente o un suicidio.

Mientras le sigo noto que hace algunas señas, Miguel y Abaddon llegan a su lado sin hacer preguntas y caminan a la par de Luzbel.

Me apresuro y me pongo a su lado izquierdo sin entender aún lo que quiere hacer.

Luego de avanzar varios metros, y dejando bastantes entre ellos y nosotros, decide detenernos.

Le miro y observo que le hace una seña a Miguel.

Éste asiente y le veo estirar hacia arriba la mano derecha con la espada en ella apuntando hacia el suelo.

Ellos también se han detenido, y luego de unos segundos de que Lilith nos mire, alza la mano también y la guerra se detiene completamente.

Luzbel avanza un paso y se queda callado un momento más.

—Detengamos esto ahora — habla por fin —, iniciamos una guerra sin fin que jamás va a conseguir nada. Detengámonos y volvamos a ser lo que fuimos hace hace poco, sin intervenir en el lugar del otro.

Me sorprende darme cuenta que Luzbel está intentando detener la guerra, pero no esta, la guerra que empezó desde que él cayó.

Lilith esboza una sonrisa y lo mira directamente antes de avanzar en nuestra dirección para poder estar más cerca.

—Tienen dos días para traer de vuelta al hijo de Bellum. Si para ese tiempo él no está aquí, van a sufrir las consecuencias. Una vida por una vida. Y por tu guerra no te preocupes, terminará muy pronto.

(...)

—Creo que antes de cualquier otra cosa deberías relajarte — opina Belcebú muy tranquilo mientras está sentado en los escalones del palacio.

—¿A qué te sonó esa amenaza? — pregunta Luzbel deteniéndose por fin.

—A que tienes que entregarle a ese niño o alguien más va a sufrir las consecuencias.

—No voy a dárselo.

—Ya lo sé, nunca dije que lo hicieras. Incluso apoyo que no lo hagas, pero tienes que estar preparado para cuando cumpla su amenaza. Y para estar listo debes estar tranquilo.

—¿Qué crees que haga?

—Sus palabras fueros claras: una vida por otra vida. Si ustedes le quitaron a ese niño, ella les quitará algo, o mejor dicho a alguien.

—¿Qué vamos a hacer? — pregunta él para nosotros dos.

—Esperar, mientras las cosas no ocurran no puedes hacer nada. Es eso o darle al niño.

—Nunca voy a dárselo.

—Entonces espera.

—Dio dos días, eso significa que hoy y mañana serán días de calma, para pasado mañana deberemos estar alertas.

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