Epílogo.

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Segundas oportunidades. Muchas personas piensan que entregar segundas oportunidades es perder el tiempo.

Yo concluí que las segundas oportunidades son incluso mucho más importantes que las primeras. Todo puede cambiar en un segundo, pero nunca lo sabremos si no corremos el riesgo de ir por ella una segunda vez más.

En medio del desastre, y del caos, nuestros destinos coincidieron. En medio de las circunstancias, en medio del honor, del dolor, de la oportunidad... conocí al hombre que hoy se convertiría en mi esposo.

El dueño de mi segunda oportunidad.

El dueño de aquellos tatuajes amedrentadores, y personalidad de hielo.

El padre de mi hijo.

Me miro a través del espejo, y se me hace inevitable no querer llorar. Solo basta una palabra para unir las vidas de las personas para siempre. Y nosotros dos, éramos los dueños de aquellas palabras.

Si hubiese decidido resignarme a la muerte de mi padre, y simplemente puntualizar a Drac como el asesino de mi padre, nunca hubiese conocido a Dominik. Tal vez nunca me hubiese enamorado de cada una de sus cicatrices, y de cada uno de sus temores. Amar cada sombra de él, me hace feliz.

Porque, joder, he estado toda mi vida esperando por esta segunda oportunidad. Traspasando muros, y abriendo puertas a personas equivocadas. Buscando el amor hasta que lo encontré a él en el más catastrófico de los escenarios.

Daniela termina de acomodar el velo que rueda por el suelo, y me sonríe por medio del espejo. Sus manos presionan ligeramente mis hombros.

—Te ves preciosa. Se va a morir cuando te vea —me dirige una sonrisa.

Le echo un vistazo al vestido blanco que se ciñe a mi cuerpo, y apenas permite notar los cuatro meses que tengo de embarazo.

—Tú también estás preciosa, Daniela —alzo las cejas, socarrona—. Joe también infartará al ver a su guapísima novia.

Sus mejillas se ruborizan, y ella se encarga de cubrirlas con su cabello.

—Más le vale. —ríe, y me ofrece su mano para levantarme. Sus ojos azules escanean mi rostro—. ¿Te encuentras bien?

Debo inhalar con profundidad para aislar las lágrimas.

—Sí. Solo que se me hace una locura pensar en que después de todo lo que ha sucedido, finalmente, vamos a casarnos. —confieso.

El recuerdo de la noche en la que me pidió matrimonio vuela a mi mente. Estábamos en la terraza de la casa de Joe. Era navidad. Habíamos realizado una pequeña celebración para recibir año nuevo, y aunque no le veía sonreír desde que Gunter murió, esa noche fue diferente.

Justo cuando el año acabó me dijo que quería arrancar las páginas, y empezar una nueva historia junto a mí. Una historia llena de páginas felices, llena de amor, llena de nuevas oportunidades; y me pidió ser su esposa.

Jamás olvidaré esa noche.

—Merecen ser felices, Amber. Han pasado por demasiadas cosas. —ella me dedica una sonrisa, y me tiende el ramo de rosas blancas que combinan con mi vestido. Me enjuago una lágrima, y sonrío—. Ya es hora de empezar a vivir esta nueva oportunidad que la vida les ha regalado.

Ella tiene razón.

Es hora de olvidar el pasado.

Es hora de superar nuestros temores, y vivir.

La hora de marcharnos a la iglesia llega, y no miento cuando digo que ardo de los nervios. Siento un hundimiento en el pecho que sé con certeza que pronto estará lleno. En la entrada de la iglesia, me recibe papá. Él va ataviado de traje, y corbata. Su cabello atestado de canas hacen refulgir el gris de sus ojos.

Papá me estrecha entre sus brazos, y Daniela se dirige a la hilera junto a las damas de honor.

—¿Estás nerviosa? —pregunta, mientras entrelaza su brazo con el mío.

—Nunca he estado más nerviosa en mi vida. —digo, sincera.

Papá se ríe con suavidad, y pronto estamos adentro de la iglesia. El coro empieza a resonar en el fondo con una cadenciosa melodía. Rostros conocidos me dirigen sus más sinceras sonrisas; Thomas en una de las bancas. Joe junto al altar no para de sonreírnos. Daniela al otro lado.

Gunter no ha podido vivir para presenciar este momento.

Christina tampoco.

Ni Hugo.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —inquiere, papá.

Cada paso más cerca del altar.

Y ahí está él. Con sus brillantes ojos celestes, vestido de traje blanco. Su cabello caramelo peinado a la perfección. Su sonrisa endemoniada. Sus tatuajes. Él. Y solamente él.

—Cada paso más. —le dirijo una sonrisa a papá.

Pronto nos encontramos frente al altar. Dominik toma mi mano, y me coloca frente a él. Sus hermosos ojos examinándome, y luce incluso más ansioso que yo.

Él no deja de contemplarme como si fuese lo más preciado en su vida. Y yo no puedo dejar de mirarle de la misma manera.

—Estás... hermosa. —dice, y una sonrisa nerviosa surca sus labios—. Pareces un ángel de blanco.

Me río por lo bajo.

—Y tú para ser un demonio, luces guapo de blanco. —bromeo. Él sonríe.

Entonces, el padre se encarga de realizar el proceso pre casamiento, pidiéndonos a los dos murmurar un par de palabras. Joe se acerca con los anillos. Y Dominik no demora en coger mi anillo, y deslizarlo con delicadeza sobre mi dedo. Yo hago lo mismo, y mi corazón tiembla incluso más que mis manos.

—Señorita, Amber Sullivan; ¿Promete usted amarle y respetarle en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Le miro directo al celeste de sus ojos, y cada recuerdo juntos vuela hasta mi mente.

—Acepto.

Sonrío. Y Dominik me sonríe devuelta.

—Señor Dominik Habich; ¿Promete usted amarle y respetarle en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Dominik aparta el velo de mi rostro, y acaricia mis mejillas con delicadeza. Su piel transmitiéndome millones de sensaciones que no cambiaría por nada en el mundo entero.

—Lo prometo. Te amaré, Sullivan. Por siempre, y para siempre.


FIN


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DOMINIK© [2]✔Where stories live. Discover now