Capítulo 37

316 24 17
                                    

«Prematuro»

Hasta entonces la palabra había sido vaga, lejana, e insignificante para Ariana.

Sin embargo ahora era madre de uno, y ella jamás en su vida pensó que pudiese sentirla tan cercana.

Al inicio de su embarazo, no había imaginado que tendría aquel desenlace.

Sus muslos escurriendo sangre, y horas más tarde su pequeño bebé debatiéndose entre la vida y la muerte.

Ella había pensado siempre en aquel día como el más feliz de su vida, ¿pero cómo pensar siquiera en alegría, cuando lo único que la embargaba era la tristeza y la preocupación?

¡Su hijo estaba gravísimo, maldita fuera!

Durante toda aquella mañana había estado siendo víctima del desespero y la impotencia, escuchando el llanto de todos esos bebés de la planta neonatal, llorando en silencio, preguntándose cuándo podría coger al suyo en sus brazos. Cuando podría conocerlo.

Hasta el momento Ariana no había podido levantarse de la cama debido a la cicatriz de la cesárea, el doctor le había pedido que no hiciese ningún esfuerzo, sin embargo ella no estaba dispuesta a obedecer.

Necesitaba salir de ahí, necesitaba verlo... Necesitaba conocerlo. Ver esa carita que la había hecho soñar por tantas y tantas noches. Respirarlo, sentirlo. Comprobar si era real o tan solo un sueño.

En ese momento la puerta se abrió, y de ella entró Emmet Garrett, transformando por completo la atmósfera de la habitación.

Al verlo, los ojos de Ariana inundados en lágrimas resplandecieron, pero estas se multiplicaron y comenzaron a desbordarse más y más de ellas.

Lo primero que la castaña deseó fue correr hacia él porque necesitaba de su fuerza y de su calor, pero antes de que cometiera aquella imprudencia, el rubio llegó hasta ella, y la envolvió entre sus brazos para abrazarla y consolarla con todo su amor.

Y ahí, rodeada por su esencia y su protección, Ariana lloró hasta desarmarse, aferrándose a él, el hombre al que amaba, y el padre de su hijo.

Su bálsamo en medio de aquella tormenta.

Los ojos de Emmet se cristalizaron con nuevas lágrimas, la sintió temblar y estremecerse, y la apretó con más ansia y devoción, acurrucándola en su pecho, protegiéndola e intentando borrar toda angustia de ella.

–Tranquila, preciosa– susurró él contra su cabello. –No llores más–

–Nuestro hijo, Emmet...– sollozó Ariana destrozada. –Nuestro hijo se nos muere–

El rubio negó.

–No, Ariana– su voz fue clara y firme, se alzó para poder mirarla mientras acariciaba los mechones castaños. –Nuestro pequeño no morirá. Él ganará esta batalla, no tengo duda de eso. Es un niño muy fuerte–

Ella llevaba la bata de hospital, tenía ojeras de cansancio en el rostro, y su piel parecía demasiado pálida. De pronto el llanto en ella se detuvo, y su corazón bombeó con fuerza.

–¿Lo... lo has visto?–

Sonriendo, Emmet asintió.

–Es hermoso. Nena... somos padres, ¿te das cuenta?–

Sí, sí. Tenían un bebé. Una diminuta personita mitad ella y mitad él.

Ariana volvió a abrazarse de su amado, porque no soportó la avalancha de sensaciones que de nueva cuenta la embargaron.

Ella apretó con sus puños la tela de su camisa, y después de eso levantó la cabeza mirándolo fijamente.

–Quiero verlo– suplicó. –Emmet, necesito verlo...–

Corazón Rendido® (AG 3)Where stories live. Discover now