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Joel

—¿Qué te pasa, Joel? —Cuestiona mamá, notando que mis mejillas se encuentran ardiendo.

Hace menos de diez minutos estaba en el jardín, cuando aquel chico de ojos verdes apareció en mi rango visual. El chico no dudó en sonreír desde su habitación.

Ahora que lo pienso, pasa mucho tiempo allí.

Su sonrisa es linda.

Él es lindo.

Aquello me provoca un ardor en mis mejillas y mi corazón se acelera, por lo cual me adentro a mi hogar dejándolo allí.

Ahora estando frente a mamá, no sé qué decir.

—¿Te gusta alguien? —Cuestiona, me mantengo en silencio pensativo hasta responder.

—El chico de los ojitos claros es lindo —Admito cerrando los ojos con fuerza.

—¿Qué? —Cuestiona la voz de papá detrás mío, abro los ojos al instante girándome con el corazón acelerado.

Lo primero que noto es su mirada molesta, pero hay algo distinto.

Ya no es él.

En una de sus manos trae una botella de alcohol, la cual se encuentra ya vacía. Mi corazón sale con tanta fuerza que ya a pesar de estar al tanto de lo que va a suceder, demoro en reaccionar.

Mamá es la primera en hacerlo y se pone delante de mí.

—Es solo un niño —Dice, papá la mira con enfado.

—¡Mi hijo no va a ser un marica! —Grita con enfado, siento las lágrimas queriendo salir de mis ojos y mis piernas tiemblan.

—Joel, corre —Susurra mamá, niego y aferrándome a ella y entonces grita—. ¡Corre!

Estoy a punto de hacerlo cuando veo como papá golpea la botella de vidrio contra la pared, logrando que esta se parta a la mirad y se vuelva filosa.

—¡Para! —Grita mamá, siento mi corazón verdaderamente acelerado mientras corro hacia la habitación como ella me dijo.

Oigo algo romperse, como si se tratase de un objeto de vidrio chocando contra la pared.

Las lágrimas caen por mis ojos al cerrar la puerta de mi habitación y escuchar más gritos.

Miedo.

Esa sensación me persigue, tanto que mi garganta se cierra al instante, mis manos sudan, y mis pies intentan mantenerse firmes a pesar del nerviosismo.

Miro hacia la ventana de mi habitación y noto que desde mi punto de vista no se encuentra nadie.

Ni siquiera él está ahí para ayudarme.

Escucho que golpean la puerta una y otra vez, y entonces...

Entonces grito.

—Joel, ¡abre! —Pide mamá, abro rápidamente la puerta y ella entra.

Noto al instante sangre, tiene una pequeña cortadura en su mano pero no le importa y cierra la puerta con fuerza.

Le pone seguro y se coloca en esta junto a mí.

Hasta que él comienza a golpear la puerta, una y otra vez.

—¡Abran la maldita puerta! —Pide, y luego escuchamos algo más de cristal romperse, seguramente alguno de los cuartos colgados en la pared del pasillo—. ¡Mi hijo no será un marica!

Mi Vecino || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora