Capítulo 9

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- Tres roncolas, por favor – le pido al barman.

- Me gusta mucho este bar – dice Ana a mi lado.

- Les dije que les encantaría – interviene Roi.

- ¿Cómo vas con la orquesta? – pregunta Ana

- Pues, bien. No me dejan cantar mucho pero qué más da.

- Ellos se lo pierden – afirmo.

Me río con mis amigos y la noche transcurre entre anécdotas y música en aquel pequeño bar que Roi había descubierto hace poco tiempo.

Me dirijo una vez más a la barra cuando veo ese pelo largo y lacio que, para qué mentir, a veces aparece en mis sueños.

- ¿Aitana? – sale en modo de pregunta pero no necesito que se dé la vuelta para confirmar mi pensamiento.

Se gira.

- Cepeda.

No sé por qué el hecho de que me haya llamado por mi apellido me ha molestado un poco.

Lleva una cerveza en la mano y la misma cara de sorpresa que intuyo que también se ha instalado en mi cara.

- ¿Qué haces aquí? – pregunto acercándome unos centímetros más a ella. No se mueve.

- Vine con Amaia. – responde y sus ojos se clavan en mí. Puedo jurar que han cambiado de color desde la última vez que la vi.

- Desapareciste – digo, buscando en su rostro algún tipo de respuesta.

- Mi madre por fin me ha dejado de insistir con las sesiones – afirma mientras bebe un poco de su pinta. – parece que ya no necesito ayuda.

Cuando dejó de venir a mi consultorio hace ya dos semanas, pensé que no la vería de nuevo. Me preocupé y consideré enviarle un mensaje a su madre pero intuí que si Belén no me había llamado ni nada, significaba que Aitana estaba bien.

- ¿Amaia? – pregunto

Aitana mira a su alrededor.

- Está por allí con su novio.

Ahora soy yo quien mira alrededor para ver a mis amigos aún sentados en aquella mesa del bar.

No sé si es mi más brillante idea, pero ya no soy su psicólogo y no veo un problema en ofrecerlo.

- ¿Quieres sentarte con nosotros un rato? – apunto a mis amigos y veo cómo la duda invade su cara – te prometo que son más majos que yo – afirmo y se la escapa una pequeña sonrisa.

- No lo sé...

- Ven, vamos – no dejo que se niegue.

Nos acercamos juntos a la mesa y nos sentamos frente a Ana y Roi.

- Roi, Ana, esta es Aitana – los presento.

- Un placer – dice mi amigo.

- ¡Encantada!

Aitana se limita a sonreír y hasta se ruboriza un poco. ¿Quién diría que esta chica es tímida?

- ¿De dónde se conocen? – pregunta Ana

Aitana carraspea y me mira buscando ayuda mientras compra tiempo bebiendo de su cerveza.

- Aitana es mi profesora de piano – suelto sin pensar.

La chica del flequillo se atraganta con su bebida y tose un poco antes de intervenir.

- Sí. Luis es un poco desastre pero de a poco va aprendiendo. – no puedo evitar sonreír al verla mirarme mientras pronuncia una vez más mi nombre.

- Con que Luis... - comenta Ana, visiblemente divertida.

- Pero pareces muy pequeña, ¿cuántos años tienes? – esta vez es Roi quien toma la palabra.

- Diecinueve

- Pero es muy talentosa – intervengo

- Tendrías que audicionar para la orquesta en la que trabajo, nos hace falta un buen pianista – comenta mi amigo.

- Pues, a lo mejor es una buena idea – dice Aitana pero noto como comienza a ponerse nerviosa entre tanta mentira.

- ¡Allí está! – escucho a alguien gritar

Amaia no tarda en aparecer en la escena con un muchacho a su lado.

- Te estábamos buscando – dice su amiga mientras se sienta al lado de su amiga con su novio.

- Lo siento, Amaia, Alfred, ellos son Luis, Roi y Ana – nos presenta.

- ¡encantadísima! – contesta su amiga

- Un placer – dice Alfred con una sonrisa.

Amaia se acerca a la oreja de su amiga con la intención de decirle un secreto. Pero creo que el alcohol en sangre le impide notar que el tono de voz no es el adecuado.

- ¿Ya le comiste los morros? – escucho

- ¡Amaia! – la regaña Aitana mientras los colores se le suben a los mofletes.

Aitana se levanta agarrando por el brazo a su mejor amiga y se disculpa con nosotros mientras los tres huyen de la escena.

- ¿he escuchado bien? – pregunta Roi

- Creo que hemos descubierto la razón por la cual Cepi está más... vivo.

- No es lo que piensan – afirmo porque hasta yo estoy confundido con lo que he escuchado – Amaia solo estaba borracha.

- Susu, lo que tú digas – dice Ana y yo suspiro.

Aitana vuelve a aparecer en cuestión de minutos.

- Lo siento, yo me voy. Ha sido un placer, de verdad. – saluda Aitana antes de darse la vuelta y empezar a perderse entre la gente.

- Ya vuelvo – digo antes de seguirla.

La encuentro afuera.

- ¡Aitana! – grito para llamar su atención.

Se gira y tardo pocos segundos en alcanzarla.

- ¿Te vas sola?

- Sí, ya estoy cansada y Amaia y Alfred quieren quedarse un rato más. – explica acomodándose el flequillo en un adorable movimiento.

- Lo que dijo Amaia...

- Joder, es que se ha escuchado hasta en Corea. Lo siento mucho, está borrachísima y desde que te conozco que tiene la fantasía que me pones y es que le encantan los cuentos de amores imposibles pero yo te juro que jamás le dije na....

- Aitana, por dios. – pongo mis manos en sus hombros y calla – respira, que te me quedas sin aire.

- Lo siento.

- Con que te pongo, ¿eh? – bromeo

- ¡Luis! Ya vale, tío. – se queja revoleando sus brazos por los aires cual niña pequeña.

- Lo siento, lo siento – río. – pero deberías saber – digo mientras acomodo un mechón de su pelo y lo coloco suavemente detrás de su oreja y noto como sus pestañas se mueven rápidamente en un pequeño baile que me vuelve loco. – yo también soy muy fan de los amores imposibles – mi mano se posa en su nuca y veo como su expresión cambia de duda a sorpresa a valentía en menos de tres segundos.

Y en lo que parece un jodido sueño, se cuelga de mi cuello y posa sus labios sobre los míos. 

Piezas RotasWhere stories live. Discover now