Capítulo 25

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Narra Aitana

- ¿Cuándo le dirás a Belén que quien te empotra contra las paredes todas las noches es Luis? – pregunta Amaia muy tranquila sentada a mi lado en un taburete en la barra de aquel bar que frecuentamos.

- Tú siempre tan explícita. – río

- Soy natural y así me compraste, bonita – guiña un ojo.

Me llevo mi cerveza a la boca y vuelvo a apoyar el vaso antes de contestar.

- Te juro que quiero hacerlo – prometo – hasta estoy intentando darle pistas.

Durante la última semana cuando mi madre, tratando de ser sutil pero fallando miserablemente, me preguntaba por aquel chico que estoy viendo, yo contestaba que es muy maduro y centrado.

Para no decir la realidad que es que me lleva diez años.

¿Qué cómo nos conocimos?

Fue pura casualidad la verdad, al principio yo no quería tener nada que ver con él y después terminé enamorándome sin quererlo.

- Tú tranquila – dice mi amiga – Belén te adora y sé que no le costará entender cuando se lo expliques.

- Oye, y tú qué tal ¿nerviosa por el concierto? – pregunto

- Dios, ni me lo recuerdes – se lleva una mano a la frente – solo tengo una semana más para practicar

- Te va a salir genial, como siempre – la aseguro.

- No lo sé, no lo sé. – niega con la cabeza – y sabes que a este vendrán mis yayos y todo, joder, ¿y si toco fatal?

- Amaia, no podrías tocar fatal ni intentándolo con esfuerzo – afirmo – y si no te sientes segura, todavía tienes siete días para estarlo.

Desde que somos pequeñas Amaia estudia piano. Siempre se lo tomó muy en serio pero al mismo tiempo no deja que eso le quite el disfrute que siente cada vez que toca las teclas de aquel instrumento que adora.

Siempre admiré todo su conocimiento y pasión.

Mientras yo nunca supe si quería dedicarme a la música por miedo a dejar de disfrutar de ella por el simple hecho de que se convirtiera en una obligación, Amaia tenía claro que no podía vivir consigo misma si no perseguía su pasión.

- Oye, ¿Luis no se iba hoy a Galicia?

- ¿Qué hora es? – pregunto

- Las tres de la mañana – contesta Amaia después de chequear el móvil

- Sale en tres horas.

- Joder, ¿y va en coche?

Asiento.

Narra Luis

Aitana

4:30 am

Luisín, me voy a dormir. Que tengas buen viaje y avísame cuando llegues porfa.

Te quiero.

Le contesto a Aitana apenas me levanto, asegurándole que le aviso apenas pise suelo gallego. Aprovecho para también avisarle a mi madre que estoy en camino y llegaré aproximadamente a eso de las cuatro y media de la tarde.

Me subo al coche y arranco rumbo a Galicia.

El viaje es largo y solo paro una vez para comprar algo para comer y cargarle gasolina al coche.

Mi móvil vibra y aparto un segundo la vista de la carretera para comprobar que es Roi el culpable, amenazándome diciéndome que la próxima vez tendremos que venir juntos y disfrutar una vez más de la noche gallega mano a mano.

Justo cuando estoy por contestarle mi móvil se queda sin batería y se apaga.

Una hora después finalmente llego a casa de mis padres.

- Luisiño... - Mi madre, Encarna, me abre la puerta y antes de que pudiera decir nada me abraza rodeando mi cintura.

- Hola Mamá – saludo, emocionado por dentro ya que hace mucho no la veía.

- Pasa, pasa que tu padre te está esperando

Cierra la puerta una vez que entro y yo dejo mi pequeña valija en la entrada. Ya habrá tiempo de deshacerla luego.

Me adentro en la que alguna vez fue mi casa y no tardo en encontrar el camino hasta el salón con una pequeña chimenea. Y sentado en el sofá mi padre.

- Luis – dice mientras se levanta. – Cómo has crecido – sonríe

- Debe ser la barba - río.

Ya que recuerdo que la última vez que los visité hace ya como uno o dos años, había decidido afeitarme en un arrebato de aburrimiento y digamos que no había salido muy bien. 

Vamos, que parecía un niño preadolescente sin mi barba.

Nos abrazamos brevemente y me siento a su lado mientras mi madre toma asiento en un sillón a mi lado.

Me pongo al día con mis padres. Hablamos de mi trabajo, de María, de Eva. Pasan las horas y es como si nunca me hubiese ido.

- Te echamos mucho de menos – dice mi madre

- Yo también os eché de menos, prometo venir más seguido – sonrío.

Y es una promesa que planeo cumplir. Galicia me hace bien.

En ese momento me imagino trayendo a Aitana para que conozca el lugar donde me criaron y crecí. Sonrío involuntariamente al imaginarla aquí. Ella, que nunca se abriga lo suficiente contra el famoso frío gallego.

Y en ese momento recuerdo que entre la emoción y la charla nunca le he avisado a la del flequillo que había llegado.

Miro el reloj de mi muñeca

20:05

- Joder, necesito cargar el móvil – me levanto del sofá para buscar un enchufe y rezar para que se cargue lo más rápido posible.

Mis padres aprovechan para preparar juntos la cena mientras yo espero impacientemente a que mi móvil reviva, mirándolo como si eso fuese a apresurar el proceso.

Y cuando finalmente prende me maldigo en mil idiomas.

Seis llamadas perdidas

Trece mensajes sin leer

Un nombre

Aitana. 

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Holaaa, lamento mucho haber tardado tanto en subir este capítulo. Prometo que los próximos serán más entretenidos. 

Muchas gracias a todos los que seguís leyendo esta historia. 

No dudéis en comentar sus opiniones, ya sean malas o buenas, que os leo siempre. 

Un beso grande y os veo en el próximo capítulo :)

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