Capítulo 22

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Narra Luis

Subo con Aitana a mi coche y comienzo a conducir.

En el segundo semáforo, la miro y lo que veo me causa demasiada ternura.

Va hecha un ovillo en el asiento del copiloto, completamente dormida y con el flequillo ligeramente despeinado.

Al llegar a mi casa, me cuesta despertarla ya que no quero interrumpir esa paz que en este momento irradia.

Salgo del coche y lo rodeo para abrir su puerta y agacharme un poco.

- Aiti...

Sin respuesta.

Decido que cualquier intento será en vano por lo que cuelgo su bolso en mi hombro antes de colocar un brazo en su espalda y otro por debajo de sus piernas y la levanto.

Una vez dentro la acuesto en mi cama y comienza a despertarse.

- Luis... - reclama mientras se estira.

- Anda, ponte un pijama, así duermes cómoda – le digo antes de besar su frente

- Pero... ¿tú no quieres...

- Estás reventada – le digo y es verdad. – y con solo dormir contigo me vale.

Había tomado mucho, lo cual no hace seguido y además sus ojeras comprueban el sueño que tiene.

- ¿Me puedo poner una de tus remeras? – pregunta mientras se sienta en la cama

- Claro que sí

Le alcanzo una básica negra y ella se cambia enfrente mío y yo hago lo propio, quedándome en calzoncillos.

Me acuesto a su lado e inmediatamente su cabeza encuentra su refugio en mi pecho.

Levanta su mirada antes de dejar un beso en mis labios y sonreír.

- Buenas noches, Luis. – dice abrazada a mi cintura

- Buenas noches, pequeña.

Me levanto con un ruido que me asusta, seguido por un chillido que me asusta todavía más.

Aitana no está a mi lado y eso es el detonante para levantarme en menos de un segundo de la cama y salir de la habitación.

Me la encuentro en la cocina con una mano apoyada en la encimera, soportando su peso y con un pie levantado en el aire.

Un vaso roto en mil pedazos en el suelo y su pierna sangrando.

- Joder, Aitana – digo acercándome procurando no pisar ninguno de los vidrios rotos.

- Lo siento, lo siento – dice mientras hago que apoye una mano en mi hombro para estabilidad.

- Cuidado, te voy a sentar aquí arriba ¿vale?

Asiente cerrando sus ojos y en un movimiento cuidadoso la subo a la encimera y me coloco frente a ella.

- Vale, necesito que estires la pierna así puedo ver qué te has hecho – le digo

- No, no, me duele – dice negando con la cabeza.

- Es solo unos minutos, ¿vale? – la miro buscando su aprobación y cuando la obtengo la ayudo a estirar su pierna.

Veo un par de vidrios clavados y el chorro de líquido rojo que corre por su pierna.

- Tienes unos  vidrios pequeños , pero no están clavados muy profundo. Te los saco con cuidado y luego limpiamos. – le explico

Piezas RotasWhere stories live. Discover now