Capítulo 14

960 32 1
                                    

Narra Luis

Me despierto al escuchar sonidos de pasos.

Al abrir los ojos lo primero que noto es que ella ya no está a mi lado.

Me levanto de la cama en mis pantalones de pijama y salgo de la habitación.

Me la encuentro ya vestida, con las llaves de mi piso en su pequeña mano a unos pasos de la puerta y entiendo lo que planeaba hacer.

Se da la vuelta al escucharme y su cara parece la de un cachorro al que le han pillado liándola parda.

- ¿Huyendo de nuevo? – pregunto cruzado de brazos a unos cinco pasos de su figura.

Aitana deja las llaves arriba de la pequeña mesa cerca de la puerta y se acerca un poco más.

- Lo siento. – no me mira.

- ¿Te arrepientes tan rápido?

Sus ojos se abren de repente y se clavan en los míos.

- No, no es eso. De verdad que no – asegura dando otro paso al frente, haciendo que casi nuestros cuerpos se toquen. Casi.

- ¿Qué es entonces?

- No lo sé. Me levanté hace un rato y mi madre me había llamado y te vi allí tan dormido y estabas tan mono que no quise despertarte y me agobié un poco pensando que hoy tengo que ir a tu consultorio porque mi madre me sigue obligando y la verdad es que...

- Aitana. – digo y logro que pare su monólogo sin comas y me mire a los ojos – Tranquila.

Veo como respira asintiendo calmándose mientras yo proceso todo lo que ha dicho.

- Entiendo que te hayas agobiado. Yo tampoco sé qué hacer con todo este asunto de ser tu puñetero psicólogo. – explico la preocupación que comparto con ella.

Y es que es verdad. Me agobia el solo pensar lo mal que está lo que estamos haciendo. ¿Si su madre se entera? ¿Si cualquier persona se entera? Hundiría mi carrera si las personas escuchan que he besado a una paciente. Joder, que ha dormido en mi cama, conmigo.

Pero es que no hay un interruptor para apagar lo que me pasa con ella. No es tan fácil.

- Pero, ya te he dicho que puedes contar conmigo. Si te agobiaste pues, me despiertas y me dices que te quieres ir. No tienes por qué irte a escondidas siempre.

Veo como asiente mirando el suelo.

Agarro su barbilla para levantarla y que me mire.

- De mí no tienes que esconderte. – afirmo.

Le saco una sonrisa y eso es todo lo que necesito.

- ¿Te veo en tu consultorio a las seis? – pregunta.

Me quedo pensando unos segundos. ¿Qué le diré a su madre cuando venga a pagarme por las sesiones? ¿Cómo voy a ser el psicólogo de Aitana con sentimientos de por medio?

- Trataré de hablar con mi madre – interrumpe mis pensamientos – dudo que logre convencerla de dejar de obligarme a ir, pero si lo hago te aviso.

- Estaré en casa hasta las cuatro hoy. – le digo – si quieres te pasas y me cuentas qué te ha dicho

- O te envío un mensaje, que ya tengo tu móvil – dice – si no te envío nada, te veo a las seis en tu consultorio.

- Vale.

Narra Aitana

- No me vaciles.

Piezas RotasWhere stories live. Discover now