DHAXTON

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El asustado rostro de Audrey Downey mira hacia la cámara. Está de pie frente al edificio, con su aspecto de chica inocente que no tiene idea de lo que ocurre alrededor. Toca el timbre una vez más y espera a mi respuesta, con timidez. Luce impaciente, con los nervios saliendo de todo su figura.

Para cortar con su tortura, abro la puerta. La duda se siembra: «¿entrar o marcharse?». Puedo ver el gesto involuntario que hace cada vez que algo la perturba o complica; está replanteándose su nueva aventura. Qué interesante. Finalmente opta por entrar y yo cierro la puerta automática apretando solo un botón.

Sus pasos suenan por todo el lugar. Ella es, sin lugar a dudas, alguien que anuncia su entrada. Me pregunto si es consciente de lo ruidosa que es.

Supongo que no.

Bajo las escaleras en silencio. Ella está de pie, frente a mis dibujos, inspeccionándolos con una cuota de fascinación que no la hace percatarse de mi presencia. No la culpo, pues esa es mi intención. Me acomodo en un sitio en el que no me logre ver y continúo estudiándola.

Si tuviese que describirla con una palabra, esa sería simple. Todo en su persona evoca esa palabra, es inevitable no pensarla. Por supuesto, y dado a que muchos le dan una connotación negativa a dicha palabra, no la describo como tal por el hecho de que tanto su vestimenta y semblante me recuerdan a una obra de arte sin trasfondo, lo hago porque ella no tiene cargas. Está limpia. Su modo de vida es el boceto de una mujer desnuda que no tiene cosas que ocultar. Alguien real.

Real, eso lo atrayente en ella.

Ahora entiendo por qué iniciaste eso, Seth.

Y así como toda persona auténtica, se mueve por lo que quiere, ella también. Esta vez, es tocar uno de mis trabajos. Me recuerda a una niña pequeña que quiere tocarlo todo.

—No te atrevas.

Da un brinco y me mira.

Formó una mueca, mas no se apartó del pasmo.

—Tus dibujos son como los de Danti Vannan. Son... casi idénticos.

Camino hasta ponerme a su lado y así ver si ambos estamos hablando de los mismos dibujos. Para compararme con Danti, necesita darme demasiados créditos, los cuales no tengo.

—Si crees que son casi idénticos, debes mejorar tu ojo crítico.

Voltea. Sus cejas castañas se arrugan frente a aquella frente pálida.

—¿Por qué lo dices? Tus dibujos están geniales, tienes su misma técnica y tramado... Y los colores...

—No me refiero a mis dibujos. —Me posiciono en su espalda y tomo sus hombros. Ella los encoge y creo que se apartará, pero no, se queda estática, con todo su cuerpo tenso, el cual va poco a poco relajando. Solo para ver qué tipo de reacción tiene, tomo su barbilla y la dirijo hacia uno de mis dibujos—. Observa bien —le sugiero agachándome. Mi cercanía no parece intimidarla, está más interesada en mis palabras—. Analiza los detalles y sabrás cuál es la diferencia.

Mientras lo medita, me mantengo a su lado. El aroma de su cabello se dispersa hacia mi olfato, y puedo notar parte de su perfil.

—Las modelos —responde.

Retrocedo, dándome por satisfecho.

—Ninguna de ellas tiene lo que busco.

—¿Y qué es lo que buscas?

Se gira en busca de una respuesta que no estoy dispuesto a darle.

—Ve al tocador y ponte lo que dejé en la butaca —zanjo antes de que pregunte más.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora