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"ALGO"


Me gustaba pensar que mis decisiones eran las correctas y no arrepentirme o lamentarlas luego porque llevaba parte de mi tiempo invertido en ellas, en planificarlas, en pensarlas minuciosamente. Por eso mi mudanza a los dormitorios pretendía ser una de esas apuestas de las que no podía echarme para atrás. Pero costaba; sobre todo por el cambio de ambiente. Mentiría si dijera que me mantuve tranquila en todo mi trayecto, que no me importó en lo más mínimo intercambiar un par de palabras con mamá para darle explicaciones vagas. ¿Mi excusa? Se acercaban exámenes complejos y necesitaba poner todo mi empeño, sin distracciones. Ella aceptó mi decisión sin siquiera pedir que me quedara o me lo pensara mejor. Pero ¿qué podía esperar?, fue ella la accedió a meterme en un internado para que no fuese una carga en sus planes de trabajo.

Desde que habíamos discutido en casa mis pensamientos sobre mamá eran tan punzantes como la punta de un cuchillo y tan dolorosos como pincharse el dedo en ella. Ni siquiera entendía bien qué había sucedido, tampoco cómo pudimos llegar a esa situación. Dolor y resentimiento era todo lo que sentía ahora, y eso me perjudicaba para mal, pues nunca lo había experimentado de manera tan cercana a excepción con papá.

«Las personas cercanas son las que causan heridas más profundas», mi nueva enseñanza.

Salir del departamento fue tan complejo como entrar por primera vez. Llevaba mi maleta, dos bolsas con materiales para el cuadro que presentaría en el concurso, una mochila, un par de bodegones bajo el brazo y una caja en la otra. Apenas logré entrar al ascensor y ponerme en un rincón para no entorpecer a las personas que se subieron también. ¿Dónde estaban ellos las veces que estuve encerrada ahí con Dhaxton y Seth? Pues ni idea, el plan era siempre estar sola para el disfrute de esos dos.

Bajé casi tirando todo lo que había dentro de la caja en la recepción y con ayuda del conserje pude salir del edificio. La parada era una trecho largo, por lo que llegar me costaría más tiempo del deseado, y eso que solo se trataba el primer viaje.

Para prepararme, tanto mental como físicamente, dejé mis cosas en el suelo y me hice un desastroso moño alto con un lazo amarillo de los que tanto me gustaba. A continuación, un suspiro corto, de esos que expulsan una enorme bocanada de aire motivadora, y me agaché para recoger las cosas.

Mi mal plan de armarme de ganas tuvo el efecto contrario; por mucho que intentase levantar las cosas como antes, mis dedos entumecidos, adoloridos por el sobreesfuerzo, no podían agarrarlo todo. Era la representación de ese dicho que rezaba: «quien mucho abarca, poco aprieta».

En medio de una rabieta en la que por poco me vi soltando palabras mal sonantes, Dhaxton se acercó. Vestía informal a su estilo, con una camina dos tallas más grandes que la suya metida dentro de unos pantalones de tela, todo con un estilo muy vintage. Lucía apuesto, como de costumbre.

—¿Necesitas ayuda?

Odié admitir que su ofrecimiento me provocó algo más que un estremecimiento. En un fallido intento por desentenderme de lo que mi cuerpo decía en contra de mi mente, me convencí de que se trataba de lo atascada que me sentía en dicha situación.

—No, estoy bien, gracias.

Mi recelo hacia él quedó claro en mi frase áspera pero educada. Lamentablemente mis acciones hablaron por sí solas. Me agaché para tomar todo, llegar al paradero lo más rápido posible en vano.

—Mentir no es necesario —le escuché decir el momento en que mis bodegones casi resbalan por mi brazo.

Los afirmé como pude y di un par de pasos más hasta que cayeron. Ahí le declaré la guerra a la gravedad.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora