28 (Parte 2)

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LA TREGUA

Parte 2


Presentía que algo muy malo estaba pasando y de un impulso le pedí a Raziel que me cubriera. Ni siquiera me lo pensé dos veces, estaba tan ofuscada que salí del cine por la parte de atrás, cogí mi bicicleta y fui a buscar a Seth. Me lo encontré afuera del estacionamiento, esperando a que saliera Dalia mientras hacía una llamada. La cantidad de autos de ida y de vuelta era alucinante, incluso en auto se tardarían en llegar al hospital.

Estaba segura de que me arrepentiría luego, pero lo hice: fui hacia Seth y me detuve junto a él.

—Sube.

Tardó en reaccionar. Me miró confundido y bajó el celular de su oreja.

—¿Qué?

—¡Sube! —chillé, más histérica de lo que él estaba en tan tensa situación— Te llevaré al hospital.

Boquiabierto, asintió pestañeando en repetidas ocasiones, como si saliera de un trance y se subió a la parte de atrás de mi bicicleta. Acostumbrarme a su peso y la altura fue una tarea compleja, pero mientras más avanzaba más ligero lo sentí.

Llegamos al hospital en alrededor diez minutos, todo un récord teniendo en cuenta que casi se me salen los pulmones por la boca. Seth bajó antes de que parara y se metió corriendo para preguntar en recepción. Yo tuve que estacionar mi bicicleta en un lugar seguro, ni siquiera había llevado la cadena y el candado por seguridad. Después de ponerla entre las otras bicicletas, entré al hospital con una pelota que cada vez se agrandaba más. Los hospitales me hacían sentir perdida y mareada; por suerte, encontrar a Seth fue fácil.

—Le dio una mierda a la cabeza —dijo al verme—. La tienen en revisión.

Su voz temblaba, al igual que todo su cuerpo. Se veía tan frágil, tan dolido y voluble, igual que aquella vez en la enfermería, después de la pelea con Noah. En ese momento, olvidé todo lo que había hecho y dicho, me vi reflejada en la tristeza que proyectaba su mirada de desamparo. Se veía que quería derrumbarse a llorar en cualquier momento, necesitaba encontrar algo de auxilio en tan concurrido lugar en que nos encontrábamos y temí que pudiera caer de rodillas al suelo.

—Ay, Seth... —murmuré.

Llevé mis manos hacia él y lo rodeé con mis brazos para apegarlo a mí. Si bien su altura y contextura era mucho más grande, pude juntar mis manos justo por debajo de sus brazos. Su pecho subió de golpe para contener la respiración y luego soltó todo el aire de manera pausa. Creo que en el fondo necesitaba un abrazo para reconfortarlo. No tardó en corresponderlo y aferrar mi cuerpo al suyo. Así nos quedamos durante unos segundos.

—Hueles a sudor —comentó con voz nasal y sin las energías con las que solían pronunciarse sus comentarios.

Di un paso atrás y nos separamos. Iba a reprocharle su disgusto por hacer esa clase de habladurías en los momentos menos oportunos, luego me di cuenta de que tenía razón. El ciclismo me sentaba bien solo cuando se trataba de ir a mi modo.

—Lo peor es que es el uniforme del trabajo —murmuré con derrota y recién caí en lo apresurado que fue salir corriendo en mi día de práctica.

—Supongo que esto es una tregua.

Asentí.

Lo era. Por ese día olvidaría todo.

—Por Agatha —afirmé.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora