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Maratón 1/?



LA BELLA Y LA BESTIA


Si crees que Dhaxton y Seth han hecho esto contigo, 

entonces ya tienes la soga en el cuello.


***


Debo admitir que ver a Agatha y Seth entre los bancos que la iglesia me mantuvo nerviosa de primeras, más por la mirada rezagada de él. Tener a ambos en un mismo sitio que yo, escuchando nuestro canto, me incentivó a querer hacerlo perfecto, pero encontrarme con Seth me lo ponía difícil. Le había dicho que esperaba verlo pronto, aunque sin esperar que sucediera taaan pronto. Luego, cuando entré en mis cabales y presté atención a las canciones —dado que Martin había comentado que estaba muy decaída— recordé que Agatha me dijo que iría a verme.

Al término de la misa, me acerqué a ellos muy a la defensiva, porque suponía que Seth me lanzaría algún comentario malicioso. Lo cierto fue que, al verme, actuó de manera vacilante y esquiva.

Me enfoqué en Agatha. Como las otras veces, se veía espectacular para su edad, tan parecida a una estrella de cine que lograba sobresalir del resto con su vestido negro y un abrigo peludo y corto del mismo color que el vestido. Ni hablar de su elaborado maquillaje...

—Hola, Agatha —saludé con cierta timidez. Ella extendió sus brazos y me abrazó con confianza.

—¿Cómo estás, querida?

—B-bien... —sus palmaditas en mi espalda se volvieron demasiadas efusivas para el bien de mi espalda—. No era necesario que vinieras.

—Te dije que lo haría, querida.

Con la misma aspereza que me agarró para darme un abrazo, me tomó de los brazos y me alejó para mirarme con una sonrisa que anchaba sus labios pintados de rojo. Sin recato alguno, ni deformando su sonrisa, le dio un rápido codazo a su nieto.

—Hola, sí, me da gusto verte también.

Seth lucía como si fuera a vaciar lo que tenía dentro del estómago en cualquier momento.

Estuvo así y mucho peor cuando su abuela me invitó a almorzar.

Tuve que negarme.

—Le prometí a una amiga comer juntas, lo lamento.

En realidad, fue Sol la que me insistió en que prometiera que comería con ella en el departamento; estaba demasiado emocionada con saber cómo era pasar un rato entre la clase anglosajona de Wightown.

—Permítenos llevarte al edificio, entonces.

Agatha se mostró obstinada, así que le dije que sí. Una pésima idea teniendo en cuenta el extraño humor de Seth. Abrió el coche de mala gana y ayudó a su abuela a subir en el asiento de copiloto; yo me senté en los asientos de atrás, y pude ver la mirada perturbada que me lanzó a través del espejo retrovisor. Logré ver algunos mechones de cabello pegados a su sudorosa frente, lo que me llevó de regreso al día en que fui a verlo a la enfermería.

A mitad de camino su humor se acentuó.

—¿Por qué asistes a una iglesia?

Ahí estaba otra vez el tema de mis creencias. Sin dudas, Seth debía aprender más del aforismo «vive y deja vivir».

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora