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#MiércolesDeLOC

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CHARLA CASUAL


Me resultó confusa toda mi situación. Estar en un departamento en la zona anglosajona de Wightown podía considerarse como la meta que en algún momento tuve mis años de niñez, no obstante, me sentía tan fuera de mí...

Saqué a Francis del bolso y, con él en mi regazo, me senté en unos de los sofás. «Pequeña» fue la palabra que me vino a la cabeza estando en medio de la soledad en un enorme departamento. El entorno lúgubre combinaba a la perfección con el cielo gris del exterior. Las paredes que me rodeaban color ébano atenuaban los biombos rojos que separaban los espacios predeterminado que limitaban los muebles. El estilo minimalista nunca me llamó la atención, pero admito que en el departamento sentaba genial; los sofás rojos, la alfombra de lana negra bajo mis pies, la mesa de centro con una forma de cubo inexacta, la decoración sobre esa... Todo parecía sacado de una revista de hogar. Me encantaba. Me volví hacia los enormes ventanales, con la vista hacia una tranquila Holly Brandon siendo sumergida en la que, para muchos, era una bendición de Dios.

¿De verdad me quedaría en un sitio así?

Me quedé viendo la puerta por la que Dhaxton había entrado.

Se veía tan bien cargando mis maletas.

¡Mis maletas! Dhaxton las había dejado en el piso y una pequeña posa se formó bajo ellas.

Me puse en pie y agarré a Francis por debajo de sus axilas, con su cara peluda y malhumorada hacia mí. Los ojos del gato me maldijeron en silencio por agarrarlo en el aire.

—Tengo que secar las maletas —le dije como si pudiera entenderme. Estaba segura de que en el fondo entendía todo, solo que era demasiado rebelde para obedecer—. Hagamos un trato, ¿ya? Voy a soltarte, si te quedas quieto te daré todo un sobre con comida.

Francis maulló.

Supuse que eso era un sí.

Lo dejé en el piso y me dirigí a la cocina. La cocina era un lugar de ensueño, nada comparado con el "cuarto de tortura" que mamá y yo teníamos en casa. Muebles oscuros, electrodomésticos de las mejores marcas y una isla en el centro con un lavaplatos... Ah, con solo pensar en la facilidad que tendría para hacer el desayuno me sentí complacida. Inspeccioné el interior de los cajones hasta hallar uno con paños de cocina, perfectos para sacar las gotas de mi maleta impermeable. Con el paño en mis manos me entró el cargo de conciencia y lo regresé. Sabía que Devon había dicho que me sintiera como en casa, pero usar sus cosas sin permiso enardecía mi sentido de culpa, como si hiciera algo muy malo. Preferí sacar una toalla de papel.

Casi terminaba de secar mis maletas cuando escuché un peculiar sonido que me erizó la piel. Mi cuerpo se volvió rígido hacia la dirección del sonido, encontrando Francis con sus garras enterradas en un sillón. El gato debió percibir mi histeria interna, porque se quedó quieto con sus enormes ojos abiertos.

—¡Francis!

Lejos de mostrarse asustado, continuó limando sus uñas. De un salto llegué donde él y lo agarré. «¡Déjame, déjame!», seguro que me chillaba en su idioma gatuno mientras se retorcía entre mis brazos.

De pronto, el clic de una puerta se escuchó.

Francis y yo nos quedamos tranquilos sobre el sillón pretendiendo que nada pasó.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora