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UNA LLAMADA DE ALIENTO Y LA NOTICIA QUE LO ARREBATÓ


Una voz me llamó. Se oía distante, como si me hablara desde lo profundo de un pozo oscuro y profundo. Quería hablar, responder algo a sus palabras ilegibles, pero no podía hacer más que balbucear oraciones sin sentido. No sentía el cuerpo, era solo una masa de carne y huesos tirada en el frío piso y con el agua cayéndome encima.

En un segundo que se me hizo eterno, fui cubierta por lo que supuse era una toalla, entonces la voz que antes no entendía, me dijo algo y luego sentí dos enormes manos en mi espalda tratando de levantarme. Empecé a llorar, pues el dolor del que había estado ajena se volvió real. Levantarme fue un error, me vi en medio de una marea violenta que me hizo perder el equilibrio.

—Te tengo... —murmuró la voz. La comprendía, pero continuaba siendo difícil de apreciar lo demás.

Mi cuerpo, que se enfriaba, guardó algo de calor bajo lo que supuse era mi bata.

Mientras la voz me hablaba, sentí que una brazo rodeaba mi espalda y otro recorría la parte trasera de mis muslos para así levantarme del suelo.

Más mareos.

Llevé temblorosa mano hacia mi cabeza, justo hacia ese sitio donde más me dolía.

Pasos.

Con una delicadeza admirable, fui puesta sobre la cama. Una figura borrosa se presentó ante mi vista.

—Necesito que estés despierta —pidió.

No recuerdo que dije.

—Tienes qué —murmuró.

Lo último que recuerdo es su mano acariciando mi mejilla.

Todo se convirtió en oscuridad otra vez.

La caída en la ducha me costó una inflamación en el lado izquierdo de mi mollera y un dolor terrible de cabeza. Por suerte, nada más grave. En mi segundo despertar, ya más repuesta, sentí que estaba sumergida bajo el agua y de primeras todo a mi alrededor dio vueltas. Mi estómago, el cual ya estaba bastante descompuesto por la imagen de Agnes cortándose las muñecas, se revolvió como si dentro creara una asqueante sopa.

Me encontraba recostada en mi cama, cubierta por el edredón y con el blanco de la habitación tan brillante que, por un segundo, creí estar en el cielo. Luego apareció Sol. Vi su rostro borroso hasta que mi vista volvió a la normalidad.

—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?

—Me duele la cabeza —respondí con voz áspera y cortante. Me moví para sentarme, pero fue la peor decisión; mi hombro también dolía y solté un quejido que puso en alerta a mi amiga.

—No te muevas, mantente así —dijo con rapidez, acomodándome el cabello que todavía tenía mojado—. Santo Dios, Drey, te caíste de la ducha... cuando Dhaxton me lo dijo yo pensé lo peor.

De todas sus palabras solo permaneció «Dhaxton».

—¿Él me encontró?

El hilo de voz con el que emití la pregunta dejaba claro lo terrible que me parecía el solo pensamiento de que Dhaxton me haya visto desnuda. Lo peor es que Sol, por mucho que intentara mentir sobre esa realidad, no podía esconder su expresión.

—Sí —soltó—. Ay, Dios, Drey, él te trajo hasta aquí e incluso te puso esa bata que traes puesta.

Con dificultad miré mi pecho y vi la «V» que formaba la unión de la bata, el collar de la abuela y la curva descubierta entre mis pechos. Deseé taparme con el edredón entera y desaparecer para siempre. Sol me retuvo.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora