SETH

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No puedo creer que haya tenido que cantar en un coro de la iglesia solo para complacerla. No hay dudas que puede aparentar ser una chica buena, pero en el fondo tiene su lado gris, y no sé si eso me agrade demasiado.

Me subo al coche y lo enciendo. La interrogación se asoma en los labios de Audrey, y esa pequeña confusión que se torna en su rostro me da cierta energía.

—Es mi turno de elegir ahora —le informo antes de que lo llegue a preguntar, porque es evidente que lo hará.

—¿A dónde vamos?

Y era evidente que iba a seguir preguntando.

—A comer algo, me estoy muriendo de hambre.

Guarda silencio. Por el rabillo del ojo noto que está revisando su cartera.

—Que no sea un restaurante caro o algo por el estilo.

Es probable que me vea como un chico nacido en cuna de oro y que derrocha dinero en lugares caros. No sabe lo mucho que me apestan esas cosas.

—Tranquila, novia —marco la voz aquella palabra que tan mal parece sentarle—, yo seré quien pague en agradecimiento al maravilloso rato que me dejaste pasar.

Mi sarcasmo lo toma con diversión, puedo verla menos tensa ahora.

—No te preocupes, no le contaré a nadie lo mal que cantas.

Me cierra sus ojos, lo que me hacer preguntar: ¿sabe ella lo bien que se ve sacando ese lado más travieso?

—Si haces ese tipo de cosas luego no me reproches si intento algo —formulo en voz alta, tal vez demasiado para que lo haya escuchado.

—Solo digo la verdad. Prometo no contárselo a nadie, pero olvidarlo... eso ya es más complicado.

Sonrío.

No puedo creer lo ingenua que es.

—No me refiero a eso —me mira con extrañeza—. A que actúes lindo.

—Ah, eres la clase de hombre que cuando le dicen «hola» se lo toma como un coqueteo.

Auch.

Me acerco a ella consciente de guardar la distancia, no quiero espantarla.

—Soy la clase de hombre al que le encantaría... —Veo una marca en su cuello; es la clase de marca que no puedes hacerte a ti mismo, que no te la deja un jodido insecto chupasangre y que mucho menos se te forma con un golpe—. ¿Qué es eso que tienes ahí?

Se pone a la defensiva, inquieta.

No mientas, no mientas, no mientas.

—Me picó un mosquito.

Lo hizo, vaya mierda.

—¿Y te succionó tanto ahora tiene morado? —inquiero con cinismo.

—Sí, tengo la piel delicada.

Siento un fuego asfixiante ardiendo dentro de mi cuerpo. Me giro hacia el volante y aprieto con fuerza.

—Piel delicada —murmuro.

Quién puede creerse tal cosa.

Arranco rumbo al restaurante de comida rápida donde suelo ir. Me gusta lo que se sirve ahí y también la discreción de los empleados. Chris y yo no hemos tenido problemas dentro, tampoco lo he tenido con mis otras citas, y cómo tenerlos, soy el mejor amigo de su futuro jefe.

Soy el primero en bajar y entrar al local igual que entraría en mi casa. El día es calmado, hay varias mesas ocupadas por estudiantes de otras escuelas, rostros que no conozco. Al acercarme a la mesa salido al personal y pido lo de siempre. Detrás de mí está Audrey, con sus ojos marrones puestos sobre mí.

LA OPCIÓN CORRECTA EAM#1 | A la ventaWhere stories live. Discover now