007

122 14 9
                                    

✦ 9:30 A.M. ✦

Es una semana más en que se investiga el caso y no ha pasado nada.

Cada día me levanto a las nueve de la mañana, desayuno y a las nueve y media recibo una nota por parte del detective el cual me ha estado ayudando todo este tiempo. Ni un minuto más ni minuto menos.

Lo que hará diferencia esta mañana de otras es que le abriré la puerta antes de que pase la nota por de bajo de la puerta y así invitarlo a pasar sin sus notas queriendo darme motivación para seguir un día más confinado en mi casa sin poder hacer mucho más que respirar, comer y trabajar.
Entonces esperé paciente y ya vestido en uno de los escalones cercanos a la puerta, el reloj marca la hora esperaba ansioso y abrí la puerta y mi sorpresa no fue agradable, no era lo que yo quería. Jotaro está frente a mi, parecía estar a punto de tocar la puerta cuando abrí haciendo que esto sea una sorpresa para ambos.

–Tú –dije sin agrado alguno.

–¿Esperabas alguien más? –responde a mi desagrado inicio de conversación.

Estaba a punto de cerrarle la puerta en la cara pero me detiene su mano y su expresión no era de ira, ni siquiera intentó entrar.

–Solo déjame hablar, por favor.

Quedé mirándolo un rato y sin pensarlo mucho lo dejé entrar sabiendo que tal vez no terminaría bien la conversación para ambos. Él pasa, no dudo en ofrecerle algo de beber o comer.
Han pasado 12 años desde que todo acabó con él y aún así se comporta como si tuviera algo que decirme, algo que no quisiera escuchar pero sabría que sería inevitable de oír que no tendría remedio más que soportarlo.

Fuimos directamente al segundo piso, dijo que quería privacidad por las palabras que quería decirme y parecía muy nervioso. Una vez allí cierro la puerta y ambos quedamos frente a frente, yo sentado en mi escritorio y el parado frente a mi.

–Habla.

Jotaro suspira, no parecía terminar en las típicas discusiones de antes o al menos así me hacía parecer por la cara que tiene. Algo no anda bien en él.

–Estaba pensando mucho en ti –confiesa– y es que a pesar de todos estos años quiero intentarlo otra vez.

Me cruzo de brazos, él gruñe pero no parece ser conmigo ese enfado, mira el suelo por unos cuantos segundos y allí espero para que me responda sin apuro. Suspira cerrando sus ojos y cuando los abre parecía tan tríate.

–Lo siento, Rohan –susurra–. Lamento haberte hecho daño y haberte decepcionado.

Dejo de cruzar mis brazos y me levanto del asiento, me acerco hasta el punto de cruzar nuestras respiraciones pero no creería con facilidad en sus palabras.

–¿Qué te hace pensar en que puedes volver hasta acá, mirarme a los ojos y aprovecharte de esta situación para volver a tenerme? –le susurro furioso– Te recuerdo que nunca me tuviste, no soy objeto que puedas poseer.

Mantengo la mirada por un largo segundo, viendo que su expresión de tristeza ya no es del todo tristeza sino que poco a poco se va molestando.

–Siempre piensas eso.

–Entonces hazme pensar lo contrario a lo que estaba pensando de ti –respondo molesto.

Su respuesta ante mi comentario fue acorralarme contra mi escritorio y no sabía muy bien reaccionar a eso, si tenía que decir algo o simplemente empujarlo.

–Ahora sí que pienso lo contrario –contesto sarcástico

Nos quedamos mirando un largo rato, nadie dijo nada es entonces que sentí una gran incomodidad en el silencio. Insisto en que hablé y no lo hace, comienza a asustarme e intento a empujarlo pero no puedo, es más fuerte que yo y es entonces que tuve que pegarle en la entrepierna pero no lo logré, me frena enseguida cuando lo intento.

–Déjame ir –susurro molesto intentando ocultar el miedo.

–Entonces escúchame sin interrumpirme.

Lo agarro de la gabardina, realmente no quería escucharlo pero si tenía algo que decirme no me quedaba de otra, solo tenía la rabia de tenerlo frente a mi y que pida perdón luego de tantos años.

–De verdad lo siento –susurra más relajado–, no quise quitarte de tu lugar, solo quería tenerte a mi lado. Lamento no haberte escuchado, podríamos haber resuelto nuestros conflictos desde un principio.

Arrugo la gabardina, parte cercana a su cuello y suspiro mirando hacia sus zapatos y relajándome poco a poco. Da un paso hacia atrás pero él no suelta el escritorio y yo no suelto su gabardina. Ninguno de los dos tenía nada más que decir y no soportaba toda la idea de tenerlo frente a mi, quizá necesite terminar esto bien esto de una vez junto a él, solo revivir un viejo recuerdo que al menos si nos unía en algo.
Vuelvo a arrugar aún más su gabardina, apegándolo más a mi y él reacciona tomándome de la cintura, relajó mis manos y la apoyó en su pecho pero la tensión sigue aumenta pero la distancia va disminuyendo. Aprovecha para acorralarme contra el escritorio, me sienta sobre él y despeja poco a poco para poder ir besándome y acostándome sobre el escritorio. Me quita la ropa, apresurando dejándome desnudo por completo. Puede que siempre me ha dicho que podía ser delicado conmigo pero nunca fue así, no del todo. Quito su gabardina, dejándola caer al suelo y entre los besos se desnuda poco a poco, cada caricia era la expresión que daba, era lo que no podía decir sus palabras. Luego de separarnos por unos cuantos segundos se quita lo último que quedaba y ya lo tenía desnudo frente a mi, pude notar que tenía colocado el condón pero los reclamos irían al final de todo esto.

–¿No vas a decirme nada? –reclamo, sabiendo que me entendería.

Refriega con lentitud su erección sobre mi abdomen y sus manos acaricias y aprietas con suavidad mis nalgas. Sus manos las lleva hacia mi boca, toca mis labios con delicadeza y tomo su mano, llevando un par de dedos suyos a mi boca y succionarlos con lentitud.

–Dudo que haga falta decirte algo –responde–, tú aún sabes qué me gusta de ti.

Quita los dedos con suavidad de mi boca y los coloca dentro de mi ano poco a poco, intenta lubricarme de manera improvisada, algo que logra por los jadeos que saca de mi boca. Sentía sus labios besarme por mi cuello, morder con suavidad uno de mis pezones. En un abrir y cerrar de ojos sus dedos ya no estaba dentro de mí sino que algo más grueso y largo, sus manos sujetan mi cadera. Comienza lento, un va y ven delicado que poco a poco va siendo salvaje y desesperante. Es obvio que no quería que parara pero por un segundo lo hace, me toma con delicadeza y me acorrala contra la pared cercana al estante, me pone de espalda y vuelvo a sentirlo dentro de mi.

–Mierda –gimo desesperado por la excitación.

Él solo va más rápido hasta el punto de que ya sentía estar a punto de llegar al orgasmo, siendo claro que Jotaro habría llegado primero.

Mis piernas tiemblan pero aún con la fuerza suficiente me vuelvo a vestir. Ya son las diez y media de la mañana.

–Dudo que el condón haya sido casualidad –digo entre jadeos.

–¿Ah?

Tomo su gabardina al momento en que actúa como si no supiera a qué me refiero y se la lanzo.

–Vístete antes que tire tu ropa por la ventana –advierto antes de irme del cuarto–, tienes diez minutos.

Había pasado una hora y cuando bajo con lentitud puedo ver la nota debajo de la puerta, es el único momento en que puedo sonreír de verdad.

La última notaWhere stories live. Discover now