016

80 12 0
                                    

✦ La pesadilla en persona ✦

Antes de haber empezado a ser amigo de Josuke hubo un persona que nunca pensé que sería aún más mentiroso que él.

Conocí aún más a Jotaro por un pequeño tropiezo en mi vida que terminó en una invitación tranquila a tomar café que de eso fue a terminar en el hotel en que suele hospedarse a las afueras del pueblo, día que terminó por ser la primera persona en haber deseado como pareja, ese día fue mi primer beso. Pensaba que todo podía ir más que bien, al principio ponía mis pies sobre la tierra y pensar que es la primera relación tarde o temprano acabará y que no será la única persona que tendré en mi vida, que tendré a más personas en mi vida con las que experimente algo distinto pero con el tiempo fue como encadenarme a un árbol que sabía que tarde o temprano debía talado y derrumbado.

Habían días en que todo iba bien, días en que me sostenía con delicadeza hasta cuando teníamos relaciones pero habían otros días en que parecía ser una persona totalmente distinta a la que había conocido, podía llegar a ser bestia en cama, pared, suelo pero bestia en personalidad era lo peor.
Teníamos los días contados y lo sabía, realmente no me importaba el odio hacia Josuke en ese entonces, estaba a su lado pero todo era tan distinto.

Una noche no soportamos más las peleas, me detuvo en el umbral, me sostuvo con delicadeza como si intentara volver al inicio.

–Escúchame por favor –dijo apenado– vuelve adentro, recuéstate, pediré algo para comer y veremos una película de nuestro gusto. Nada de sexo, solo tú y yo, amor.

Apoyé mis manos en su pecho en señal de aceptar pensando que todo iría bien esta vez. Nos abrazamos y volvimos a entrar esta vez tomados de la mano. Quité mis zapatos, me recosté y él ordenó la cena esa noche tal como había dicho. Estaba cumpliendo su palabra hasta cuando volvió a la cama para recostarse a mi lado, me abrazó, me acarició hasta poner una película que nos gustara.
De pronto se levantó de la cama, dijo que iría a ducharse que necesitaba la ducha ya que esa mismo día había llegado al pueblo nuevamente por segunda vez en el año. Puse pausa a la película y lo esperé. Tenía un cajón abierto y pude ver en él una cajita pequeña a la cual parecía ser un anillo de compromiso, al momento en que lo abrí parecía un anillo de casado. Quizá esté confundido y él solo busca adelantarse a la relación que es aún peor, claro, eso pensaba pero luego empecé a pensar en lo peor. El teléfono sonó, pensaba que era todo una mala coincidencia.

Desde la ducha Jotaro pedía que atendiera, que habían dicho que uno de los platos que había pedido le iban a confirmar si no estaba. Cuando contesté me llevé por sorpresa la voz de una mujer pero hablando en otro idioma.

–Jotaro –decía la mujer–, cariño, solo llamaba para saber si habías llegado bien como nunca llamas me conseguí el número y Jojo también necesita saber de ti, ella necesita a su padre.

Colgué la llamada, no soporté el dolor. Jotaro salió de la ducha. He allí el sentimiento culpable.

–¿Qué pasa? ¿Estás bien? –preguntó preocupado.

Solo esa vez lo noté preocupado de verdad cuando sentía que el mundo se derrumbaba a mis pies, sentía vergüenza, rabia y ese escalofrío desesperante recorrer mi espalda.

Di un paso hacia atrás.

–No te acerques –había dicho alterado y caminé hacia el cajón.

–Rohan –dijo intentamos detenerme.

Encontré el anillo de casado, él parecía tan decepcionado como yo.

–Dime Jotaro, ¿qué es esto? –cuestioné dejando derramar mis lágrimas ante él– Porque hace unos minutos atrás llamó una mujer hablando en inglés diciéndote cariño y había nombrado niña diciendo que era tu hija.

Se había quedado callado, al parecer ya había dicho todo. Había descubierto todo por mi cuenta y sin querer. Ahora entendía su comportamiento de que haya sido tan cambiante, de que a veces se enojara conmigo, de que fuera dulce conmigo. Era el otro en su vida... nada más. Era reemplazable y eso me hacía sentir inútil.

–Esto acaba hoy y realmente no lo lamento –dije tirándole el anillo y caminando hacia la puerta.

Miró atrás, él estaba llorando pidiendo que volviera, iba a divorciarse, ya no la amaba pero lo hecho ya estaba.

–Ten una linda estadía en Morioh, señor Kujo –me despedí–, busque a otro muñeco para desquitarse.

Me largué y no miré atrás.

Mantuve mi cabeza en alto en todo momento, no me importaba la humillación porque claramente él solo se arrodillaba mientras pretendía no saber su nombre pero la verdad en aquel momento es que lo sentía tan distinto, realmente ya no lo reconocía.
Al momento en que logré salir de allí y volver a casa pude descargarme finalmente partiendo a la tina para quitarme la sucia sensación de haber sido utilizado, un muñeco.

Pasaron los días, de días a meses y de meses a años. Cuando esa noche fui acogida en la casa de los Higashikata supe que ninguno de la familia podía saber la verdad de Jotaro y menos Josuke, menos ahora, me vería como me veía Jotaro: un muñeco más.

La última notaOnde histórias criam vida. Descubra agora