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En cuanto entré en mi casa, cerré la puerta despacio y sin hacer ruido. Eran la una de la mañana. Llevaba fuera sin hablar con mi familia desde las once de la mañana.

Mis padres debían estar furiosos conmigo, pero no habían ido a buscarme y eso era razón suficiente para saber que no habían llegado al límite.

Anduve de puntillas para hacer el menor ruido, algo difícil para mi, que era una torpe, y subí las escaleras con cuidado. Estaban todas las luces apagadas, debían haber cenado ya y estarían todos en sus habitaciones.

Seguía enfadada con mi padre, así que utilizaría mi arma más poderosa. La indiferencia. Era muy buena en eso. Siempre conseguía que mi madre se desenfadase conmigo de esa manera cuando teníamos una discusión estúpida. Además, mi padre debía saber en el fondo que sus comentarios habían sido muy fuertes y que se había pasado, así que no podía formar una pelea cuando él lo había hecho mal. Si era listo sabría que yo tenía muchas cosas por rebatirle.

A menos que estuviésemos en una dictadura y en vez de dejarme hablar simplemente me mandase a mi habitación por días y eso estropearía nuestro plan de búsqueda.

Llegué hasta la planta de arriba y me estaba dirigiendo con paso cauteloso hacia mi puerta cuando escuché la voz de mi padre.

Al principio me asusté porque pensaba que me había visto, pero entonces me di cuenta de que hablaba en su habitación.

—Por fin das señales de vida —Dijo al principio. ¿Con quién hablaba? Me quedé apoyada en mi puerta, escuchando. —Ya, ya lo sé. Lo comprendo.

Hubo una pausa de un minuto. Sabía que diría algo más porque la otra persona estaría diciendo algo. Obviamente mi madre no era, así que debía estar hablando por teléfono.

Me acerqué más a la puerta de mis padres y puse la oreja bien pegada para escuchar todo tapando mi boca y mi nariz para que no se escuchase ni mi respiración.

—Pero entiéndeme a mi —volvió a hablar mi padre—, he llegado hace poco con mi familia por ti, por lo que tú habías conseguido. Y en lo que yo te he ayudado, y ni siquiera te dignas a venir a hablar conmigo en persona. Me llamas por teléfono después de semanas.

Entrecerré los ojos. Por alguna razón esa conversación no me inspiraba nada bueno.

—Hicimos un trato. ¿Te acuerdas? ¿O prefieres que te refresque la memoria?

Cada vez estaba más sorprendida. Nunca había escuchado a mi padre hablarle así a nadie en toda mi vida. Era algo fuera de mi percepción sobre él. Estaba enfadado, se le notaba en el tono de voz, estaba claro que había algo que no le cuadraba y estaba en defensa. Pero no era una persona a la que alguna vez hubiese considerado amenazante ni nada por el estilo.

—O nos reunimos o actúo. Y sabes que soy capaz.

—Antonio —habló mi madre por primera vez, dirigiéndose a mi padre—, dile que os reunís y habláis las cosas con tranquilidad. Si te ve en ese plan será peor.

—Eso pensaba —le dijo mi padre a la otra persona—. Pues ya sabes. Quedamos en el faro mañana a las siete de la tarde. Perfecto.

Entonces colgó y escuché unos pasos. No sabía a dónde se dirigía pero corrí sin hacer ruido a mi habitación y cerré la puerta lentamente con el corazón latiéndome a mil por hora.

Me quedé sentada en el suelo apoyando la pared en la puerta, pensativa. Mi padre había quedado con alguien en el faro la tarde siguiente. Pero, ¿por qué tanto misterio? ¿Qué tramaba? No me cabía en la cabeza que mi padre estuviese en algo secreto y que le hablase así a otra persona.

COUNTING ON YOU | OUTER BANKSWhere stories live. Discover now