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En cuanto llegué a casa eran las tres de la tarde, mi familia había comido y ahora mis padres estaban sentados en el sofá.

—¡Olivia!—Mi madre corrió y me dio un abrazo—. ¿Sabes lo asustada que he estado toda la noche

—Perdón, mamá. Estábamos dormidas. No volverá a pasar.

Mi padre se levantó y me miró con expresión seria.

—¿Qué es eso?—preguntó señalando mi pierna.

—Anoche un perro me mordió y Kiara me lo ha curado.

—¿Un perro?

Vaya mentira más barata y mierdosa. ¿De verdad eso era lo mejor que se me ocurría? Si era más tonta no nacían

—Ajá —respondí quitándole importancia y traté de subir las escaleras, pero mi padre me paró.

—Nos tenías preocupados.

—Estoy bien —me encogí de hombros—. Tampoco es un drama.

Me soltó y yo subí las escaleras sin mirar atrás. En cuanto llegué a la planta de arriba, Joaquín se interpuso.

—Hola, Olivia.

—Hola, enano —sonreí y le di un beso en la frente—. ¿Cómo estás?

—Bien —saltó—. ¡Anoche te hice bizcocho de chocolate! ¿Quieres un poco? Mamá estaba preocupada así que te lo preparé para que volvieses.

Sonreí con sinceridad y me agaché para abrazarlo fuertemente.

—Eres un cielo. Pues claro que iba a volver, solo salí una noche. —Joaquín hizo sus labios una fina línea—. Guardo todo en mi habitación, me ducho, y nos comemos unos cuantos trozos. ¿Qué te parece?

Joaquín asintió y bajó corriendo las escaleras. Miré atrás para ver si mi padre estaba ahí y después entré en la habitación. Nunca me había sentido tan insegura e incómoda en mi propia casa, y mucho menos por mi padre. Pero ahora me sentía así. Era como una constante sensación de ser vigilada y de que sospechaba de mi.

No era buena para los momentos de tensión.

Abrí la mochila y vi el mapa metido. Tenía que dejarlo en el despacho de mi padre sin que se enterase.

Lo cogí y abrí la puerta con cautela. Miré el pasillo y no había nadie, por lo que seguí andando. Abrí la puerta de mis padres, no estaban en la habitación. La puerta del despacho estaba cerrada, solo esperaba que no se encontrase dentro. La abrí con sigilo y me asomé. No había nadie. Estaba despejado.

Entré y corrí al armario, visualicé la caja de los regalos del día del padre, y lo metí. Después, cerré la puerta del armario y me di la vuelta, para ahogar un grito.

Mi padre estaba delante de mi con los brazos cruzados.

—Papá.

—Olivia.

Estaba enfadado, se le veía en los ojos. En cuanto vi cómo me miraba cuando entré supe que algo andaba mal. Mis sospechas eran ciertas, sabía que algo tramaba, sabía que yo tenía el mapa.

—¿Dónde estabas anoche?

—En casa de Kiara, ya lo sabes.

—¿Y necesitabas el mapa para ir a casa de Kiara? ¿Es tan difícil encontrar el mejor restaurante de la isla?

—No sé de qué me hablas —Tragué saliva.

—Ya... —se acercó a la puerta y la cerró—. Hasta que no me cuentes todo, de aquí no sales.

COUNTING ON YOU | OUTER BANKSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora