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En cuanto llegamos al muelle de Outer Banks, bajamos todo con rapidez y yo traté de no posar con mucha fuerza mi pie en el suelo, pues la herida cada vez me dolía más.

Habían pasado unas tres horas y media desde que la pantera me arañó y sabía perfectamente sin mirar el arañazo que se me había infectado. Cada vez escocía más.

Llevamos las mochilas hasta la caravana, que seguía intacta y en el lugar donde la habíamos dejado, para después subir al coche. Esta vez me senté yo en el asiento copiloto con Kiara conduciendo y los chicos detrás. Lo que me faltaba ya era que la caravana parase repentinamente o se chocase contra algo y me golpease en la herida o algo parecido.

Eran las once de la mañana. Había tiempo para llegar a nuestras casas. Miré mi móvil, que lo había dejado en la guantera de la caravana, para no estropearlo en el barco por si acaso. Y mi corazón paró de latir -o eso me pareció a mi- en cuanto vi las notificaciones.

Seis llamadas perdidas de mi madre.

—Me cago en la leche —maldecí en español.

—¿Qué?—preguntó Kiara mirándome un segundo.

—Mi madre me ha llamado seis veces. Tienes que llevarme a casa ya.

—Si llegas a tu casa con esa herida será peor y harán demasiadas preguntas. Lo mejor es que vayamos a casa de John B y te la cure allí. Al menos si te la ven después ya no parecerá que te va a salir un engendro de ahí dentro.

Y tenía razón, esa parte de la pierna parecía haberse hinchado. Era asqueroso.

—Menos mal que JJ el héroe estaba ahí para rescatarte —comentó desde la parte de atrás.

—Oh, sí, mi caballero andante. No sé qué sería de mi si no estuvieses pendiente de mi.

Llegamos hasta la casa de John B y decidí mandarle un mensaje a mi madre preguntándole que qué pasaba. Estaba muy nerviosa. La cosa pintaba mal.

—Lo primero, hay que curar la herida —anunció Kiara dejando las mochilas en el suelo y me hicieron  sentar en el sofá.

Kie entró en el cuarto de baño y salió unos segundos después con un botiquín de emergencias. Se acercó a la herida bajo la vista de Pope y JJ y la destapó quitando la camiseta de JJ, que se había puesto otra camiseta de las mochilas cuando entramos en el barco.  La herida estaba hinchada, roja y salía algo blanco de ella. Era pus. Todos hicimos un sonido de asco.

—Esto te va a doler —dijo Kie con una mueca acercando un bote de agua oxigenada y un algodón.

Tragué saliva a la vez que JJ me daba su mano para apretarla. Kiara vertió el agua oxigenada sobre mi herida y creí que vería estrellas. Una vez me hice un buen arañazo en el brazo con una puerta oxidada, y me dolió mucho, pero esto era el triple. Un líquido blanco salió de la herida, era la infección.

—Dios santo —Pope apartó la mirada y yo apreté bien fuerte la mano de JJ, que comentaba lo guay que se veía.

Kiara siguió echando el agua oxigenada sobre la herida y el líquido blanco seguía saliendo, ella lo limpiaba con el algodón. Finalmente, hasta que el pus dejó de salir, después Kiara me colocó una venda y la juntó con esparadrapo.

—Ya está.

Suspiré mientras echaba la cabeza hacia atrás. No era como si tuviese una herida de bala, pero era doloroso. Además de que yo era terriblemente hipocondríaca.

—Muchas gracias, Kie.

Ella me sonrió y se sentó en un sillón, exasperada. Estábamos demasiado cansados como para decir algo.

COUNTING ON YOU | OUTER BANKSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora