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Madara estaba inquieto, paseándose de un lado a otro mientras trataba de poner en orden la casa. Era innecesario, la casa estaba bien, limpia y todo estaba donde debía estar; pero él necesitaba distraerse de algún modo de aquella inquietud que le oprimía el pecho.


Hashirama llevaba dos días "desaparecido", pero Madara sabía con exactitud dónde encontrarlo, siempre estaba en el mismo lugar cada que desaparecía. Y él simplemente no podía ir a buscarlo, era suficiente, ya estaba cansado de tener que recoger la migajas de su dignidad cada que el Senju le quedaba mal. No podía permitirle más errores, él debería haber aprendido su lección. Pero ¿cómo hacerlo? Dijo una amenaza vacía y Hashirama lo sabía.


Sintió la respiración atorarse en su garganta cuando la puerta fue tocada.

Él había contactado a Tobirama.

No había tenido más opción- realmente, él no había pensado en otra cosa.- así que buscar al hermano de Hashirama había sido una decisión tomada en el calor del momento. Y ahora no iba a echarse hacia atrás. Él aceptaría ayuda casi por primera vez en su vida.

Caminó hacia la puerta, recogiendo su cabello en una coleta alta y revisando que su yukata oscura no estuviera demasiado desaliñada, abrió encontrándose con un par de ojos rojizos que lo veían con atención, un ceño fruncido entre sus cejas blancas.


— Te ves más feo que de costumbre. — fue lo primero que dijo su cuñado. Madara soltó un suspiro, haciéndose a un lado y dejándolo pasar al interior de la casa. Era consciente que se veía un poco descuidado, pero no podía culparse, la ansiedad y la preocupación no lo habían dejado dormir por la noche en su fría cama vacía.


— Gracias. — murmuró cerrando la puerta detrás de él, mirando de reojo al albino sacudirse la nieve del cabello y dejando la maleta que cargaba sobre el suelo. — Tu habitación está lista en el piso de arriba.



— Excelente. — Tobirama respondió, dándole una rápida mirada al cuarto principal y después girándose a él con una mueca de confusión. — ¿Hashirama?


— No ha regresado en dos días. — dijo en respuesta, cruzándose de brazos y caminando hacia la cocina, siendo seguido por el Senju menor.


Tobirama asintió, entendiendo. — Bien, iré a buscarlo. — dijo imitando su pose, cruzando los brazos sobre su pecho.

Madara le miró en silencio mientras preparaba té. Tobirama no había cambiado demasiado en tres años sin verlo, si bien, él parecía más alto y quizás menos tenso que antes, seguía teniendo la misma expresión de molestia y sus ojos seguían igual de fríos que de costumbre. Él seguía siendo el mismo bastardo de hielo que siempre fue.


— ¿Sabes donde puede estar? — la pregunta parecía ridícula sabiendo que Tobirama conocía demasiado bien a Hashirama, casi igual que él. Y él sabía dónde estaba, de todos modos.


El de cabellos blancos encogió los hombros, aún de pie sobre el marco de la puerta. — ¿Acaso tú no? Deberías conocerlo mejor ¿no crees? A fin de cuentas por eso lo escogiste a él.


Madara apretó los labios luego de escucharle decir aquello, apartando la mirada y dirigiéndola hacia el contenido de una de las tazas.— Creí que lo habías superado.


— Yo lo superé, pero eso no quiere decir que no tenga razón en lo que te dije hace tiempo. — el Senju peinó sus cabellos hacia atrás.— No quiero decir 'te lo dije', pero bueno, te lo dije.



Tiempo 🌿 Obikakaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن