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La mañana del día siguiente pasó rápido, entre los tres terminaron de limpiar y acomodar la vieja oficina olvidada de Tobirama para poder adaptarla a una habitación decente para Madara. El almuerzo también pasó rápido, lo preparo el albino y Obito casi se arrancaba la lengua cuando descubrió que a Tobirama le gustaba mucho la comida picante y que la comida que preparaba era, obviamente, picante. No soporto mucho y termino con dolor de estómago y con la lengua dormida. Madara le llamó exagerado.

Cuando se alistaron para salir, Tobirama les indicó que daba clases a partir del mediodía, donde entrenaba a un grupo de niños y también les enseñaba sobre las materias que Obito había visto en la academia– y no recuerda mucho de ello, honestamente. Pero conocerían a los niños a los que Tobirama enseñaba junto a la tal Tōka que había sido mencionada antes. Obito estaba ansioso por preguntarle la razón de porque Tobirama había dejado Konoha en primer lugar.

Llegaron a una edificación de las que había por todos lados, decorada con banderines y linternas– se impresionó por el hecho de que no usaban velas como en Konoha. Tobirama siempre fue delante de ellos, sin conversar demasiado. Antes de entrar, su tío se desvió a una tienda y dijo que después los alcanzaría. No le tomó importancia y siguió a Tobirama en silencio, quien fue rápidamente asaltado por una morena que se lanzó hacia él.

Obito miró el cálido abrazo que compartía Tobirama con una mujer que le resultaba vagamente familiar. Era alta– aunque a penas llegara a la mitad del rostro al albino. Su cabello estaba recogido en un moño algo y tenía un flequillo ocultado su ojo izquierdo. Tenía una mirada tranquila y el cabello castaño.

Ella le miró unos segundos después de soltar a Tobirama, para luego dejar que una sonrisa enorme apareciera en sus labios.— ¡Ohhhh! ¡Estas grandísimo! — la mujer dijo, acercándose a pellizcar sus mejillas. Obito miró confundido a Tobirama. — No te preocupes si no te acuerdas de mi, te vi como dos veces cuando eras niño. — ella picoteó su costado y luego regresó junto al albino. — ¡No dijiste que Obito había crecido tanto!


— Bueno, dejaste de verlo cuando cumplió trece años, Tōka, obviamente iba a cambiar mucho. — el albino dijo. Obito no dejó pasar por alto la manera de hablarse con ella; tan familiar y tranquila, no indiferente, como solía hablarle a él o a Madara. — Anda, te presentaré a nuestros alumnos, Obito.


El azabache asintió, señalando a sus espaldas. — Madara se distrajo en una tienda, esperémosle.


Tōka giró a ver a Tobirama con el ceño fruncido.— ¿Madara?

Tobirama suspiró, rascándose la nuca. — Te explicó luego.

— Tobi.— Obito giró a ver a la mujer solo para darse cuenta que no le hablaba a él, sino a Tobirama. — No quiero que pase lo mismo de la última vez. Y tampoco quiero que sufras de nuevo. Ya sabes, yo le prometí a Izu cuidar de ti.


— ¿Al tío Izuna? — preguntó Obito, confundido. Tōka le regaló una sonrisa antes de palmear su cabeza.


— Pequeño Obito ¿nos darías un poco de privacidad? — preguntó la morena, sin borrar su sonrisa amable. Algo en la actitud de ella le recordó a Kushina. Asintió con rapidez, dándose la vuelta y caminando fuera de una de las edificaciones que utilizaban como academia.

Ahí había gato encerrado, y se aseguraría de sacarlo de esa jaula.

Se encontró con Madara a medio camino.


— Dentro están Tōka-san y Tobirama. — anunció señalando con su pulgar a sus espaldas. Madara frunció el ceño, asintiendo cortamente. Una manzana de caramelo en sus manos. Obito alzó una ceja en su dirección.

Tiempo 🌿 ObikakaWhere stories live. Discover now