🌖20🌖

1.9K 203 106
                                    





Deidara lo esperaba de brazos cruzados, el ceño fruncido y Obito podía jurar que tenía un pequeño puchero en sus labios.

Era la despedida. Al menos, por un tiempecito.

— Si vas a llorar, me iré. Hm.— Deidara dijo a penas llegó a su lado, girando el rostro hacia un costado. Obito palmeó su cabeza con suavidad, el que quería llorar era otro, al parecer.


— ¿Alguien te había dicho alguna vez que eres un mocoso irritante? — preguntó, mofándose de su actitud. Deidara le miró fastidiado antes de volver a girar el rostro en dirección contraria a la suya.


— Yo no lo soy. Hm. — se defendió, luego encogió los hombros. —¿Que almorzaremos? Kurotsuchi y mis alumnos- oh, ellos te dejaron una carta agradeciéndote entrenar con ellos. - quisieron dar una última vuelta por Konoha antes de irnos, así que tenemos al menos una hora y media para almorzar y tengo mucha hambre. Hm.

— ¿Te gustaría comer ramen? — Obito preguntó, pérdido entre tantas palabras que el rubio había soltado. Deidara sacudió la cabeza.

— Me gusta el ramen, pero es muy temprano todavía. Hm.

El Uchiha asintió, recorriendo la vista alrededor de los locales en el centro de Konoha, fijando su vista en uno en particular que había inaugurado hace un mes- y no había ido.


— Oh, mira, ¡Una tienda de bolitas! — Obito musitó señalando a la distancia, tomando a Deidara del brazo antes de que pudiera responder y arrastrándolo hacia el restaurante en cuestión.








Una hora más tarde, con los estómagos llenos, caminaron hacia la entrada de Konoha, donde Kurotsuchi y los alumnos de Deidara lo esperaban, todos con sonrisas amplias. Obito les correspondió.

— Obito-san.— Kurotsuchi le saludó cuando llegaron a su lado, reverenciando un poco antes de mirar a Deidara.— Dei, hay que regresar a casa.

— Agh.— el rubio se quejó, haciendo un sello con sus manos y apareciendo la misma ave -ahora sabia que era de arcilla.- con la que habían llegado hace tiempo. Ahh, Obito no quería pensar en eso, pero las cosas ahora eran muy diferentes de esos días pasados. — Adiós. — el rubio murmuró, dándole la espalda y caminando en dirección al pájaro de arcilla.

Obito sonrió de lado, tomando su muñeca y acercándolo hasta poder abrazarlo. Deidara se quejó en voz baja. — Deja de ser un mocoso insolente, Deidara. — murmuró recargando la barbilla sobre la rubia cabellera. Kurotsuchi y los niños comenzaron a subir en el ave, dándoles privacidad. — Yo también te voy a extrañar, pero prometo visitarte al menos una vez por mes ¿Te parece?

— Yo no quiero ver tu fea cara. Hm. — Obito sabía que estaba mintiendo. — Envía una carta antes de ir, el viejo Ōnoki se enfada cuando llega gente sin avisar.

— Bien, lo prometo. — murmuró apretando al rubio entre sus brazos antes de soltarlo. Deidara tenía el ceño fruncido, pero Obito lo conocía lo suficiente para saber que no era el único triste por la despedida. — Nos veremos pronto, Deidara.

— Supongo.— Deidara arrastró las palabras con molestia, dándose la vuelta y caminando hasta llegar a su creación artística.

Entonces Obito recordó a Madara y como lo había acosado para darle su encargo a Deidara.

— ¡Espera, olvidé darte esto! — Obito le llamó antes de que subiera a la blanca ave. Sacó de la bolsa ninja tras su espalda una bolsa más pequeña, caminando  con rapidez hasta llegar frente a Deidara y poniéndola sobre sus manos. — Madara te mandó esto. Es arcilla.

Tiempo 🌿 ObikakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora