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La casa de su antiguo sensei era de tamaño promedio, pero no sabía si eran los nervios lo que la hacían verla más grande de lo que realmente es.

Kushina estaba ahí. Podía asegurarlo.

Y por más que había tratado de evitarla, había sido arrastrado a modo de capricho por un demonio albino a la boca del pelirrojo demonio como un simple cordero incapaz de defenderse, futura presa de la furia de unos ojos diabólicos y dientes afilados disfrazados de una mujer del clan Uzumaki.

Trago saliva con fuerza mientras veía a Tobirama tocar la puerta de la vivienda.

Estaba sugestionando su cabeza, pero él no podía evitarlo. Kushina era... Kushina. Y él había obtenido los regaños suficientes como para saber que ella era peligrosa.

— Obito.— el demonio albino habló antes de que pudiera huir, su postura rígida y parecía levemente molesto. — Deja de temblar, me pones nervioso.

No pudo decir nada cuando la puerta se abrió, revelando al otro corderito rubio e indefenso que siempre era víctima de la furia de un demonio pelirrojo y agresivo.— Tobirama-sensei, Obito-kun, adelante, adelante. — Minato saludó con una sonrisa, entreabriendo la puerta para dejarlos pasar.

El demonio- traidor- se adentró a la vivienda, arrastrando las cadenas con las que lo mantenía atado por el cuello, llevándolo a la fuerza hasta terminar completamente dentro de la casa. Tobirama realmente no lo tenía encadenado, pero él lo sentía así.

Los niveles de oxígeno se redujeron, y el lugar tomó un aspecto más oscuro, llevándolo a la cruel realidad para la que había sido escogido; ser el almuerzo de la reina del infierno.

Ahí estaba el demonio pelirrojo, sentado en su trono, imponente y con ojos diabólicos, desprendiendo un aura asesina, dispuesto a devorarlo completamente como una presa sin escapatoria. Sus dientes afilados se mostraron en una fúnebre sonrisa y un rugido se dejó escuchar sobre todo el alboroto del otro cordero rubio, hijo de ambos:— ¡Obito, qué gusto verte!

Su ilusión del demonio pelirrojo y el demonio albino comiendo corderitos rubios se desbarató  tan pronto en el instante en que Tobirama le picoteó el costado con el codo. Kushina estaba sentada sobre el sillón, con Naruto a su lado. Ambos tenían tazas de té y amplias sonrisas mientras lo veían. Obito veía esas sonrisas como demoníacas, probablemente similares a las que vio en un genjutsu de Itachi.


Obito se aclaró la garganta, avergonzado consigo mismo y su imaginación descontrolada.— Kushina-san, Naruto.

— ¡Pero ven acá, Obito! — Kushina señaló el sofá contiguo al suyo. — ¡Hay mucho de que hablar!

El demonio albino volvió a aparecer y fue arrastrado por sus grandes garras hasta el sillón contiguo a Kushina y su chiquillo endemoniado, obligándolo a tomar asiento y a recibir una taza de té- probablemente envenenada.

Se rascó la parte trasera de su cabeza, sonriendo nerviosamente.— No hay mucho que decir actualmente. — dijo tratando de dispersar las preguntas que Kushina probablemente quería hacerle. — No hay novedad.

Y él no quería hablar de eso. Naruto estaba presente, y si Naruto se enteraba, Sasuke y Sakura se enterarían. Si Sasuke se enteraba, Itachi se enteraba y por ende Shisui también. Si Shisui sabía, Inabi y Kagami lo harían. Luego estaría Sakura hablándolo con la niña Yamanaka. Y la niña Yamanaka tenía la florería de su familia... y toda Konoha terminaría enterándose de cosas que no deberían. No iba a arruinar la reputación de Kakashi, eran suficientes las personas que lo sabían por el momento. 


Tiempo 🌿 ObikakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora