CAPITULO 25

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Chicos por favor lean la N/A

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¡Quedó muy claro todo!

Ya no habría más preguntas, más reclamos, y mucho menos sermones de lo que debía hacer.

Llegó el día siguiente, donde mi madre saldría con una amiga, Marcus tenía práctica, y yo me quedaría sola, momento indicado para poder hablar con él.

— Por favor Camila cualquier cosa me llamas — exponía mi madre ya abriendo la puerta para marcharse pero aún no terminaba de hacerlo.

— Tranquila mamá — giraba un poco mis ojos

— Prométemelo — pidió.

— Lo prometo, ya vete — la instaba a irse.

— Una última cosa — dijo ya cuando creí que cerraría la puerta — No lo trates mal hija

— Ya mamá — comencé a empujarla para que se marchara.

— Es en serio Camila — la terminé de sacar y le cerré la puerta — ¡AMA! — pegó un último grito que lo único que logró fue sacarme una sonrisa.

Marcus ya se había marchado, por lo que justo cuando mi madre se fue, me encontraba completamente sola, bueno con Ada, quién me miraba desde uno de los escalones un poco curiosa.

— Muy bien pequeña es hora de un ritual — La tome en brazos y agarré mi guitarra, la cual se encontraba también al pie de la escalera.

Estaba apunto de irme al patio a sentarme bajo el árbol que se encontraba en él, para protegerme del sol que aún permanecía regalando algunos rayos, y esperar mientras tocaba y practicaba aquella canción.

Pero mis pasos fueron interrumpidos, la puerta había sonado, lo que me sorprendía porque aún no era hora, me imaginé que solo se había adelantado y me dirigí a abrirla.

Me mentalicé un poco, procuraba no ser tan hosca y sonreir aunque sea un poco, al fin y al cabo eso lo había planeado yo. Pero en cuanto abrí aquella puerta la sonrisa que puse en mi rostro con un poquito de esfuerzo, se fue más rápido de lo que logré ponerla.

— ¿Que haces tú aquí? — trataba de que el mal humor no me invadiera.

— Llevo días queriendo venir a verte, pero tú hermano no me lo ha permitido — expresó.

— Por algo a de ser — me crucé de brazos — Vete Daniel.

— Camila — puso cara de borrego.

— Mi nombre ya te queda muy grande — dije con un ego que no sabía que tenía.

Intenté cerrarle la puerta pero él fue más rápido — No me iré hasta que me escuches.

— ¿Que vas a decir que no hayas demostrado ya? — escupí comenzando a molestarme.

— Yo nunca quise irme — abogó.

— ¿Ah no? — negó — ¿Por qué no has escrito o llamado para explicar?

— No he podido

Solté una risa sarcástica — ¡Que cinismo! — dije comenzando a subir la voz — ¿No has podido dices? — le pregunté

— No, déjame explicarte por favor.

Lo que él no sabía, era que podía muy bien entrar a la casa o albergarme en cualquier lado, pero le daría tantas vueltas que no lo dejaría, un año, un mentado año y tenía el descaro de decir que no pudo comunicarse para explicar.

Si No Veo Tus Ojos [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora