Capítulo Diecinueve

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Hols feyer, era el nombre del acontecimiento que se llevaría a cabo esa noche, un evento que se daba cada cierto tiempo, este no era definido, estaba influido en el ambiente, la misma naturaleza tenía la forma de comunicarle al rey o reina del territorio Kayhe cuando iba a ocurrir.

Los viajeros llevaban una semana en aquel lugar, aprendiendo lo que más podían de esas tierras y explorando las diferentes zonas. Así fue como descubrieron que existían más comunidades Kayhe en el amplio territorio que eran gobernadas por distintos reyes.

—¿Los habitantes tienen la misma apariencia? —cuestionó Sarah al saberlo—, ya saben cómo felinos.

—No, cada comunidad tiene sus características propias.

Desde entonces estuvieron aprendiendo de ellas e incluso fueron a visitar algunas, las más cercanas. Aprovechando el máximo su estadía.

—Mañana partirán al territorio Lekh, ha sido un placer tenerlos con nosotros, ustedes los humanos son más interesantes de lo que habíamos previsto —dijo la reina esa mañana—, si alguno decide volver aquí no dude en comunicarse con nuestros mensajeros.

—Gracias por su hospitalidad, mi señora —contestó Levi, que seguía llamándola con cordialidad como un chiste entre ambos.

—Esta noche será el Hols feyer, espero que puedan disfrutarlo.

De esa forma al caer la noche los jóvenes se encontraban expectantes, mezclados entre muchos felinos con distintas características, pero a la vez tan similares. Estos estaban recostados alrededor de una llamativa planta, esperando el momento de iniciar.

—Amo las costumbres de este lugar —confesó Sarah en voz baja—, son muy interesantes.

—Sigues viendo las cosas desde un punto científico —objetó su hermano—, no seriamos capaz de llevar su vida, aunque sean una especie interesante, ser como ellos sería inconcebible.

—No lo niego, dejar de usar nuestras manos para la ciencia sería terrible.

Avery tenía la mirada perdida en la planta mientras ellos seguían discutiendo.

—¿Qué piensas de ello? —susurró Blaz.

Lo miró confundida por un momento, antes de responder.

—Son impresionantes.

—Lo son —confirmó esperando que hablara más.

—De cierta forma envidio y admiro su estilo de vida.

—¿Por qué?

—Son libres —aseguró—, sin necesidad de ser salvajes, esta habilidad de conservar el raciocinio y ser criaturas con características animales es fascinante.

—¿Te gustaría ser como ellos?

La mujer no contesto porque en ese momento el espectáculo dio inicio, aunque ella tenía una respuesta, toda su atención fue atraída hacia lo que ocurría al frente.

—No debería sorprenderme ver esto —murmuró Alicia luego de un rato.

La planta había crecido hasta parecer un árbol, todas sus hojas brillaban de forma intensa, las flores de diversos colores estaban vivas y parecían danzar entre las ramas, esto contrastaba con el cielo nocturno que parecía negro sin fin, no tenía estrellas.

—Seguiría haciéndolo por más que lo viéramos —opinó Levi.

Pronto ocurrió otra fase, del árbol empezaron a salir llamas violetas, estas se extendieron hacia las criaturas que lo rodeaban, el pueblo Kayhe empezó a cantar una hermosa melodía. Antes de llegar a los viajeros, Ry les advirtió que no se movieran.

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