Capítulo Veinticinco

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Maratón 3/3

—¿Hablas de Amanda Myers?

Blaz estaba extrañado por el comportamiento de ambos, por eso considero que, de ser confundida con alguien, la castaña podría serlo con su madre. Una mujer de poder que no temía mostrarse a las cámaras, ellas realmente se parecían, solo que los ojos de la mujer eran oscuros mientras Avery los tenia verdes.

Verdes como los del extraño que la miraba fijamente.

—Disculpa debí confundirte —se retractó el hombre.

Parecía estar atrapado en los recuerdos.

—¿De qué conoce a mi madre? —preguntó la chica.

—T-tu madre —tartamudeó este—. Eso quiere decir que...

El hombre empezó a llorar como si le hubiera pasado lo mejor de su vida.

—Eres Avery —aseguró—. Es imposible, mi hija, mi niña.

Lagrimas espesas caían del hombre que en lugar de un padre parecía un hermano, se veía de veinte al igual que ellos.

—¿De qué habla? —acusó a la defensiva—. Usted no puede ser mi padre, el debería tener cuarenta años, desapareció cuando nací.

La castaña pensaba en todo.

—Aunque el que este aquí significa que viajo por el portal. Que, hacia parte de los científicos de la isla, eso explicaría porque no hay registros de mi padre —consideró.

Pero el detalle más importante saltaba a simple vista. Así que negó deshaciéndose de cualquier teoría.

—Usted debe tener mi edad —aseguró—. ¿Qué gana intentando confundirme?

Rumi observó la escena con culpa.

—Eso tiene sentido —dijo—. Aunque no creí que fuera tu padre.

La joven la miró como si estuviera loca.

—Intentaba decirles que el tiempo funciona distinto aquí, solo que no es fácil ponerlo en palabras.

—Explícate —exigió.

—Un día aquí, equivale a un mes en la tierra.

Las expresiones de los genios fueron de desconcierto.

—¿Qué? —Levi miró a los líderes, estos asintieron con reticencia.

Avery seguía en negación.

—Eso es imposible —reiteró sin creer nada.

—Es algo difícil de asimilar —aseguró el hombre—. Pero es la verdad.

—Cállese —ordenó fuera de si—. De ser verdad es imposible que usted sea mi padre, la primera expedición fue realizada en el 2130 y yo nací el 2140.

El hombre negó sin parecer sorprendido.

—Esos imbéciles del consejo —masculló—. Negaron nuestro viaje, no me extraña viniendo de ellos.

—¿Otro viaje?

—Probablemente no querían admitir otra falla después el fracaso del 2130 y eliminaron el registro de nuestro viaje diez años después.

Para la informática eso tenía mucho sentido, desgraciadamente.

—¿Cómo puedo estar segura de que dice la verdad, que no está inventando todo esto por alguna retorcida razón?

Este la miró con esos ojos verdes iguales a los de ella, en su cara se veían restos de lágrimas. Ella no pudo negar que le era familiar.

—No mencionaste tu nombre —recordó—. Yo te lo puse, cuando te sostuve en mis brazos por primera vez, esos días contigo fueron suficientes para saber que valía la pena hacer cualquier cosa por ti. Incluso aventurarme en esta dimensión.

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