Capítulo Veintisiete

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Lo consideraron. 

Claro que lo hicieron.

En la planeación tenían claro que los efectos del viaje dimensional iban a ser más abrumadores que en las pruebas.

Nunca imaginaron lo mucho que los afectarían.

Al llegar a la tierra luego de años de estar en la otra dimensión, aunque para los jóvenes no pasó ni uno completo, estaban totalmente fuera de sí mismos.

Max estaba allí, acompañado de los miembros del consejo, acordaron que ese día inventaría una excusa para llevarlos al portal, de esa forma serian lo únicos que verían a los viajeros.

No podían correr el riesgo de ser vistos por alguien más, principalmente porque después de tantos años en la tierra ellos seguían viéndose jóvenes.

Que otras personas supieran o sospecharan de uno de los secretos más importantes de Ruh no era conveniente para la misión.

Eliminar a los miembros de consejo y cualquier rastro de Ruh antes de abandonar la tierra. Visto así era egoísta que los jóvenes que buscaban una esperanza para la humanidad decidieran llevarse a unos pocos y cerrar el portal para siempre, acabando con esto la oportunidad de viajar de una dimensión a otra libremente.

Desgraciadamente los miembros del consejo los habían orillado a tomar esa decisión.

—... Como miembro de seguridad era mi obligación comunicarles esto antes de considerar cualquier cosa —terminó de decir Max a las pocas personas que se hallaban allí.

Aunque en el interior estaba nervioso, dio todo de sí mismo para seguir el plan y tenerlos allí en el momento justo que ingresarían los viajeros.

Se aprovecharía de la confusión de todos para que no sospecharan de la coincidencia, que podría llevarlos a deducir sus verdaderas intenciones.

Antes de que cualquiera pudiese pronunciar una palabra al respecto, ocurrió. El portal brillo y sonó de la forma en que solo hacia cuando viajeros volvían. Pensaron que volvían aquellos que enviaban eventualmente a pruebas, pero recordaron que para ese día no tenían ninguna programada.

Algunos tomaron posiciones defensivas, listos para atacar.

Los jóvenes ingresaron, después de casi diez años a la tierra, si alguien pudiera describir la expresión de los miembros del consejo sería una asombrada y perpleja de la que seguramente Alicia y Rumi se burlarían.

Si estuvieran en condiciones óptimas.

—¿Quiénes son esos? —preguntó Max para sacar a todos del impacto.

Su actuación sirvió para que los dos miembros más viejos del consejo reaccionaran.

—¿Acaso encontraron la fuente de la juventud eterna? —preguntó la mujer, parecía ofendida.

—¿Cómo dejaron pasar tanto tiempo? —agregó el hombre ofuscado—. Se supone que estaban muertos.

Por suerte para los viajeros las palabras de los demás miembros no llevaban ese tono de enojo. Claire estaba llorando, no podía creer lo que veía. Zoe y Oliver —los padres de los mellizos—, tenían la expresión que ponen los científicos que no conocen límites al ver a sus conejillos de indias, esta actitud la reafirmaron con una lluvia de preguntas.

Asher estaba sonriendo discretamente, como un niño que logró una travesura, que su hermano volviera significaba que la rebelión no estaba perdida.

—Calma, gente —aconsejó viendo a los jóvenes que estaban en el suelo porque no podían sostenerse en sus pies—. Recuerden los efectos del viaje dimensional, podrán preguntar lo que quieran después.

Isla ApiWhere stories live. Discover now