Capítulo 22: Un mundo de deseos.

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Seis años atrás.

Era de noche y hacía bastante viento, había escuchado entre murmullos que pronto habría una tormenta. Sanghyuk exhaló el humo de su cigarrillo mientras veía como los hombres bajo su mando se encargaban de vaciar el almacén.

—¿Señor? —Un hombre alto y bastante mayor se acercó, su traje diferente al de los demás indicó que era un sirviente—, ¿Cuántos días más tendrá al joven heredero aquí?

Frunciendo el ceño, el alfa bufó, tiró su cigarrillo y encaró al beta—Lo vuelvo a repetir, Señor Hong, Jungkook es, por ahora, el único heredero. Ahora vete.

El mayordomo asintió sin más y se retiró.

Acercándose cuidadosamente hasta la pequeña jaula que había en el suelo, se puso en cuclillas, mirando con una sonrisa ladina al pequeño niño que cuando sintió que había alguien se movió con rapidez, sus pequeñas manos apretando los barrotes de metal.

Mimi —lloriqueó, sus labios abultándose mientras las lagrimas caían por sus rechonchas mejillas.

Encendiendo otro cigarrillo, Sanghyuk se rió al sacar su teléfono, mostrando la pantalla al infante.

—¿Esto quieres? ¿a mamá?

Los pequeños y redondos ojos azules se abrieron en grande cuando reconoció al omega de la fotografía, Jimin estaba ahí, el llanto se volvió fuerte y estruendoso, intentando estirar sus cortos brazos lo más que podía en un intento de tomar aquel artefacto, lo reconocía, su Mimi siempre llevaba uno a todos lados y hablaba con él, tal vez si lo tomaba, si hacía algo, Mimí vendría por él. O papá, necesitaba a papá, no importa si no lo veía a diario, ya no lloraría en un intento de hacer notar sus deseos, se portaría bien, pero quería regresar a casa.

Sanghyuk le miró con enojo—Debí saber desde el momento en que llegaste a este mundo que serías un problema.

El pequeño Jaemin sintió miedo y aunque todavía quería ver a mamá, se alejó de los barrotes, no queriendo ver el rostro de su tío. Su tío jamás fue bueno con él, nunca le hizo nada pero sus miradas frías siempre lograban intimidarlo, nunca lo entendió, él siempre fue un niño que se portaba bien, amaba estar en los brazos de Mimi, y que Mimi le diera mimos, pero parecía que al hombre mayor no le agradaba, siempre haciendo muecas de desagrado cuando Mimi buscaba consuelo en el aroma suave de su madre, o cuando su abuelo Ji lo levantaba en brazos con una enorme sonrisa mientras le decía con un tono alegre que sería un alfa grande y fuerte como él.

Se acurrucó en una esquina, con miedo y llanto, sólo deseando ver a Mimi, era su único deseo.


(...)


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