𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 27

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–Mierda –me quejé cuando una ráfaga de aire me golpeó de frente. Acomodé mi bufanda para mantener el calor de mi cuerpo y suspiré aliviado cuando las escaleras de la entrada de la escuela me recibieron.

Entré dando grandes zancadas, para variar me había quedado dormido y llegaba casi una hora tarde a mi clase de historia, así que al llegar a la puerta del salón tomé una bocanada de aire y toqué la puerta.

–Llegas tarde, Tomlinson –el rostro enojado de la profesora apareció tras la puerta.

–Lo sé, no volverá a ocurrir –sonreí encogiéndome de hombros.

–Espero que no...–entrecerró los ojos analizándome y suspiró–. Sin embargo no puedo dejar que entres a mi clase.

–¿Qué? –solté una exclamación algo aguda sin poder evitarlo y me crucé de brazos con un puchero–. Pero...

–Nada de peros, ahora adiós –cerró la puerta antes de que pudiera decir algo más.

Resoplé y me asomé por la ventana de la puerta para mirar dentro en busca de Harry, quien se encontraba casi al fondo del salón. Al verme, le sonreí y levanté las manos haciendo un pequeño baile. Él se tapó la boca con su mano y desde aquí pude ver como sus ojos se achinaban.

–¡Tomlinson! –el grito de la profesora me sobresaltó. Su mirada enojada desde su escritorio me dio escalofríos.

Hice un puchero y volví a mirar a Harry para guiñarle un ojo, quien tenía un linda sonrisa en su rostro. De reojo vi como la profesora se levantaba de su escritorio y le lancé un beso a Harry pasar después desaparecer por el pasillo. Mi teléfono vibró en el bolsillo mientras entraba en la cafetería.

"Estás loco :)"

El mensaje de Harry iluminaba la pantalla del teléfono, y lo desbloqueé con una sonrisa.

"Solo por ti ;)"

Tras responder, guardé mi teléfono y compré una soda para después tomar asiento en una de las mesas. El clima estaba demasiado helado para estar afuera, así que solo pude esperar a los chicos aquí.

–Estás particularmente encantadora hoy, Dorothea –me acerqué a una de los cocineras tras media hora de estar sentado solo.

–No te daré comida, Louis –soltó una pequeña risa concentrada en revolver una gran olla.

Dorothea era una de las cocineras de la escuela a quien conocía hace mucho. Desde mi primer año aquí me llevé de maravilla con ella, y mi amor aumentó cuando ella empezó a darnos a Niall y a mí comida extra en las horas de almuerzo y postres gratis.

–Vamos, sólo un poco –hice un puchero acomodando mis brazos sobre el mesón–. Estoy triste porque no me dejaron entrar a la clase.

–¿Quieres que crea que estás triste por no entrar a clases? Te conozco, niño –rió formando pequeñas arrugitas a los lados de sus ojos.

–¿Qué insinúas? –abrí la boca, fingiendo estar indignado.

De fondo se escuchó el sonido de la campana, dando por finalizado la primera clase del día.

–Nada, solo no vuelvas a saltar tus clases –me apuntó y se acercó para tomar una dona con un trozo de papel. La acercó a mí–. ¿Me oyes?

–Si, es un trato –sonreí viendo el glaseado. Sentía que iba a explotar de sólo tocarla y le di un gran bocado, sintiendo la mezcla de sabores en mi boca–. Eres un ángel, Dorothea.

–Ugh, Louis, primero traga la comida de la boca –soltó una carcajada y me miró con ojos dulces.

–También te quiero –canturreé alejándome con mi dona gratis en mi mano.

Tomé asiento nuevamente en la mesa viendo como un par de personas entraban en la cafetería. Pronto, una mata de rulos junto a una rubia se asomaron en la entrada.

–¡Louis! –Harry fue el primero en llegar y se tiró a mis brazos, quedando en mi regazo.

–Hazza, te extrañé mucho –pasé mis brazos por su cintura y apoyé mi mejilla en su pecho.

–Nos vimos ayer –se separó con una sonrisa radiante posando sus manos en mis hombros.

–¿Y qué con eso? –fruncí el ceño acomodando su cabello. Tenía un par de rulos tapando su frente–. ¿Acaso no puedo extrañarte?

–Por supuesto que sí –rió dejando a la vista sus hermosos hoyuelos. Se deslizó a mi lado para sentarse en una silla–. También te extrañé.

–Oh, hola Niall, es bueno verte amigo –se quejó el rubio sentándose a mi lado–. También te extrañé.

–No estés celoso, rubia –reí tomando su rostro entre mis manos para besar sonoramente su mejilla, obteniendo una mueca por su parte.

–Louis, me llenas de babas –se quejó aún así con una sonrisa.

–Bien que te gustan mis babas –le saqué la lengua antes de girarme hacia Harry, quien veía la discusión con una sonrisa–. No me dejaron entrar a la clase, lo siento.

–Está bien, valió la pena ver el rostro de la profesora –rió acomodando sus brazos en la mesa–. ¿Qué ocurrió?

–No escuché la alarma –hice un puchero antes de seguir comiendo mi dona.

Niall se levantó de un salto y fue con Dorothea, seguramente para convencerla de darle algo de comer.

–Aún puedo ver la marca de la almohada en tu cara –se burló levantando su mano para acariciar mi mejilla. Sonreí y me apoyé en su mano, sintiendo sus fríos dedos en mi piel.

–Harry, tus manos están congeladas –tomé sus manos entre las mías para calentarlas–. Debiste tomar guantes o algo así.

–Estoy bien –frunció el ceño mirando nuestras manos.

–Claro que no, señor gruñón –reí pasando mi dedo entre sus cejas, disolviendo su ceño.

Tomé sus mejillas entre mis manos y sentí lo frías que estaban. Sin pensarlo, saqué la bufanda de mi cuello y la acomodé en el suyo, viendo como una sonrisa aparecía en su rostro.

–No quiero que te enfermes Hazza –terminé de acomodar la bufanda y acaricié su mejilla, despacio–. El clima es cada vez más frío.

–Ahora tú tendrás frío –respondió tomando mi otra mano para acariciar mis nudillos.

–Me preocupas más tú –besé la punta de su nariz y me levanté cuando la campana volvió a sonar–. Hora de ir a clases, andando.

Niall llegó a nuestro lado con una paleta en sus manos y una gran sonrisa en su rostro.

–Dorothea es un amor –dijo levantando su paleta delante de mi rostro.

–No te sientas especial, me dio una dona a mí antes –le saqué la lengua mientras sentía como Harry jugaba con los dedos de mi mano derecha.

–Siempre te da lo mejor, no es justo –se cruzó de brazos con una mueca, y tras cruzar la puerta de la cafetería miró a Harry–. Linda bufanda, resalta tus ojos.

–No molestes a Harry –pasé un brazo por los hombros del ojiverde–. No lo escuches cariño, te ves muy guapo.

–Gracias Lou –rió el chico mirándome. Se acercó para besar mi mejilla y no pude evitar sonrojarme, sintiendo las quejas de fondo por parte de Niall por excluirlo.










C.

QUERIDO ABUELO Where stories live. Discover now