𝘊𝘢𝘱𝘪𝘵𝘶𝘭𝘰 45

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Terminé de escribir la carta y después de sellarla la guardé en la pequeña caja que tenía debajo de mi cama. Eran las onces de la noche y aún no tenía sueño, así que me recosté en la cama con mi guitarra a esperar que el cansancio llegara. Había estado hablando con los chicos por videollamada durante la tarde, pero no sabía nada de Harry. Me dediqué a jugar con los acordes un rato cuando dieron las doce y la llamada del ojiverde me sobresaltó.

–Te habías tardado en hablarme –reí contestando la llamada.

Lo siento, estuve ocupado teniendo una agradable conversación con mi padre –su voz se oía aún más ronca y un poco pastosa, lo que me decía que tal vez había estado llorando. Me senté en la cama y dejé la guitarra a un lado.

–¿Todo bien? Hace mucho que no hablabas con él...–se formó un silencio durante unos segundo antes de oír un pequeño sollozo.

En realidad no...–dio un suspiro antes de volver a hablar–. No está muy orgulloso de mí, y me lo dejó claro.

Harry...–me levanté y busqué mis zapatillas junto con un abrigo–. Voy en camino.

No, ya es tarde, y no quiero molestarte...

Ya estoy saliendo de mi casa –tomé las llaves del auto de mamá y salí–. Te veo ahí.

Corté la llamada y subí al auto para comenzar a manejar a la casa de Harry. Encendí la calefacción al darme cuando de que seguía en pijama, y gracias a las calles vacías de medianoche al cabo de diez minutos ya me encontraba afuera de la casa del rizado. Bajé y tras cerrar con seguro el auto acomodé mi abrigo y caminé hasta la puerta de la casa. Toqué tres veces temiendo despertar a Anne, quien seguramente se encontraba durmiendo y pasaron unos segundos antes de que la puerta se abriera y me dejara ver a un Harry con ojos llorosos. Tenía un pantalón de chandal y un suéter gris, unas tallas más que él. Sus rulos se encontraban desordenados y tenía las mejillas y la punta de la nariz un poco rojizas.

–Hola –entré despacio hasta quedar frente a él. Cerré la puerta y me giré para acomodar un poco su cabello–. ¿Estás bien?

–No lo sé –susurró haciendo un pequeño puchero. Tomó las orillas de sus mangas y las estiró para cubrir sus manos–. Lo siento, no quería molestarte.

–No me molestas Hazza –sonreí y me acerqué para abrazarlo. Él correspondió rápidamente y se acomodó en mi cuello mientras suspiraba–. ¿Quieres hablar de eso?

Harry se alejó un poco sin separar sus brazos de mi cuerpo, y me miró. Sus ojos brillaban a pesar de la oscuridad del lugar, y sin decir nada, asintió y tomó mi mano para comenzar a subir la escalera hasta su cuarto. Cerró la puerta y se acercó a su cama para sentarse. Me miró por unos segundos antes de soltar una pequeña risa.

–Estás en pijama –sonrió y apuntó mis pantalones.

–Uh, si...–reí sacándome el abrigo para dejarlo arriba del escritorio, al igual que mis zapatillas–. Salí apenas corté la llamada y no me di cuenta.

Harry rió y se levantó para acostarse bajo las mantas. Se acomodó dejando un espacio a su lado y me miró con una pequeña sonrisa.

–¿Quieres que apague la luz o...? –apunté el interruptor de la luz y Harry asintió. Me acerqué para apagarla y caminé hasta la cama para acostarme en ella, quedando de frente al ojiverde.

–¿Qué ocurrió? –busqué su mano por debajo de las mantas y le di un apretón. Sabía que el tema de su padre era algo sensible para él así que no quería presionarlo demasiado.

–Mi padre me llamó después del trabajo...no había hablado con él desde que se fue así que me sorprendió un poco –vi como tragó saliva y comenzó a jugar con mis dedos–. Él sabía que me gustaban los chicos, y solo llamaba para saber si yo había cambiado de parecer y si acaso había vuelto a ser "normal" –otro puchero apareció junto con sus ojos cristalizados, y me miró antes de volver a hablar–. Creí que diría algo diferente, o que se disculparía...pero solo me insultó.

–Cariño, lo siento mucho –solté su mano para acariciar su cabello.

–Me dijo cosas muy feas Lou –las lágrimas comenzaron a correr y desaparecían en la almohada–. Cosas horribles que jamás pensé oír de mi propio padre.

–Ven aquí –abrí mis brazos en su dirección y el se acercó, acurrucándose en mi pecho. Lo rodeé con mis brazos y dejé un par de besos en su cabeza–. Lo siento mucho Hazza, pero sea lo que te haya dicho, sabes que no es verdad –tomé su barbilla para levantar su rostro y mirarlo–. Eres increíble Harry, eres la persona más maravillosa que he conocido, y si él no puede verlo, entonces se lo pierde.

–Lou...–se secó sus lágrimas antes de sonreír–. ¿En serio crees eso?

–Así es –sonreí acercándolo más a mí–. Y lamento todo lo que te haya dicho, porque puedo hacerme una idea de ello –acaricié su espalda mientras él se volvía a acomodar en mi pecho–. Es una lástima que todavía exista gente con pensamientos así...con la mente tan cerrada –suspiré sintiendo de pronto el dolor de Harry–. Pero no debes tomarle importancia a eso, simplemente son gustos diferentes. A mí me gusta el té, y a ti el chocolate caliente, y no hay nada de malo en eso.

–Lo sé –susurró juntando nuestras manos arriba de mi estómago–. No me importa si él no me acepta como soy, tengo a mamá, a Gemma y a ustedes.

–Y siempre estaremos para ti –hundí mi nariz en su cabello y subí las tapas para cubrirnos mejor–. Ahora intenta dormir.

–Está bien –respondió por lo bajo. Hizo una pausa antes de levantar la mirada y hablar–. Te quedarás toda la noche, ¿verdad? No quiero estar solo.

–No me iré de tu lado Harry –sonreí besando su frente–. Buenas noches.

–Buenas noches Lou.

Y dormimos toda la noche abrazados, dedos y piernas entrelazadas. Se sentía tan acogedor dormir a su lado que el sueño no tardó en llegar y mientras caía dormido, no pude evitar pensar en que estar al lado de Harry se sentía como estar en casa.









–C.

QUERIDO ABUELO Where stories live. Discover now