Parte 11 - La bronca

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Capítulo 11

La bronca


—Tengo que subir las escaleras, mis amigos deben estar buscándome —dije, al mismo tiempo que bajaba las escaleras arrastrándome por la cintura—, ¿a dónde me llevas? No quiero ir contigo.

—No quieres, pero vas a ir. No te preocupes, te llevaré a mi coche que está aparcado allí —señala hacia el coche—, hablaremos y esperaremos a que te mejores.

La forma en que mencionó la última palabra no fue nada amistosa.

—Espera —me detuve y él resopló—, ¿qué haces aquí? Nadie te ha invitado.

—Eso es lo que he estado pensando desde que llegué aquí. Lo creas o no, ni siquiera sé lo que estoy haciendo aquí. Pero ahora estoy aquí, y vas a escucharme.

Cuando llegamos al coche, abrió la puerta trasera del pasajero, me ayudó a entrar y me sentó. Inmediatamente, rodeó el coche y se subió para sentarse a mi lado, detrás del conductor. Cerró las puertas y las luces del coche se apagaron, dejando solo unas sombras y las luces de las farolas que pasaban por delante del coche; y pudimos ver las siluetas de uno y otro. A pesar de la oscuridad, podía sentir su respiración agitada.

—Me prometiste que te cuidarías. Y eso no es lo que acabo de ver. Me has mentido.

Las palabras que me decía llegaban lentamente, como si hablara a cámara lenta. Pero cuando conseguí asimilarlas, me eché a reír. No pude evitarlo.

—Te juro que ahora mismo no tienes ni idea de lo enfadado que estoy, y de las ganas que tengo de levantarte la falda y darte unos azotes en el culo hasta que ardas como me siento yo.

Me desconcertó su audacia y quise reírme aún más. Le agarré de la corbata y me apoyé en sus hombros porque no podía parar de reír. Me acerqué a su boca, tirando de su corbata hacia mí para que se inclinara más.

—Eres muy arrogante. Ahora te crees mi padre, ¿es eso? Bueno, déjame decirte que eres demasiado guapo y joven para ser mi sugardaddy.

Su rostro era inmutable. Su respiración era cada vez más rápida, pero no quitaba sus ojos de los míos y tenía una mirada que podía cortarme la córnea con solo mirarla.

—¿Qué pasa, el gato te ha comido la lengua? —Tiro un poco más de su corbata, hasta que su boca quedó a milímetros de la mía—. O tal vez tenga una idea, en vez de darme el coñazo, puedes hacer cosas más interesantes con tu lengua, como me dijiste la última vez. —Me lamí los labios, haciéndome la gilipollas, aunque no sabía por qué lo hacía. Estaba realmente fuera de mí. Y quería hacerlo enojar. Finalmente, habló.

—No suelo meter mi lengua en chicas colocadas y borrachas. No es mi estilo —dijo sin mover un músculo de la cara.

—Gilimemo. ¿Sabes qué? Te haces el machote, pero eres un cobarde... un co... bar... d... —No pude terminar, porque me agarró la nuca con la mano y me llevó la oreja a la boca de forma posesiva.

—Escúchame, chiquilla. He perdido la cabeza contigo unas cuantas veces. No me tomes el pelo, porque no seré responsable de mis actos, y acabarás odiándome —puso su boca ligeramente sobre mi oreja, y el contacto me produjo una descarga eléctrica tan potente que mi cuerpo se estremeció, y mi estado de embriaguez se disipó. Jadeé, a regañadientes. Él escuchó. Y tiró, una vez más, de mi cuello para ponerme cara a cara con su boca.

—Eres una cría tonta —se reía de mí y me soltó.

En ese momento se me saltaron las lágrimas y me sentí extremadamente violada y humillada.

Régalame un beso © (TERMINADA Y COMPLETA)Where stories live. Discover now