Parte 24 - El engaño

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Capítulo 24

El engaño


La fuerza con la que golpeaba la puerta era tan fuerte que pensé que la iba a derribar

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La fuerza con la que golpeaba la puerta era tan fuerte que pensé que la iba a derribar.

—Abre la puerta, Chiara. Por favor, déjame hablar —chilló desde el otro lado. Hacía un alboroto que se oía en toda la casa. No parecía importarle tanto su reputación como antes.

—Vete de aquí, no quiero verte ni hablar contigo. No hay nada que hablar. Vuelve con Lauren. Es lo mejor que puedes hacer.

—¡Joder! ¡Joder! Para, abre la puerta, tenemos que hablar. No me hagas esto.

Empecé a reírme a carcajadas, mezcladas con las lágrimas que rodaban por mi cara. Qué moral tenía. ¿No hacer qué? Lo único que le faltaba era hacerse la víctima también.

—¿No vas a abrir la puerta bien? —gritó, golpeando la puerta.

—Es la última vez que te lo digo, vete —le grité.

—Como tú dices.

Fue lo último que dijo. Y un silencio reinó en toda la sala. Me dejé caer al suelo a los pies de la cama, impotente. Se ha ido. Me cubrí la cara con las manos y empecé a sollozar compulsivamente. El nudo en la garganta me hacía difícil respirar. Lentamente, jadeando, me arrastré hasta que mi espalda quedó apoyada en la parte inferior de la cama, sentada en el suelo. Eché la cabeza hacia atrás, apoyando la nuca en el colchón. Tenía los ojos tan nublados que apenas podía ver. Oí un ruido en la puerta. Alguien estaba metiendo la llave en la cerradura. En menos de un momento, Daniel entró por la puerta. Me quedé atónita al ver cómo la cerraba y avanzaba hasta ponerse de rodillas frente a mí.

—Déjame hablar, por favor. —Puso las manos juntas en oración para disculparse.

—No tienes derecho a entrar aquí así.

—No me has dejado hablar y no me voy a ir sin hablar contigo. Tengo las llaves maestras de todas las habitaciones.

—Eso no te da derecho a entrar en mi habitación —hablé con rabia.

—También entraste en la mía —dijo.

—Eres un hijo de puta —comencé a darle un puñetazo en el pecho. Me agarró de las muñecas para no hacerme daño.

—Lo siento, no es eso lo que quería decir. Puedes venir a mi habitación cuando quieras.

—Yo y todas las mujeres del planeta, joder. Eres un mentiroso. Nada de lo que puedas decirme borrará lo que he visto.

—¿Y qué crees que has visto? ¿Recuerdas lo que te dije antes? Aunque tuvieras la verdad delante, no serías capaz de verla —dijo, haciendo una mueca.

Régalame un beso © (TERMINADA Y COMPLETA)Where stories live. Discover now