Parte 14 - La Mentira

7.2K 460 17
                                    

Capítulo 14

La mentira


Salí tan rápido que llegué a los ascensores antes que nadie. Al abrirse las puertas, una mano me agarró por el hombro. Cuando me giré para ver quién era, me encontré con dos personas. Los guardaespaldas de Daniel.

—Señorita Lorenzo, tenemos órdenes de que venga con nosotros —dijo con su mano aún pegada a mi cuerpo.

—Mis señores, creo que os equivocáis. No voy a ir a ninguna parte con vosotros. Ya me estaba yendo —Mis palabras no parecieron tener mucho efecto, pues ni siquiera vacilaron.

—Señorita Lorenzo, tenemos órdenes expresas del señor Daniel Lorenzo de acompañarnos a su presencia.

Así que de eso se trataba. No iba a dejarme marchar. Estaba bastante jodida. No quería verlo porque solo empeoraría las cosas. Estaba tan enfadada con él que solamente podía pensar en lanzarle una montaña de improperios y ofensas, pero al mismo tiempo pensaba en Mason. Si Daniel sabía que he venido para otro periódico y después de todo el asunto de la rueda de prensa podría hacer que me despidieran incluso antes de que llegara a las oficinas.

—¡Manda huevos! Vale, pero quitar las patitas de mí —respondí de malos modos. Los dos me llevaron por una escalera interior y subimos dos tramos de escaleras. Seguro que no querían que me vieran en público. Ya había montado un buen lío.

Las escaleras conducían a una enorme terraza, que sería el último piso del edificio, una especie de azotea. Estaba agradablemente decorado con sofás y mesas, parecía un lugar relajante. Me di cuenta de que las vistas sobre la ciudad eran impresionantes. Me acompañaron a una parte del espacio cerca del balcón acristalado. Daniel estaba de espaldas a mí, mirando el paisaje.

—Pueden irse. Gracias —Daniel se dirigió a sus guardaespaldas, que se marcharon inmediatamente.

Se quedó en silencio durante unos diez segundos antes de volverse hacia mí.

—Tenemos que hablar. Tú y yo —dijo seriamente.

—Supongo que después de lo ocurrido no tendremos nada más que hablar. No esperaba volver a Italia tan pronto, pero es el precio que hay que pagar por ser tan idiota —dije.

Se dio la vuelta y pude ver su camisa medio abierta, sin corbata, arremangada, aunque hacía bastante frío fuera. Su rostro perfecto estaba oscurecido por un semblante destrozado. Me sentí un poco mal por ponerle en esa situación, pero recordé a la mujer del salón y volví a sentir rabia y furia.

—No vas a ninguna parte. Lo que hiciste fue una estupidez —dijo con arrogancia—. ¿Tienes idea de lo que son capaces de hacer otros periodistas? Te comerán viva. ¡A ti y a mí!

—No me importa lo que esas "ratas periodistas", como las llama tu mujer, digan de mí o no. Es mi medio, sé cómo defenderme. Y si lo que te molesta es lo que hablan de ti, no les des motivos para hacerlo. Es muy sencillo. —Estaba cansada de verlo siempre petulante y maniático que podía hablar conmigo de todas formas. Ya me despidieron incluso, al menos tuve el placer de decir lo que quería.

—Lauren no es mi mujer, no sé de dónde coño has sacado eso. No es mi mujer.

Me eché a reír. Se enfadó aún más y dio dos pasos hacia mí, pero lo detuve.

—No te acerques más. Puede que este sea tu edificio, pero es mi cuerpo y mi libertad, y si no quieres que monte un pollo aquí dentro, mejor quédate donde estás. —Su cara no tenía precio. No esperaba mi respuesta.

Régalame un beso © (TERMINADA Y COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora