Parte 27 - La ventana

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Capítulo 27

La ventana


Eran aproximadamente las cuatro de la mañana cuando oí un ruido fuera de mi ventana. Me despertó ligeramente. Miré y no vi nada, pensé que era algún pájaro y las ramas de los árboles que tocaban la ventana con el viento. Poco después, el ruido se intensificó. Podía distinguir perfectamente las piedras que caían sobre mi ventana. ¿Qué coño ha sido eso? Encendí la luz, me levanté y fui a la ventana. La abrí para ver qué pasaba. Y lo que mis ojos captaron fue suficiente para hacer un libro de humor. Frente a mi ventana, en medio de la calle, estaba Daniel, con una botella en la mano y lanzando piedras a mi cristal. Se reía y se tambaleaba. Abrí la ventana por completo.

—¿Qué haces aquí, estás loco? —Hablé en voz baja para que nadie me oyera, pero lo suficientemente alto para que él me oyera.

—Estoy muy loco, y ya sabes por quién soy así. No te hagas el tonto —empezó a levantar la voz—, y hablando de tontos, me has hecho parecer uno, ¿sabes?

Estaba completamente borracho, nunca lo había visto así. Estaba gritando en la calle y no tenía ningún sentido. Iba a despertar a todo el mundo. Y la siguiente en las noticias iba a ser yo.

—¡Silencio! Déjalo, vete. Despertarás a todos. —Tragó de la botella, esta vez durante mucho tiempo. Iba a terminar en un coma alcohólico.

—¡Me cago en la leche! Me importa una mierda —gritó y se puso en pie a trompicones, cayendo a la acera. Gracias a Dios no pasaba nadie en ese momento. Tenía que hacer algo, no podía dejarlo allí. Iba a hacer un escándalo. Seguía desplomado riéndose a carcajadas.

—Daniel, espérame. No hagas nada. Voy a bajar. No te muevas —asintió y me dio un beso en el aire. ¡Menudo pedo llevaba, iba ciego, no se enteraba de la misa la media!

Bajé la ventana y me puse las zapatillas. Me puse el abrigo y bajé tranquilamente las escaleras del edificio. Cuando salí, Daniel estaba tumbado en el suelo con la botella en la mano apoyada en la acera. Tenía los ojos cerrados y me entró el pánico. ¿Podría ser que se hubiera desmayado? Dios, ¿qué iba a hacer con él? Me apresuré a acercarme y me agaché junto a él.

—Daniel, despierta. —Lo sacudía, pero no respondía—. ¡Joder! No me hagas esto. Daniel, por favor, estoy preocupada por ti. ¿Por qué haces esto, stronzo?

Gruñó y me agarró la cara sin que me diera cuenta. Abrió los ojos y se echó a reír. Estaba fingiendo, el jodido cabrón.

—¿Significa eso que te preocupas por mí? —Intentó acercar su boca a la mía. Su aliento a alcohol podría haberme quemado las pestañas.

—Gilipollas, levántate —intenté ayudarle a levantarse, ignorando sus tonterías, pero era tan fuerte y musculoso. Levantarlo fue como tirar de la rueda de un camión—. Por favor, Daniel, hace frío, me voy a congelar aquí fuera.

Por lo visto, la información funcionó, porque cuando le mencioné, se levantó inmediatamente y se puso de pie.

—No quierooooo que... No quiero que dessss... enfermessss. Yo... meeee encargaré... meeee encargaré de ti —habló con torpeza y tropezó—. ¡Mierda!

—Vamos, yo llamo a un taxi y tú te vas a tu casa a dormir la mona.

—No voy a ninguna parte. Me quedo. Aquí. Contigo. Tenemos que hablar.

—Daniel, no tenemos nada que hablar, y menos contigo en este estado —le pasé un brazo por debajo del hombro para sostenerlo. Estaba completamente borracho como una almeja y tenía miedo de lo que pudiera pasar. No tuve más remedio que llevarle arriba, al apartamento, y esperar que estuviera mejor—. Te voy a llevar arriba a mi casa, pero no quiero que hagas ruido. Si nos oyen, será el fin.

Régalame un beso © (TERMINADA Y COMPLETA)Where stories live. Discover now