La Navidad llega antes de tiempo a Chiara, una joven periodista que tendrá que ir al extranjero y conseguir un exclusivo con uno de los magnates más difíciles de entrevistar de todos los tiempos.
Chiara acaba de terminar su carrera como periodista...
—Daniel, no seas así conmigo, cariño. Sabes que estoy aquí para lo que necesites. Lo he mencionado mil veces. —La rubia habló de forma muy cariñosa. Parecían muy unidos, debían ser pareja o algo así. ¿Pero dónde estaba yo? El hombre que estaba a su lado tomó un sorbo del líquido y dejó escapar un suspiro.
—Lauren, por favor, te dije que hablaríamos de ello más tarde. En este momento, no estoy en mi cabeza.
—Por supuesto, Amore mio, iré a tu casa esta noche y podremos hablar mejor de ello. ¿Qué dices?
Dejé caer el cuaderno que tenía en la mano en el momento en que el chico habló. Su voz era la misma que la de Joshua, pura coincidencia. En fracciones de segundo, miré a la rubia y reconocí el rostro que había identificado en el aeropuerto cuando fue a recogerlo. No podía ser, ¿qué estaba pasando? Todo sucedió tan rápido que no comprendí que el cuaderno se había caído hasta que el ruido me sacó de mi asombro. Bajé a buscarlo.
—Disculpa, creo que me he equivocado de planta. No quería entrometerme... uh..... —Recogí el cuaderno del suelo y cuando me levanté para mirar a las dos personas que tenía delante, ambas me miraron con cara de sorpresa. Pero uno de ellos, aún más.
—¿Chiara? —La voz de Joshua salió confusa. Pero la única persona que ahora estaba confundida era yo. Allí, frente a mí, estaba Joshua o Daniel o quien sea. No tenía ni idea, pero me sorprendió tanto verlo que no pude decir nada.
—¿Qué haces aquí? —Habló y la mujer que estaba a su lado le puso una mano en la cintura, marcando su territorio y mirándonos a los dos, con la cara también confusa.
—Yo... yo... ah... —No sabía qué decir, no sabía qué pensar, estaba congelada. Mi suerte, al menos en ese momento, fue que su mujer me despertó del susto.
—Veamos, criatura, te has perdido, ¿verdad? —dijo con voz pacífica y arrogante. Y fue entonces cuando conseguí responder.
—Exactamente. Lo siento, estaba buscando el penúltimo piso, la... la... —No me salieron las palabras y ambos me miraron expectantes. Tenía que salir de allí rápidamente. Qué humillación. No puedo creer lo que estaba viendo—, la rueda de prensa. Así es. Soy periodista. Estoy aquí para hacer la entrevista, pero ya me voy. Lo siento, una vez más.
Hablaba muy rápido mientras me dirigía a la puerta de salida y cuando llegué al pomo de la puerta, oí decir a la rubia:
—Estas ratas de los periodistas, ¡qué gente más asquerosa!
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Abrí la puerta tan rápido como pude y me dirigí al ascensor. Apreté el botón de llamada tantas veces que creí que lo iba a empujar. La puerta por la que había salido antes se abrió detrás de mí y pude sentir que alguien se acercaba. Joshua me agarró del brazo.
