Capítulo 20

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Leilany Silver

Salir a correr por la mañana me ayuda a despegar la mente, al igual que la ducha de agua fría que me doy al llegar a casa para eliminar el sudor de mi cuerpo.

Erick no me dijo ninguna hora en específico para ir a desayunar así que...

Me limito a vestir unos jeans y una blusa, ni tan bien ni tan mal. Dejo que mi cabello seque al aire libre antes de darle un toque de peine.
Siento como alguien toca la puerta de la entrada e inevitablemente miro en esa dirección.

—¡Ya voy! — digo mientras ato los cordones de mis tenis.

Me levanto con rapidez y voy directa a la puerta, al abrirla me encuentro a Erick sonriente. Él me mira de abajo a arriba al tiempo que silba.

—Vaya, tes ves tan normal.

¿Normal?

¿Se supone que es un halago?

—¿Debería de verme de otra forma? — cuestiono confusa.

—No, no... Lo que quiero decir es que yo voy demasiado elegante en comparación a ti. — responde haciendo una mueca.

Pero si siempre vas elegante...

—Siempre está la opción de pasar por tu casa para que te cambies de ropa.

—Nah, acabo antes de otra forma.

Antes de que pueda decir algo, se deshace de su saco y lo tira al sofá. Realmente esperaba que no le quedaran arrugas después de eso...

Se remanga la camisa, dejando sus antebrazos al aire libre, y desabotona los tres primeros botones de su camisa.

—¿Me veo más formal? —pregunta pasándose las manos por el cabello.

Yo por mi parte me encuentro con los labios entreabiertos mirándolo.

Leilany, que no se te caiga la baba.

—¿Quieres hacer una foto para el recuerdo? — bromea alzando sus cejas.

—No, gracias... Te ves bien. — me limito a responder.

Bien ardiente.

—¿Sólo bien? —insiste.

—Jodidamente bien. — digo finalmente —. Ahora vamos a desayunar.

Lo escucho reír mientras salimos de casa y cierro la puerta tras nuestros cuerpos. Al llegar al auto hago un ademán de abrir la puerta pero él me lo impide, me es inevitable bufar porque lo siguiente que hace es abrirme él la puerta.

—Gracias pero yo podría abrirla sin ningún problema. — murmuro entrecerrando los ojos.

—Ya sé que podrías, pero quiero ser caballeroso contigo. — dice de la misma forma.

Le echo la lengua antes de entrar al auto, gesto muy maduro de mi parte. Él cierra la puerta para después rodear el auto y entrar en el lugar de conductor.

Lo veo ponerse el cinturón de seguridad antes de mirarme.

—No me digas que estás enfadada...

—No estoy enfadada. — murmuro.

—¿Entonces?

—Sabes que la caballerosidad no va conmigo.

—La caballerosidad va con todo el mundo, amor. — dice antes de inclinarse hacia mi—. Ahora dame un beso que todavía no lo has hecho.

Suelto un suspiro inclinándome también hacia él, sus labios atrapan los míos en un delicioso beso que me hace querer más. Cuando su boca se despega de la mía me hace soltar una queja.

—¿Querías más...?

—Si... Y tendré más. — digo antes de volver a besarlo, él no pone resistencia por lo que me es más fácil seguir el ritmo del beso. Succiono su labio inferior haciéndolo gemir y, acto seguido, atrapo este con mis dientes.

—¿Por qué tengo la impresión de que me quieres desayunar a mi? — pregunta divertido.

—Uhm, esta vez te equivocas. — digo encogiéndome de hombros—. Solo quería iniciar bien el día, ahora vamos a desayunar antes de que mis tripitas empiecen a rugir.

Suelta una carcajada ante mis palabras para después encender el auto y comenzar a conducir en dirección a un restaurante.

Mis ojos se centran en la ventanilla para admirar el paisaje durante todo el camino, y a pesar de que no se ven grandes cosas me entretengo en el viaje.

Erick chasquea su lengua en el momento que termina de estacionar el auto en el parking.

—Vas a dejar tu culo en el asiento hasta que yo vaya a abrir la puerta. — dice señalándome con el dedo índice.

—Si, caballero. — digo rodeando los ojos con diversión.

Él asiente ligeramente antes de hacer lo que me acababa de indicar, y yo como niña buena que soy hice lo que me pidió, en cuanto me abrió la puerta me levanté y dejé un beso en su mejilla.

—¿Ves como no es tan difícil? — dijo cerrando la puerta, puso seguridad al auto y comenzamos a caminar hacia el restaurante.

Se encarga también de abrir la puerta de este para dejarme pasar y, una vez dentro, pone una mano en mi espalda baja para guiarme hasta una mesa. Todos los allí presentes fijan su mirada en nosotros por algunos segundos.

No los culpo, seguramente no hayan visto al Magnate Colón de esta forma antes y se ve muy candente así que...

Erick sonríe por cortesía al darse cuenta que todos lo miran.

—¿Quieres escapar corriendo? — pregunto divertida.

—No, tranquila. — responde negando con la cabeza.

Tomamos asiento en una de las mesas libres, su teléfono vibra en señal de que acaba de llegarle un mensaje.

—Puedes responder. — digo al ver que ni siquiera se toma la molesta de mirarlo.

—Son los chicos, seguramente concretando hora para vernos en la noche. — dice, se encoge de hombros para restarle importancia.

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