Capítulo 21

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Erick Colón

Recordar el citayuno (cita-desayuno) que tuve con Leilany esta mañana me hace pedirle a Zabdiel otro vaso de ron. Ahogar las penas en alcohol es lo más típico, ¿no?

Ya no sabía que hacer.

Amaba a esa mujer.

Todo se daban cuenta de eso, era algo muy notable. Y en cierto modo lo prefería así, al fin y al cabo, si amas a alguien tienes que demostrárselo.

Él único inconveniente era yo... Es decir, ser yo. Ser el Magnate Colón.

A este paso no tendríamos una relación normal en la vida. No cuando la prensa respiraba en nuestra nuca, no cuando él nombre de Leilany era el más buscado actualmente por compartir profesión con ellos y por estar saliendo conmigo. No conseguí suavizar las cosas al salir a defenderla, lo único que hice fue agravar más la situación ya que fue la guinda den pastel. Y con eso me refiero a que fue lo que todos estaban esperando, que yo saliera a defenderla.
Si es que me había delatado yo solo.

—Erick, bebe más despacio. — indicó Zabdiel arrugado su nariz.

Hice caso omiso a sus palabras y terminé de beber el contenido del vaso en cero coma.

—Ponme otro. — pedí extendiéndole el vaso.

—A este paso te vas a poner como una cuba... — dijo suspirando, aún así no se negó e hizo lo que le pedí.

Joel no tardó en sentarse a mi lado, su mano derecha tenía un vaso de lo que parecía ser tequila.

—¿Mal de amores? — preguntó dándole un sorbo a este.

—No, no de forma directa... Simplemente quiero olvidarme de quien soy esta noche. — dije suspirando, recordarlo solo me hacía mal.

Él sonrió comprensivo mientras asentía con la cabeza.

Zabdiel no tardó en llegar con mi vaso, me dio una mirada de advertencia que ya conocía bastante bien. No iba a hacerse cargo de un borracho.

—¡Brindemos, bro! — exclamó Joel alzando su vaso—. Por olvidarnos de quienes somos esta noche.

—Salud. — dije chocando mi vaso con el suyo, acto seguido nos disponemos a beber su contenido.

No sabía porqué problemas había de estar pasando Joel, no soy capaz de solucionar mis problemas como para ponerme a solucionar los suyos.

—¿Y a ti que te pasa? — preguntó Richard llegando a nuestro lado—. Pensé que el amargado solo era Erick.

—¡Oye! — me quejé frunciendo el ceño, de esto modo solo estaba confirmando sus palabras.

—Fiamma...

—Man, no me digas que has tenido problemas con la italiana que sino dejo de creer en el amor. — murmuró Zabdiel haciendo un puchero con sus labios.

Yo también.

Y la mirada de Richard decía lo mismo.

Conocíamos toda la historia de Joel y Fiamma como para afirmar lo puro que era el amor de ambos. Después de todo lo que tuvieron que pasar, su amor fue lo único que los mantuvo bien.

—No, nada de eso. — susurró antes de dar un sorbo a su bebida—. Ella no quiere casarse aquí.

—Lo quiere hacer en Italia. — murmuré terminando su frase, sus ojos conectaron con los míos mientras asentía—. Creo que me lo dijo hace meses, que era su sueño o algo así... Ella no se esperaba que tu fueras a pedirle matrimonio poco tiempo después.

—Es que... Yo quería casarme en los Estados Unidos, aquí es donde lo tenemos todo.

No te equivoques, Joel... Aquí es donde tú lo tienes todo.

Si no llegaran a estar juntos, Fiamma se habría marchado para Italia hace muchísimo tiempo...

—Estás siendo injusto con ella. — dijo Richard—. Casarse es una de esas cosas únicas... Deberías de darle el placer de una boda en Italia.

—Sois mis amigos, se supone que deberías de apoyar mis decisiones.

—No, se supone que tenemos que ayudarte a que tomes las mejores decisiones. — dijo Zabdiel.

—Joel, nunca estuve en Italia pero tiene pinta de ser un gran sitio... Además, ella es de allí. Esa ya es razón suficiente para una boda en ese lugar. — murmuré encogiéndome de hombros.

Joel guarda silencio, sabiendo que tenemos razón pero como es tan orgulloso...

El tiempo pasa y con el las copas entre Joel y yo, Richard y Zabdiel parecían ser los únicos sensatos allí.

Borrachos no, borrachísimos.

Joel llamó a su novia, diciéndole que era el amor de su vida y que por ella hasta se casaba en las Filipinas.

Fiamma rió, pues su risa la llegué a escuchar yo estando a metros de Joel. No mucho más tarde se presentó en el departamento para llevarse al Magnate a casa, Zabdiel se lo agradeció pues como él dice no se haría cargo de ningún borracho.

—Erick, no voy a permitir que manejes en tu estado. — dijo Richard tomando las llaves de mi auto.

—Yo también quiero decirle a mi novia que es el amor de mi vida. — murmuré, mi lengua pesaba dentro de mi boca y la situación se estaba haciendo graciosa.

—Pues decírselo mañana, o puedes llamarla... Pero no vas a presentarte en su casa de esta forma.

Ugh.

Él siempre arruinando la diversión...

Magnate Colón Where stories live. Discover now