Capítulo 2

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Leilany Silver

Todavía no puedo dar crédito de todo lo que había pasado el día anterior con respecto al Magnate Colón.

Él me había hecho la tentadora propuesta de ir a su empresa para hacerle unas preguntas personalmente.

¿Me muero ya o espero un poco más?

Reviso, por cuarta vez en la mañana, la preguntas que tengo escritas en un documento de Word en mi celular.

Calma, Leilany. Nada puede salir mal.

Tomo una profunda respiración antes de entrar en la empresa, todo se veía demasiado formal para mi gusto.

—Señorita, ¿tiene usted agendada una cita o algo con el señor Colón? — pregunta, de una forma que me resulta burla, la que supongo es la recepcionista.

—Él me dijo...

—Él no tiene nada que decirte, en caso de que lo haya hecho debería de tenerlo yo aquí anotado. — me interrumpe con una sonrisa de suficiencia.

¿Y esta quien se cree?

—Verá, soy periodista y el señor Colón me ha dicho que podríamos vernos hoy en su empresa.

—¿Periodista? — pregunta horrorizada—. No, claro que no... El señor Colón no soporta a los de tu profesión, lárgate ahora mismo de la empresa y no me obligue a llamar a seguridad.

No le reviento la cabeza contra la mesa solo por respeto a la mesa.

—Dav, no te preocupes. — escucho que alguien dice detrás de mi cuerpo, yo giro el mío por inercia y me calmo al ver al Magnate Colón allí parado—. Ella está conmigo.

—Oh, lo lamento, señor... No sabía que...

—Las disculpas a ella, no fue a mí a quien descriminaste hace unos minutos.

Las mejillas de la mujer se calientan debido a la vergüenza, toda esta situación la está incomodado.

—Perdóneme, señorita.

Doy un leve asentimiento en su dirección antes de volver a mirar a Erick.

Sigo sin entender porque se ve tan guapo... Se supone que dedica la mayor parte de su tiempo al trabajo, ¿cuando tiene tiempo de ir al gimnasio y de pasarse por centros de belleza?

Ugh, seguro que no va a ninguno de esos sitios y su belleza es natural.

Ojalá tener esos genes.

—Señorita Silver, después de usted. — dice mientras me indica que camine.

Mis pies son rápidos en tomar la orden y ponerse a andar en la dirección que él me indica; el ascensor que nos llevará hasta el piso donde se encuentra su oficina.

Las puertas metálicas se cierran una vez que ambos nos encontramos dentro, él presiona un par de botones allí antes de mirarme.

—Te debo una disculpa por el comportamiento de mi empleada, espero que eso no vaya a afectar en nada a lo que prosigue.

—No, haré como si nada de eso sucediera. — respondo.

Error.

Mi deber como periodista sería decir todo, y cuando digo "todo" me refiero literalmente a todo.

Desde que pongo un pie dentro hasta que pongo un pie fuera.

Pero a ver, tampoco quiero influenciar en estas cosas porque sé que perjudicarán a la empresa.

No puedo desaprovechar la oportunidad que me está dando en cosas como darle mala imagen a él y a su personal.

—Póngase cómoda. — indica en cuanto llegamos a su oficina.

Me es inevitable soltar un pequeño "wow" al mirar a mi alrededor. Mires por donde mires es el claro significado de perfección, se nota que es un chico al que le gusta el orden y la armonía.

—Está hecho por Jean-Louis Deniot, quien es el mejor diseñador de interiores en la actualidad. — informa con una sonrisa orgullosa en el rostro.

—Pensé que su estilo era un poco más... — me encojo de hombros sin saber muy bien cómo terminar esa frase.

—Él no es fiel a ningún estilo, es una de sus grandes cualidades.

—Oh. — digo sorprendida—. ¿Vive en Estados Unidos actualmente?

—Es de nacionalidad francesa, pero no te sabría decir en qué lugar está viviendo en estos momentos... Su trabajo requiere movilizarse bastante, así que no tiene un lugar de residencia fijo. — explica.

No tenía ni idea de que este hombre estaba tan enterado de todo.

Es decir, suponía que los magnates se dedicaban única y exclusivamente a sus negocios... Pero por lo visto son muy inteligentes y tienen muchos más conocimientos.

—Espero que no esté tratando de sacarme información para luego hacer un artículo sobre él.— bromea mientras se deshace de su saco y lo deja en el respaldo de la silla.

—Por el momento quiero centrarme en usted.

—Puede tutearme, señorita Silver.

—Lo mismo digo, señor Colón.

Una sonrisa se forma en sus labios mientras tomamos asiento, el uno frente al otro.

Hasta ese entonces no me había fijado en el intenso color de sus ojos. Si sigue mirándome así no creo poder resistirlo por mucho más tiempo...

—Bien, Leilany... Cuando quieras.

—Voy a saltarme toda la movida de decirte quien soy y para quien trabajo. — digo mientras tomo mi celular—. Lo primero que quiero saber, o mejor dicho, que todo el mundo quiere saber... ¿Cómo te has convertido en un exitoso hombre de negocios con tan solo diecinueve años?

—Predecible. — susurra lo suficientemente bajo, aclara su garganta y me mira de esa forma penetrante que me incomoda bastante—. Mi padre ya se dedicaba a esto, mi hermana no quiso saber nada del negocio así que me tocó a mí hacerlo. Antes no se conocía ni mi apellido ni mi empresa, pero me encargué de cambiar eso. Es un círculo vicioso de constante trabajo y dedicación, con esas pautas uno puede conseguir lo que se proponga. Aquí me ves, Leilany.

No te creo.

Pero haré como que si...

No, yo no sé mentir.

—Eso es casi imposible. — suelto sin poder evitarlo—. A tu edad no puedes dirigir una empresa porque no has estudiado administración empresarial ni nada por el estilo, estás ejerciendo de algo que no te pertenece.

La punta de su lengua se pasa por su labio inferior para mojarlo, se levanta de su asiento y pasa a ponerse de pie frente a mí.

—¿Qué me cuentas de ti, Leilany? — pregunta mientras posa dos de sus dedos bajo mi mentón—. Estás en la misma situación que yo, no has terminado tus estudios y sin embargo, te estás dedicando a ello. ¿No es así?

—No. — miento.

—Aprende a mentir, si realmente quieres ser periodista te conviene. — le guiña un ojo antes de apartar su mano de mi cuerpo—. Ya sabes, los que os dedicáis al periodismo decís más mentiras que verdades.






Magnate Colón Where stories live. Discover now